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Alberto Amezcua regresó de los Juegos Olímpicos de París sintiéndose engañado por la Federación de Atletismo; la otra cara del éxito de la marcha española que protagonizaron María Pérez y Álvaro Martín. A sus 32 años, el accitano sabía que aquella era su última oportunidad para cumplir su sueño y trabajó a destajo por ello. Artífice de la clasificación de dos equipos para el relevo mixto de marcha durante el Mundial de abril, en Turquía, Amezcua se sobrepuso incluso al varapalo de su abandono en el Europeo por un ataque de alergia que le costó la participación en la prueba individual de París. Respondió a todos los requisitos, incluido un test decisivo en los días previos a la prueba de relevo en el que demostró mejor estado de forma que sus compañeros, pero la Federación le excluyó. Amezcua siente que la Federación jugó con el atleta y, por tanto, también con la persona.
–Ante todo, enhorabuena por cumplir su sueño...
–No fue la vivencia que habría soñado, porque yo quería competir y me lo había ganado en el asfalto, pero estoy orgulloso de mí mismo. Hice todo lo que dependía de mí aunque luego la Federación tomase decisiones que para mí no fueron justas ni objetivas y me impidieron demostrar en competición el inmejorable estado de forma en el que llegaba como sí lo hice en un test previo. Se me queda una espina clavada, pero completé el mejor ciclo olímpico de mi carrera deportiva y pude sacar gran parte de lo que creo que llevo dentro.
–¿Se veía ya marchando por París tras clasificar al equipo en el Mundial de Turquía?
–Sí, sentía seguridad y tranquilidad por haber cumplido con mi cometido. También querría haber ido en la prueba individual de 20 kilómetros, que siempre ha sido la distancia que más me ha gustado, pero ya me había ganado ir con el relevo. Aun así, habría entendido mejor la decisión si en el test obligatorio que nos hicieron no hubiese mostrado un estado de forma idóneo por la razón que fuese por más que hubiera clasificado al equipo. De ahí mi asombro al ser encima yo el que mejor estaba en esos test, y que me preguntase por el motivo de mi exclusión después de haberle dedicado mucho tiempo a variables como la glucosa, el lactato o la recuperación para una prueba nueva para todos a nivel mundial. Teníamos muy bien estudiados todos los protocolos.
–En el Europeo de Roma volvió a sufrir sus problemas de alergia... ¿era el relevo su consuelo?
–Sí, totalmente. Yo siempre me lo jugué todo a una carta, porque habiendo dos distancias siempre me quedaba con la corta de los 20 kilómetros al ser la que más me gustaba y a la que mejor me adaptaba, pero con el relevo me decanté por preparar dos pruebas por primera vez e intentar clasificarme en ambas. Gracias a eso conseguí ir a los Juegos, porque fui a Roma y allí, pese a irme de Guadix durante un mes y medio para evitar los riesgos de la alergia, esta me volvió a dar una hostia y mi rendimiento se vio mermado como en todos estos años anteriores de mi carrera deportiva.
–Tuvo compañeros que compitieron en París y no en el Criterium de Valencia, un ensayo en el que usted sí participó.
–Es que yo estuve en todo, en las competiciones y en los test; otros, no. Es otra razón para no entender la decisión y considerarla completamente injusta, porque además en el Mundial fui de los más limpios técnicamente junto a Cristina Montesinos y esa era una de las premisas para el relevo. En los Cantones de Coruña, además, me pidieron que no compitiera para centrarme en el Europeo de Roma, que se disputaba dos semanas después. Allí se compite como si no hubiera jueces, porque pasan mucho la mano, y Miguel Ángel hizo una grandísima marca, como otros españoles. Y su entrenador, José Antonio Carrillo, apretó desde entonces para que fuera Miguel Ángel quien fuese a Roma.
–También superó la adversidad del covid...
–Muchos de los que estuvimos en Roma nos contagiamos, y hubo quienes lo pasaron asintomáticos y otros como yo que lo pasamos mal y tuvimos nuestras secuelas. Estuve casi una semana completa enfermo y me tuvieron que hacer un TAC aquí en Granada para descartar que tuviera un trombo. Tardé tres semanas en volver a recuperar sensaciones en los entrenamientos porque me ahogaba. Me costó retomar, y por eso renuncié al Campeonato de España al no estar en condiciones de competir, pero la base era tan buena que me preparé a conciencia para el test del 24 de julio que tan importante nos dijeron que sería para la decisión final, aunque a la vista está que no fue así.
–Empezó a sospechar ya durante las últimas semanas de preparación, ¿no es así?
–Todos planificamos nuestras concentraciones para el test de ese 24 de julio y, para nuestra sorpresa, una semana y media antes se pusieron en contacto con nuestros entrenadores para estudiar la posibilidad de adelantarlo porque uno lo había solicitado pese a haber dado su visto bueno semanas atrás. Era José Antonio Carrillo, cuyo grupo ya había completado su periodo en altitud y le convenía hacerlo al cuarto día de bajar en Barcelona mientras que a mí y a otros nos rompía porque no es lo mismo hacer 21 días en altitud que 16 por las variables que controlamos. Nos negamos a hacerlo, así que les dieron el beneplácito para que ellos lo hicieran juntos cuando quisieran y yo, solo. Álvaro Martín tenía ya su plaza fija, pero les interesaba echar una mano a su compañero Miguel Ángel López haciéndole de liebre. Para mí era mucho más complicado hacerlo solo, marcando mi propio ritmo, aunque mi entrenador Jacinto Garzón se pusiera a mi lado o incluso detrás para darme agua y demás. Ahí empezamos a sospechar, porque además les vimos muy relajados para la tensión que nosotros teníamos.
–Aun así, mejoró sus resultados...
–Yo me abstraje y me dediqué a pensar en lo mío, y el test me salió perfecto, tanto en tiempos como en cuanto a las variables de lactato y glucosa que veníamos analizando. Eso me hizo quitarme un peso de encima, porque me dio mucha tranquilidad. Ser capaz de hacerlo mejor que ellos estando solo me puso muy contento aunque seguía sabiendo que, si querían, podían hacer de las suyas al ampararse en un criterio abierto. No me podían pedir más de lo que había hecho, desde que clasifiqué al equipo. Sin embargo, pasó lo que temía aunque no quisiera verlo.
–¿Cómo llevó ese runrún durante la concentración ya en París?
–La incertidumbre estaba comiéndome por dentro. No descansaba bien y arrastraba ojeras. Entrenar sin saber si competiría hacía que los nervios me consumieran, viendo además mucha relajación en mis compañeros. Quedarme en vilo hasta dos días antes fue muy duro, y al final se cumplieron mis peores pesadillas.
–¿Asumía que Álvaro Martín fuese a doblar?
–Sí, tenía la certeza de que iba a mirar por sí mismo y su ambición por conseguir lo máximo posible, y en este caso no existió el valor del compañerismo, sinceramente. Estoy 100% convencido de que yo me hubiese centrado en una sola prueba para dejar que otro compañero que se lo hubiese ganado y tuviera el nivel suficiente compitiera, porque no era el caso de que hubiese mucha diferencia, para cumplir su sueño.
–¿Mantuvo la esperanza hasta el día en el que se lo comunicaron?
–Sí, porque me había ganado esa ilusión y pensaba que iba a ser elegido, aunque viendo lo que venía haciendo la Federación tuviese dudas. Nos citaron en la villa olímpica el domingo 4 de agosto y al escucharlo se me vino el mundo encima. Sentí que estaban jugando con todo mi esfuerzo por esa oportunidad. Me quedé en 'shock', como si no pudiera despertar de algo que no creía que pudiera estar viviendo. Fue duro.
–¿Le dieron alguna justificación?
–No. Al terminar la reunión hablé con el seleccionador, José Peiró, y le manifesté mi desacuerdo en busca del motivo que se me pudiera escapar, pero no me supo decir nada más allá de que todos teníamos méritos y de que no había sido una decisión fácil. Le pregunté qué más tenía que hacer yo para competir después de haber cumplido con todo lo que se me había pedido, e incluso si me estaban penalizando por lo de Roma, pero me dijo que habían mirado los pros y los contras de cada uno y que consideraron que Miguel Ángel cumplía con más requisitos que yo y seguí protestándole porque no me entraba en la cabeza. Al día siguiente hablé por teléfono con el responsable de marcha, Santi Pérez, y perdí los papeles porque me justificó lo injustificable y cambió criterios que él mismo había dictado de otra manera. Le dije que había que tener más personalidad y de corazón, y no jugar con el sentimiento de alguien que llevaba tanto tiempo peleando por un sueño.
–¿A qué criterios le aludió?
–Me dijo que mis parciales en el Mundial fueron ligeramente inferiores a los de Miguel Ángel, pero es que la premisa tanto antes de la competición como durante la misma fue que los tiempos no importaban y que había que tener cuidado con las tarjetas para clasificar al equipo, así que me despreocupé de los ritmos y me centré en el objetivo que además cumplimos. Para colmo, me dijo que el hecho de que Miguel Ángel me sacara 30 segundos en los 22 kilómetros del Criterium de Valencia le resultaba más significativo que el hecho de que yo hiciera 16 segundos menos que él en los 14 kilómetros del test de Barcelona habiendo estado solo. Me pareció surrealista y tuvimos una discusión fuerte.
–La de su entrenador, Jacinto, debe ser una posición difícil...
–Sí... ha sufrido tanto como yo y me defendió, porque también se sintió humillado y engañado, pero estuvo más comedido por si había represalias. Por desgracia, hoy día tenemos miedo de pensar lo que pensamos. Yo, con lo que me queda en el deporte de élite, no me iba a callar ante una injusticia e iré con la verdad hasta el fin del mundo.
–¿Está convencido de que habría mejorado a Miguel Ángel López de competir?
–No me gusta decirlo porque cada competición es un mundo y no se sabe nunca cómo se puede reaccionar el día señalado, pero yo llegaba en un estado de forma buenísimo y en verano suelo rendir a mi mejor versión en el 95% de los casos. Me costaba creer que, después de levantarme de tantos contratiempos, no pudiera disfrutar en competición de ese estado de forma tan bueno que tenía con las ganas que además tenía de cumplir ese sueño de tantos años. No puedo decir que lo hubiese hecho mejor que Miguel Ángel, pero creo que habría hecho un gran papel porque llegaba muy fuerte y ansiaba competir después de mucho penar por ello, sacando la rabia de haberme quedado fuera tantos años. Quería ponerle la guinda a mi carrera deportiva, porque solo yo sé lo que he pasado con mis problemas.
–¿Le apoyaron sus compañeros?
–No, nadie, y me dolió. Nos quieren hacer ver que hay valores olímpicos detrás del deporte, y por desgracia yo no los sentí en esa situación. Yo sé que hubiese tenido un mínimo de haber estado al otro lado. Compartimos muchos momentos después en esos cuatro días, y nadie me apoyó. Me hubiese gustado tener otra percepción de varios compañeros; me he desengañado.
–¿Sintió que la situación se le volvía en contra incluso?
–Fue la primera vez que me rebelé y me daban igual las consecuencias, aunque creo que no debiera haberlas al haberse cometido una injusticia y estar en un país democrático. Lo que no quiero es que hagan con ninguna persona más lo que hicieron conmigo, aunque sé que lo hacen, porque si nos callamos lo sufrirán muchas más. Sentí mucho dolor por sentirme engañado por la Federación al asumir que ya tenía decidido el equipo de antes.
–¿Ha sabido algo más de la Federación desde entonces?
–Nada más allá de que un amigo mío fuese a París a verme competir y, al llegar al estadio olímpico, se encontrase a un dirigente sin saber que se trataba del seleccionador, José Peiró, y al presentarse como amigo mío y preguntarle si podía ayudarle a entrar en la villa olímpica le respondiese: «¿No sabes quién soy? Soy el que ha dejado fuera a Alberto Amezcua». Hasta ahí llega su falta de empatía.
–Usted estaba convencido de que estos Juegos eran los suyos...
–Sí... para mí soy 100% olímpico porque además lo soy oficialmente, aunque fuese un palo no competir. He estado en tres Mundiales y cuatro Europeos aun sin la excelencia de las medallas reservadas a unos poquitos por más que fuese siempre con ese objetivo, pero mi sueño fue siempre ir a unos Juegos. Ver que ya no podré ir a otros porque eran mi última opción, al pedirme ya la mente otra cosa después de tanto sacrificio, hace que me resulte muy duro de asimilar que se me privara de esa forma. No se lo deseo a nadie. Pido a los miembros de la Federación que recapaciten en adelante, porque también muchos de ellos fueron deportistas antes y saben que detrás de cada atleta hay un ser humano. Somos muchísimos los atletas que nos ganamos a pulso estar en los Juegos y o nos dejaron sin competir o en casa directamente. No miran el lado humano ni el gran sacrificio que hacemos, hipotecando gran parte de nuestras vidas, cargándose a muchos psicológicamente bajo el lema de la excelencia.
–¿De verdad no se ve luchando por Los Ángeles?
–No, ya lo tenía claro, aunque podría aguantar. Lo mal que lo he pasado ha ido cargando con piedras una mochila psicológica que pesa mucho y no me veo haciendo otro ciclo olímpico. Seguiré un año más a lo mejor, porque el Mundial de Tokio me motiva, pero esta etapa se me va terminando.
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