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María Pérez sigue disfrutando de los Juegos Olímpicos de París, ya con una medalla de oro y otra de plata, como no lo había hecho hasta ahora por la ambición –que no la presión– de lograr la presea que le faltaba en su palmarés. Una vez con los dos metales al cuello, la plata individual y el oro por relevos junto a Álvaro Martín, la marchadora de Orce cuenta las horas para volver a su pueblo y disfrutar de los suyos como la primera campeona olímpica en la historia de Granada y una de las mejores deportistas que el país haya tenido jamás.
–¡Enhorabuena! Ya ha cerrado el círculo que decía…
–Me siento muy feliz, y eso que aún creo que no soy consciente de lo que he hecho porque sigo disfrutando de los Juegos, alargando la estancia con otros compañeros. No he podido parar mucho desde entonces, porque dejé el móvil a un lado y también tuve la fiesta que creía merecerme aunque no la que habría deseado por lo cansada que estaba...
–¿Hay algún sacrificio de su carrera en concreto que haya cobrado sentido ahora y no antes?
–Todos. Esto no se consigue por arte de magia sino por muchas horas de trabajo y perseverancia fuera de casa, lejos de los míos, sin poder despedirme de mis amigos antes de irme a muchas concentraciones. No me arrepiento de nada, porque siempre quise centrarme en mi deporte.
–¿Cómo se sintió al cruzar las líneas de meta de cada carrera o al recibir cada medalla?
–Tuve sentimientos diferentes, porque la plata individual tuvo más valor para mí y el oro parecía algo más asequible, aunque no fácil, porque la gente vendía la piel del oso antes de cazarlo. Me supieron las dos a gloria y con el oro cerré aún más la historia al suponer además la despedida de Álvaro Martín de unos Juegos Olímpicos al anunciar ahora que ya no irá a los de Los Ángeles en 2028. Lo desconocía antes de competir a su lado y me alegró mucho haber contribuido a este éxito conjunto.
–Si ya le supo a oro la plata, no me quiero imaginar la del relevo...
–Fue un sueño hecho realidad. Hasta entonces no pensé mucho en la posibilidad del oro más allá de seguir llevando una vida monacal, aunque sí que se me hizo larga la espera, pero quería dar lo mejor que tuviera dentro al competir sabiendo lo poco que me quedaba por delante desde la plata y por eso volví a quitarme las redes sociales incluso...
–La vi más emocionada con la plata que con el oro...
–Cuando ya tienes una medalla todo es mucho más fácil porque te has quitado ese peso, pero también fue muy especial. Me gusta contribuir a la historia y hacerlo junto a Álvaro lo hizo más especial aún. Competir a su lado y conseguir ese éxito en sus últimos Juegos fue muy bonito.
–¿Saben estas medallas aún mejor que los oros de Budapest?
–Son diferentes, porque hay muy pocos atletas con medallas olímpicas y no sé si podré volver a ganar otra al ser cada cuatro años. Estoy muy satisfecha con el papel que hice y sobre todo con el de todas las personas que tengo alrededor.
–¿Lo hizo aún más especial compartirlo con Álvaro Martín al haberse quedado los dos con la miel en los labios en Tokio?
–Sí, sobre todo ahora que sé que no pensaba ir a Los Ángeles. Contribuir a su oro olímpico y acompañarle en lo más alto, aunque yo sí quiera seguir, sabe mucho mejor. Compartimos muchos momentos juntos, de Berlín a Budapest pasando por Eugene y Múnich también, no solo en las buenas sino también en las malas. Los suyos fueron los abrazos más importantes de mi carrera.
–Quiso acordarse de los que ya no están… como con los hijos de Ángel Vaca.
–Sabía que los hijos estarían porque el propio Ángel tenia su billete para París, pero las enfermedades son como son y esta se la llevó a él antes de tiempo. Cuando se estaba despidiendo, lo hizo de mí a través de Jacinto (Garzón, su entrenador) y entre lo que le pidió estuvo un mensaje muy personal y cercano para que abrazara a su familia al llegar a meta. Sabía dónde estaban situados y se lo pedí también a Álvaro, así que fui a buscarles. Necesitaba esa foto como un regalo también para mí. Le tengo mucho aprecio a toda su familia y lo había prometido; en mi último mensaje le dije que cuidaría de ellos siempre y creo que lo cumplí con creces recibiendo también su ayuda desde arriba. Solo me quedó tomarme una 'milnoh', pero eso será cuando llegue a Granada.
–Es que pensar que estuvo al borde del quirófano con menos de un año de antelación y que solo compitió dos veces más desde el Mundial…
–Como decía mi bisabuela, las cosas pasan por algo. Aunque me acordara de los momentos difíciles, yo solo pensaba en disfrutar de los Juegos. Los reconocimientos por los oros del Mundial me vinieron bien para despejarme las pocas veces que salí de casa en esos meses, pero es cierto que vi peligrar los Juegos a partir de la segunda semana con muletas. Supe gestionarlo, por suerte.
–¿De verdad llegó en buen momento con tanta adversidad? Es milagroso…
–Nada es fácil antes de una competición como los Juegos, pero sí que puedo decir que durante los dos últimos meses entrené como si cada día fuera el último junto a Cristina Montesinos, sacando un extra. Entrené como nunca porque el objetivo estaba claro.
–¿Hasta qué punto afectaron esos virus a su capacidad pulmonar? Tengo entendido que vio a varios neumólogos. ¿Lo notó durante la competición en sí?
–Me afectó bastante, porque me ahogaba mucho y las primeras semanas no podía hacer más de tres kilómetros sin toser y marearme, hasta que los virus fueron desapareciendo de mi cuerpo tras tomar antihistamínicos y de todo. Aunque ya me siento mejor, sigo con mucha mucosidad y en el relevo me afectó bastante, pero sabía que iba a terminar y lo conseguí.
–¿Qué sentía antes de volver a competir en unos Juegos tras el 'chocolate' de Tokio?
–Que no me iba a volver a pasar lo que entonces, ni en una prueba ni en lotra. No me quería jugar nada en los últimos 100 metros.
–Todos le hemos preguntado mucho por los jueces otra vez antes de estos Juegos, y no sé hasta qué punto le condicionó en algún momento por ejemplo para lanzarse tras Jiayu Yang en la prueba individual...
–Tenía que demostrar que había trabajado duro, que es algo que los jueces no ven a veces. Quería llegar al final sin amonestaciones y lo conseguí . Demostré haber cambiado bastante la técnica, aunque me cueste más marchar a esos ritmos, pero aun así puedo hacerlo.
–¿Le faltaron kilómetros en los 20?
–Siendo sincera fui a por el oro, pero al ver que (Jemima) Montag me ganaba ritmo pensé que no era posible que a ella no la sancionaran y que a mí sí pudieran hacerlo, así que preferí quedarme con la plata porque la tenía a solo cincuenta metros.
–El caso es que acabó las dos carreras sin amonestar.
–Sí. Como dice Josep Marín, no existe el marchador perfecto y sigue habiendo defectos por pulir, pero trabajé muy duro todos estos meses fuera de casa y había que demostrarlo el gran día.
–¿Qué sintió al ver cómo Álvaro Martín le entregaba el relevo definitivo en primera posición?
–Era el plantamiento que teníamos, incluso sacarle más a los ecuatorianos, pero era un trabajo de dos que en cualquier momento podía irse al traste y yo era quien más responsabilidad tenía al entregar la posta intermedia. Quería terminar cuanto antes y aunque muchos me decían que rematara a gol, sabía que no iba a ser fácil y por eso fui tan rápida.
–¿Qué hizo durante esa misteriosa pausa entre su primera posta y la segunda?
–Eso era secreto de Estado (ríe). Trabajamos mucho con la UCAM en eso y cada uno siguió un proceso diferente, personalizado.
–Esta vez sí pudo tener ahí a sus padres.
–Sí, aunque pude verles muy poco y muchas horas después, y porque pregunté por ellos. Llegaron justos de tiempo al aeropuerto después de los relevos. Mis vídeos con ellos quedaron para la historia y no paro de verlos porque son quienes más se lo merecen. Fueron quienes más apostaron por mí, poniendo incluso de sus salarios.
–Sus reencuentros con Jacinto Garzón conmueven al más insensible…
–No son fáciles, porque él está siempre en los avituallamientos, y verle en las ceremonias me emociona mucho. Es más que un entrenador, familia, y hemos vivido muchas cosas buenas y también malas juntos. Compartir una medalla olímpica con tu entrenador es el sueño de cualquier atleta. Hacemos un buen trabajo y ya le voy diciendo que busque cantera porque cada vez me queda menos. Siempre tendremos un vínculo muy especial, al igual que con otros entrenadores que tuve antes, como Inma.
–Y una vez cerrado este círculo… ¿qué?
–Disfrutar del atletismo de otra manera, sin presión, al tener ya lo que quería tener. No pretendo más que seguir creciendo como la buena persona que soy, además de atleta, compartiendo vivencias para ampliar mi currículum de una manera u otra hasta decidir mi retirada.
–¿Mantiene la idea de retirarse en Los Ángeles, o han perdido interés esos Juegos? Solo le quedaría el oro individual...
–Este oro por relevos me sabe igual de bien que uno individual porque ya no voy a volver a competir de nuevo con Álvaro y cierro el círculo que pretendía. Yo quiero estar en Los Ángeles como mis últimos Juegos y, por ahora, no haría otro ciclo olímpico aunque tenga que ver cómo sigo. Ahora solo quiero volver a Granada y disfrutar con mis amigos. Y también Álvaro vendrá a Granada a disfrutar conmigo; le veréis.
–Estará ya deseando volver a Orce.
–Llegaré el lunes a Madrid y de ahí tomaré un vuelo a Granada, aunque aún no puedo decir las horas porque ni tengo los billetes todavía. Tengo muchas ganas de estar en Orce con mi familia, con mi sobrino y mi bisabuela, y verles sin tener que llamarles por teléfono. Mi bisabuela sufre mucho porque ya es mayor y lo pasa mal al no gustarle que pase tanto tiempo fuera, y me pide que vuelva cuanto antes siempre. Mi único objetivo fue siempre hacer feliz a la gente, haciendo que se olviden de los malos momentos, respetando a las personas mayores porque gracias a ellos disfrutamos de lo que tenemos a día de hoy.
–¿Qué le queda a su pueblo por darle? ¿La alcaldía?
–Que me la cedan en unos cuantos años, cuando deje el deporte (ríe). Yo me sentiré siempre granadina de pura cepa. Llevo mi tierra por bandera sin nada a cambio, al igual que tantos artistas, como Saiko o Lola Índigo. Seguiré apoyando asociaciones locales como a la UAPO, a donde volveré con mis dos medallas y contribuyendo de una manera u otra. Y por una vez tocaré una puerta, la de la Junta de Andalucía, para darle al colegio de Peligros el nombre de mi amigo Ángel Vaca como ejemplo de vida y perseverancia.
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