Granada
Miércoles, 31 de mayo 2023, 00:25
La historia de Ana de la Chica (Granada, 1995) bien valdría para hacer una película. Una de esas de superación personal y valentía, de aventuras y desventuras marcadas por el gran corazón que alberga. Una charla con ella transmite paz y eso, hoy en día, ... vale oro. Vaya por delante que esta graduada por la Universidad de Granada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte se desempeña a un nivel de élite como jinete profesional, algo que, por otro lado, ya es muy poco común en una provincia que perdió la esencia de la hípica como actividad puramente deportiva, quedando el caballo relegado a pasear por el Corpus o alrededor de las pocas cuadras que jalonan nuestro área metropolitana.
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Sin embargo, esta deportista, entrenadora, jinete, amazona y empresaria –de éxito– ya tiene varias fechas guardadas para concursos nacionales e internacionales durante este 2023. Es más, gracias a una labor de años, ha conseguido que el Centro Hípico Nevada, del que es una de las propietarias, albergue caballos que llegan desde países como Portugal o Bélgica con el objetivo de prepararlos para la alta competición.
La historia de Ana en el mundo del caballo arranca cuando, con solo cuatro años, su padre Aurelio la lleva por primera vez a una clase de equitación, como una actividad extra escolar. Y es curioso que su primer recuerdo no sea el que tendríamos todos, cómo montar el caballo, sino algo más profundo para ella. «Son de pasar horas con el caballo, pero no montada, sino aprendiendo de ellos. Me encantaba curarlos, tocarlos, sentirlos… hasta el punto de que, cuando salía del colegio, solo pensaba en llegar a la antigua Hípica para estar con ellos», refiere.
Hoy, sigue pasando la mayor parte de su tiempo con ellos salpicando sus entrenamientos con la enseñanza a niños de 4 y 5 años del fascinante mundo de la hípica. «Me gusta que aprendan que venir y montar a caballo no es dar un paseo. Esto es un deporte que además requiere una disciplina con el animal. Para nosotros lo más importante es que un caballo esté bien cuidado y, luego, bien preparado para salir a montar; tienes que curarlo si tiene una herida o cepillarlo… hacer que esté cómodo. Yo no permito que un caballo salga mal preparado por ir deprisa a montar», explica.
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Una de las situaciones que a Ana más le han llamado la atención en cuanto a sus pequeños aprendices de jinete es que muchos le cuentan que ya han tenido contacto con un caballo antes, en la consola. «Me hizo mucha gracia la primera vez», recuerda, «y claro, ves que cuando se acercan a un caballo de verdad, algunos se echan a llorar, otros se asustan un poco… aunque si te digo la verdad, a la mayoría les sorprende y les encanta. Porque acercarse a un caballo por primera vez es una experiencia extraordinaria y mi trabajo es que los niños disfruten con todo el mundo que los rodea, no sólo con el animal». «Hay veces que podemos estar diez minutos jugando con la arena, o callarnos y escuchar a los pájaros. En definitiva, salimos de nuestro entorno urbano para acercarnos a la naturaleza». A partir de ahí, «estamos listos para abrazar un caballo, sentir su temperatura, su respiración…». Ser parte de él.
Como jinete, Ana de la Chica tuvo una eclosión tardía. Comenzó a dar sus primeros pasos con su madre, Luisa. «Compartir un deporte madre e hija lo hace más especial», agrega. Al tiempo, con 12 años, el jinete Miguel Ángel Collado se cruzó en el cambio de ambas «y empezó como profesor a darnos clase». La granadina tenía por entonces un caballo hispano-portugués con el que salía a pasear.
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Ni se le había pasado por la cabeza ir más allá en el mundillo, «pero Miguel vio algo en mí». «Me enseñó mucho, me dejaba coger sus caballos y con 12 años empecé a competir», abunda, a una edad tardía en realidad, pero sacándole un partido extraordinario a un pollino que había sido retirado de la alta competición por problemas de salud. «Conseguí que saltara conmigo 1'30 metros –lo que es una muy buena altura– y desde entonces descubrí lo que podía dar la competición», confiesa.
Aquello marcó un antes y un después. Tanto, que Luisa decidió tomar una decisión valiente. La de acompañar a su hija en su aventura. En el camino que la hacía feliz. Dejó su trabajo de toda la vida, uno de oficina que no la llenaba. Vendió una propiedad en la costa e invirtió en un sueño. Hoy, Ana y Luisa, madre e hija, junto con el entrenador Miguel Ángel Collado, trabajan como socios en una instalación deportiva de competición, el Centro Hípico Nevada, algo que ha llamado la atención de firmas que giran en torno al mundo del caballo de mucho prestigio como Pinol, en Madrid, la francesa Antarès o la italiana Animo.
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Además, desde hace unos días se ha dado a conocer el acuerdo con el jinete portugués Pedro da Silva Manso mediante el que caballos del país luso vendrán a Granada para que puedan competir en los eventos más importantes de España. Del mismo modo, llegarán corceles desde Bélgica para que sean entrenados. Y en cuanto a lo deportivo, a la jinete podremos verla próximamente en la Spain Teams Challenge, liga regular en la que parten en cabeza después de una muy buena primera fase. Porque, cuando las cosas se hacen con corazón, no te equivocas al pronosticar que lo mejor para Ana, y para todo el Centro Hípico Nevada, está por llegar.
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