El triple como amigo inicial y enemigo final

Ante la evidencia de que parte del plan no estaba funcionando, Pablo Pin retocó en Manresa parte de su quinteto inicial, dando inclusión en el mismo a Jonathan Rousselle y Agustín Ubal en los puestos perimetrales. Y durante muchos minutos, las defensas alternativas y los habituales cambios de asignación que propone el Covirán este curso sacaron a los del Bages de su zona de confort, impidiendo a los catalanes jugar al alto ritmo en el que se encuentran cómodos, especialmente en casa.

Con esa confianza generada desde la defensa, el Covirán halló también el acierto ofensivo, con un primer cuarto primoroso desde el perímetro, encestando seis de sus nueve lanzamientos de tres puntos. Un porcentaje (66'6%) difícil de sostener que, efectivamente, fue cayendo con el paso de los minutos: en los tres siguientes cuartos, los visitantes anotaron apenas cuatro de sus 27 intentos (14'8%). Una efectividad que seguramente no hizo justicia al juego colectivo de los rojinegros, que encontraron numerosas opciones buenas para tiradores liberados que, progresivamente se fueron por la gatera y acabaron dilapidando las opciones del Covirán de asaltar el Nou Congost. Lanzadores fiables como Valtonen, Vicedo, Bamforth o Clavell –la paupérrima defensa del puertorriqueño, por cierto, merece un capítulo aparte– dejaron escapar buenas opciones desde el triple en momentos cruciales en los que un acierto habría metido aún más presión a los locales, atenazados pero no lo suficiente en la recta final. Mejoría insuficiente del Covirán.