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Aitor, el árbitro de fútbol más joven de toda la provincia a sus 13 años recién cumplidos, caminaba hacia el vestuario tras señalar el descanso ... de un partido en categoría benjamín este pasado viernes cuando la madre de uno de los jugadores, del club de Láchar, saltó al terreno de juego a su encuentro. «Había mandado a su hijo dos minutos al banquillo porque estaba muy nervioso y su entrenador no le había vuelto a meter, pero ella me gritó que qué pollas me pasaba con su niño, que me iba a esperar a la salida y que ya vería lo que me iba a hacer», relata a IDEAL. Fue cuando activó el protocolo que le protege y, bajo consejo de la Policía Nacional que acudió con seis agentes, decidió suspender el encuentro e irse a casa tras salir escoltado del campo Miguel Prieto de la capital.
«Ya me siento mucho mejor, pero ese día acabé muy mal», admite Aitor. Pasó el sábado con uno de sus abuelos en Calahonda, pescando, y allí intentó «desconectar un poco». Lo suficiente como para sentirse «totalmente convencido de seguir arbitrando» a día de hoy. «Arbitrar es lo que más me gusta, y no porque algún energúmeno me diga algo voy a dejarlo», razona el colegiado más joven de la provincia, natural de Las Gabias. Y eso que era la tercera vez que acababa llorando en el vestuario en lo que va de temporada.
Los tres incidentes que Aitor acumula en su primera temporada como árbitro, tras cumplir la edad mínima de 12 años, fueron con padres. «Cuanto más pequeños son los jugadores, peores son. A veces son sus propios hijos los que me dicen que no haga caso a la grada. Es que algunos de esos padres pueden sacarme 30 años...», comparte. Tampoco le parecería bien, no obstante, que termine adoptándose la medida de celebrar estos partidos a puerta cerrada: «No sería justo que todos pagaran por los pocos que insultan, pero sí me gustaría que quienes lo hagan se pasen un par de meses sin entrar».
Aitor tiene el apoyo del resto de sus compañeros también árbitros, que le recuerdan que quien conoce las reglas es él, ya que por eso sigue una formación continua, y por supuesto de sus padres. Sobre todo de José David, que además fue colegiado durante doce años hasta hace cinco. «Me dice que haga lo que yo quiera hacer, y que siempre estará ahí conmigo. Me cuenta muchísimas anécdotas suyas de las que aprendo», le agradece.
La vocación por arbitrar le viene de su padre, pero Aitor empezó en el fútbol como jugador. «Estuve varios años en un equipo, pero no me sentía cómodo. Jugaba muy tenso, y no me gusta que los entrenadores den voces a sus jugadores si fallan porque yo creo que lo que hay que hacer es apoyarles y no recriminarles nada mientras aprenden. Sentí que no era lo mío y decidí probar a arbitrar; y me está gustando mucho», explica. «Me encanta ir de un sitio a otro y conocer gente, dirigir partidos con mis propias decisiones y vivir experiencias», se congratula.
«Desde fuera del campo se ve muy diferente, como si arbitrar fuera tan fácil como pitar las faltas y ya está, pero no es así; hay muchas normas. A menudo no sabes si pitar o no, o si amonestar, y da mucha adrenalina intervenir en los partidos, sobre todo si son emocionantes, porque cada uno es un mundo», descubre Aitor. «Es mi mayor afición. Los días que arbitro son muy emocionantes, porque me pueden tocar hasta siete partidos uno tras otro», señala, aunque matice que por ahora solamente se lo toma como «un trabajo secundario». «Y si llego a Primera división... eso que me llevo», bromea.
Aitor volverá a arbitrar el primer de semana posterior al parón de Semana Santa. «Me gustaría que me respetasen más, a mí y a todos, porque sin nosotros no habría partidos. Darnos voces no soluciona nada; al contrario, nos ponen más nerviosos», señala, con el deseo de que su denuncia pública sirva para que «la gente tome conciencia y deje de normalizar algo que no es normal».
«Vamos a los partidos y ya sabemos que como mínimo nos van a insultar; pasa casi siempre, en nueve de cada diez. Y nos dicen que sabemos a lo que nos metemos cuando nos hacemos árbitros», lamenta Aitor, que pide «castigos más duros». Por lo pronto, espera que la madre que saltó al terreno de juego para amenazarle este pasado viernes «no pueda entrar nunca más a un campo de fútbol».
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