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Cuando era niña no soportaba perder al juego que fuese y ahora, que ya es campeona del mundo después de haberlo sido de Europa en 2018, no tolera otra cosa que no sea subir a lo más alto. María Pérez (Orce, 1996) fue olímpica en Tokio, hace dos años, y se quedó a ocho segundos de subir al podio, cuarta. «Este 'chocolate' me sabe un poquito amargo», expresó entonces, porque tampoco le valía el diploma como finalista. Pretendía dedicarle aquella medalla a muchos seres queridos. Entre ellos a su mujer, Noe, que acababa de superar un cáncer de útero con su incondicional apoyo siempre a su lado, y su bisabuela, María, que vibró viéndola desde su pueblo. Ese día nació un nuevo objetivo deportivo, el de los siguientes Juegos en París, y, aunque nunca imaginó que le costaría tanto sufrimiento verse ahí, en Budapest garantizó su plaza.
María Pérez es una hija de la España despoblada, como apuntó su entrenador, Jacinto Garzón, tras colgarse al cuello la medalla de oro en el Mundial. Criada en Orce, donde apenas superan los mil vecinos, la marchadora interiorizó su característico gen competitivo en torneos polideportivos entre su colegio San José y otros de las localidades limítrofes de Galera o Huéscar. Le encantaba el fútbol sala y también el baloncesto, pero un día fue Paquillo Fernández a ofrecer una lección de marcha en su patio de recreo y quedó maravillada. «Nos dijo que le gustaba y empezó a practicarla. Tenía condiciones naturales y la llevé con Jacinto», rememora Pepe Hernández, uno de sus queridos maestros.
Tanto Pepe Hernández como Jacinto Garzón suelen reír al recrear la primera anécdota que recuerdan con María Pérez. Fue en una de sus primeras carreras, cuando la vieron llorando en un portal porque había salido tan rápida que pronto, agotada, empezaron a pasarle sus rivales. Fue cuando el entrenador que la iría acompañando hasta lo más alto le prometió que, tarde o temprano, iba a ganar. A ese espíritu indomable sumó la pulida técnica característica de la escuela accitana de marcha. De Orce a Guadix y de Guadix, al mundo.
María Pérez fue acostumbrándose poco a poco a los podios hasta debutar como atleta internacional en Rusia, en 2012, cuando solo tenía 16 años. Del Nerja la ficharía el Valencia, y tras proclamarse campeona de España sub-19 y sub-23 de 10 kilómetros recibiría la primera llamada para la Selección absoluta. Volvió de los Juegos Iberoamericanos de Río de Janeiro en 2016 con una medalla de plata y un año después debutó en el Mundial con un décimo puesto y marca personal en Londres. Su meteórica progresión la hizo pasar de promesa a realidad de un plumazo en 2018, cuando se proclamó campeona de Europa en Berlín con récord del campeonato y nacional. Un registro de 1:26:36 que todavía es el mejor de su vida.
Mantuvo su condición de mejor marchadora de Europa en 20 kilómetros en el durísimo Mundial de Doha, bajo unas inhumanas condiciones de más de 30 grados y un 70% de humedad para un octavo puesto que le dio la clasificación olímpica, pero nunca imaginó lo que estaba por venir: ya no solo la pandemia, sino la enfermedad de su mujer. Vivió aquellos meses con angustia y partió motivada hacia Tokio tras el aplazamiento de los Juegos por un año, pero no volvió con el resultado que esperaba. Ese que ahora espera en París, donde, a diferencia de entonces, sí espera verse rodeada por todos sus seres queridos. En Múnich estuvieron sus padres, pero no su mujer; en Budapest sí estuvo su mujer, pero no sus padres.
Lo que no esperaba María Pérez era que de un tiempo a esta parte y de repente a ella, que siempre se caracterizó por una técnica inmaculada que le hacía terminar las carreras sin amonestaciones, los jueces empezasen a penalizarla por su forma de marchar. Las durísimas descalificaciones tanto en el Mundial como en el Europeo del verano pasado le hicieron replantearse todo, incluso abandonar el deporte que ama, pero la confianza de quienes siguieron creyendo en ella la motivó para empezar de cero con la ilusión de brindarles una medalla en los Juegos de París, que espera que sean los suyos. Poseedora de once títulos como campeona de España y de los récords nacionales en 3.000, 5.000 y 10.000 metros en pista y en 20 y 35 kilómetros en ruta, a nivel mundial también el de la distancia larga, María Pérez ansía una medalla olímpica tras dejar atrás sus meses más oscuros.
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