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Jonathan Rousselle, concentrado ante el próximo partido del Covirán en Girona. Ramón L. Pérez
El hijo del pionero
Jonathan Rousselle

El hijo del pionero

El padre del base del Covirán fue un prestigioso entrenador galo y lideró un proyecto para llevar el baloncesto a las calles de Roubaix

Jueves, 25 de enero 2024, 00:34

Aunque cualquier aficionado al deporte que escuche el nombre de Roubaix en primer lugar pensará en ciclismo, en la localidad francesa limítrofe con Bélgica en la que concluye desde 1896 la más famosa clásica del Mundo –también conocida como 'El infierno del norte' por sus durísimos tramos sobre pavé y por cómo sus participantes suelen llegar embarrados a la meta– también hay mucho baloncesto.

Lo hay lógicamente bajo techo, pero también en las calles, después de que en la década de los noventa un antiguo jugador profesional y miembro del cuerpo técnico de la selección gala femenina en el Mundobasket de 1979 llevara a cabo un programa en los barrios más desfavorecidos de la urbe francesa para que el baloncesto sirviera como vía de escape de no pocos jóvenes en las calles de la pequeña ciudad al este de Lille, la principal urbe del departamento del Nord.

Aquella icónica figura del deporte de la canasta en el norte de Francia es Jean-Pierre Rousselle. Jugador, entrenador, maestro deportivo y vital, así como pionero por sus ideas. Y además de padre de Jonathan, el actual base del Covirán Granada. «Hizo varias cosas de las que puede estar orgulloso», presume hoy el vástago de Jean-Pierre, fallecido en noviembre de 2015 y en cuyo honor existe un pabellón en Roubaix desde el 26 de junio de 2016.

Con tal herencia, no es de extrañar que el directo de juego rojinegro no recuerde cómo llegó al baloncesto. «No lo sé, tendría 3 o 4 años, es algo que siempre estuvo ahí porque además mi madre y mis dos hermanos mayores también jugaron», explica. Y de hecho, afirma que en su cabeza nunca estuvo otra cosa es que ser algún día profesional de la canasta. «Siempre lo tuve muy –remarca el adverbio– claro. En los tiempos muertos de los partidos salía a tirar y la gente en la grada veía a ese pequeñajo que encima las metía y se montaba un 'show' con eso porque les hacía gracia», rememora sonriente.

El baloncesto corre por las venas de Jonathan (i) y Jean-Pierre Rousselle.

El gesto de Rousselle se agria algo al preguntarle por el momento en que tuvo claro que quería sería profesional. «La primera que mi padre me llevó a ver un partido profesional, con 10 u 11 años», arranca. «Vi aquello y decidí que quería ser como esos tipos y desde entonces fue mi objetivo siempre», prosigue. El motivo del amargor de la anécdota reside en que aquel partido se jugó en el Sportica de Gravelines, lamentablemente arrasado por un devastador incendio el pasado día de Navidad, al parecer debido a un fallo eléctrico. Desde aquella impactante visita, todo muy rápido para 'Jo' –como le gusta que le llamen–. «A los 12 ya me fui de casa, a un centro especializado en rendimiento deportivo cercano a Lille en el que estudiaba y entrenaba baloncesto dos veces al día», recuerda Rousselle, talento precoz que dejó el hogar «un año antes de lo que era normal en el centro, donde se empezaba a los 13», explica.

Así las cosas, no tiene demasiados recuerdos de ser entrenado directamente por su padre. «En verano algo más», apunta. Jean-Pierre, además, era un tipo tranquilo y reservado en el espacio público. «Me daba muchos consejos. Veía los partidos, pero durante ellos no hablaba, luego al día siguiente sí me decía cosas, pero nunca durante 'el fuego'», sonríe Rousselle, a quien se le ilumina la cara recordando a su progenitor.

Curiosa mecánica

Rousselle acude a su cita con IDEAL con un esparadrapo protegiendo un dedo de su mano derecha. «Un golpe fuerte, ya sabe que nuestros dolores aparecen en cualquier lado», matiza. «Me dolió de nuevo contra el Barça, pero es antiguo… del primer o segundo entrenamiento aquí», explica. De fino humor, el exjugador de Bilbao Basket durante tres temporadas –su única experiencia española antes del Covirán–, ironiza sonriente con que «igual ahora tiro mejor», así que pone en bandeja la siguiente pregunta, sobre su peculiar mecánica de tiro. «Siempre fue así, no sé muy bien por qué», comienza, pero pronto rescata un motivo en su memoria. «Como era muy delgado y jugaba con los mayores, trataba de lanzar con fuerza desde lejos, sin penetrar demasiado. Así que empecé a tirar así. Y mi hermano mayor tiraba un poco por el lado y quizá me fijé en él…», justifica. El francés sabe que «no es un ortodoxo, pero me permite hacer 'stepbacks' –tirar dando previamente un paso hacia atrás para alejar al defensor– y tiros lejanos. Con el tiempo, lo mejoré y sobre todo, conseguí hacerlo más rápido. Y si es efectivo... se quedó», razona. En ACB –91 partidos ya–, promedia un 35% en lanzamientos de tres.

Desde su llegada al Covirán reemplazando a Yiftach Ziv, el impacto de Rousselle fue súbito, siendo clave sobre todo en el meritorio triunfo en la cancha de Valencia Basket. Por eso, al base de 33 años aún le duele la imagen «muy fea» que, admite, dio su nuevo equipo el domingo ante el Barça. «De verdad que empezamos pensando en ganar, pero no jugamos duro y nos pasaron por encima, parecíamos niños contra adultos», lamenta.

'Jo' el orgulloso hijo de Jean-Pierre cree que el domingo, en Girona, será otra historia. «Cada partido es una historia y hay que olvidar y seguir», dice. No espera que sea 'El infierno del norte'.

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