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José Manuel Puertas
Granada
Miércoles, 5 de febrero 2020, 02:37
Es el 14 de marzo de 2008 en el Georgia Dome, una colosal instalación polideportiva en Atlanta, sede, por ejemplo, de dos 'Super Bowls'. Allí juegan dos prestigiosas universidades buscando dar un paso más en su clasificación para el 'March Madness', el torneo final de la NCAA que cada doce meses paraliza el país de las barras y estrellas en el tercer mes del año.
Los contendientes son Alabama y Mississippi State, con ventaja para esta última a dos segundos del final por 59-56 y una posesión agónica para los 'Crimson Tide' (marea carmesí) de Alabama, donde la gran estrella es el pívot Richard Hendrix, que algo más de un año después firmaría por el CB Granada con la difícil tarea de sustituir al inolvidable Curtis Borchardt. El reloj agoniza y, Mark Gottfried, entrenador de Alabama, manda que el receptor del saque de banda sea su tirador más certero, el alero Mykal Riley. El balón se pone en juego. Riley aprovecha las pantallas de sus compañeros y, pese al intento de la defensa de Mississippi State de hacerle falta y mandarle al tiro libre evitando la canasta de tres, consigue sacar un tiro inverosímil que acaba dentro de la canasta de los 'Bulldogs', llevando el partido a la prórroga y desatando el éxtasis entre los aficionados de su universidad.
Mientras, fuera del jolgorio y la intensidad del Georgia Dome, un potente tornado se acerca al recinto con vientos cercanos a los 200 kilómetros por hora, aunque nadie en el interior parece ser consciente, en plena tensión durante la prórroga. En la ciudad, árboles arrancados, cientos de ventanas hechas añicos, coches destrozados y la cubierta del Georgia Dome que empieza a resquebrajarse. Dentro, solo baloncesto. Pero no pasan ni diez minutos de reloj desde el triple de Riley cuando, a falta de 2:11 para que acabe la prórroga, y con Mississippi State ganando 64-61, el pabellón empieza a crujir. Jugadores, entrenadores, prensa y aficionados miran al techo tambaleante, alucinados como si el apocalipsis estuviera a punto de llegar a sus vidas. A la cancha caen algunos objetos metálicos mientras el techo del Georgia Dome literalmente baila de un lado a otro, haciendo pendulear al marcador central. El agua empieza a correr por los vomitorios del enorme recinto orgullo de la ciudad de la Coca Cola. Hay 14.825 personas en las gradas del pabellón.
Son momentos de asombro y difícil toma decisiones para los espectadores y protagonistas del juego. Sus teléfonos no paran de sonar, bombardeados por los familiares que ven el partido por televisión. Finalmente, pasa la tempestad y llega la ansiada calma. Sin heridos entre los asistentes pese a los notables daños materiales. Incluso el partido se reanuda una hora más tarde, con victoria para los 'Bulldogs'.
Cuando el público abandona el pabellón, sale a la calle y observa el dantesco escenario entiende que, en cierto modo, la prórroga forzada por Mykal Riley había sido su improvisado seguro de vida. Si el dorsal '1' de Alabama hubiera errado el tiro, los peores momentos del tornado les habrían pillado en plena calle y no es difícil imaginar las consecuencias que aquel fenómeno habría tenido. A la mañana siguiente, los informativos en Estados Unidos recogen los impactantes efectos del temporal de Atlanta y hay quien llama al lanzamiento de Riley 'The Shot That Saved Lives' (el tiro que salvó vidas), indiscutiblemente con bastante acierto.
El domingo 3 de marzo de 2013, ESPN estrenó su documental 'Miracle 3' (el triple milagro), sobre lo sucedido en el Georgia Dome cinco años antes. La canasta más importante en la carrera del nuevo jugador del Covirán no sirvió para ganar un partido, sino para algo mucho más valioso. La certeza de su muñeca, sin pretenderlo, salvó la vida a cientos de personas. Tras ser capaz de lograr eso, seguramente ante el reto de salvar al Covirán del descenso no le tiemble el pulso.
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