Entre el balón y la muñeca se quedó con la pelota

Cuando Rocío Gómez (Alhendín, 1998) tenía tres años, sus padres le regalaron un balón y una muñeca y se lanzó a por la pelota. Ya no la soltó. Se formó como jugadora de fútbol sala en la escuela de su pueblo, en el Futsalhendín, rodeada de niños. Tuvo que esperar a cumplir los quince años para debutar con las chicas del equipo de la Universidad de Granada y posteriormente pasó por el Loja y el UCAM de Murcia, donde vivió sus años más felices, antes de recalar en su actual equipo, el Universidad de Alicante, de la Primera división nacional. En 2018 debutó con la Selección Española absoluta en el Torneo de la Amistad de Moscú y ahora sueña con volver tras unos años de ausencia para disputar la próxima Eurocopa. Es una enamorada de su deporte: «El fútbol sala es muy emocionante, un partido se puede decidir en dos segundos. Nunca sabes por dónde puede salir».

A Rocío le gusta jugar a fútbol pero sobre todo pensarlo. En su equipo asume el rol de 'sacadora' cuando el balón se detiene. «Cada jugada tiene sus variantes según la defensa del rival, si es individual o en zona; debes tomar la decisión adecuada. Me gusta todo lo táctico, aunque tenga que memorizar muchas jugadas. Ese estudio también es parte del fútbol sala», entiende la granadina, que siempre destacó por su visión de juego, además de por la técnica en el regate para el uno contra uno. Virtudes que fue puliendo desde que empezó a jugar con su padre y hasta que entró a su primer equipo con cinco años. «Mi madre entendió que era lo que me gustaba y lo aceptó. De hecho, en el pueblo le preguntaban cómo podía tenerme apuntada con niños, y ella respondía que eso era lo que yo quería», resuelve con naturalidad.

De la escuela del Futsalhendín se llevó a sus primeros compañeros, algunos todavía sus amigos a día de hoy. «Nunca olvidaré aquellos años», admite. «Nos enseñaban cada posición del fútbol sala y sus roles a través de juegos interactivos, no profundizaban tanto en la táctica, que ya vino más adelante», rememora, divertida. En su segundo año en la categoría infantil dejó el pueblo y empezó a entrenar con las chicas del equipo de la Universidad de Granada, de la Segunda división nacional absoluta. «Debuté al día siguiente de cumplir los quince años porque antes no se podía. Fue muy bonito, vino mi padre a verme y tenía muchos nervios, pero ya venía aclimatada a mis compañeras y me lo hicieron ameno», desvela Rocío Gómez, que hizo aquel camino junto a María Trujillos, de su edad y en su misma situación.

Con ella se fue al Loja, donde consiguió hacerse a la categoría y a competir con mujeres. Un día, después de enfrentarse al UCAM de Murcia en casa, el presidente murciano, Miguel Sánchez, se le acercó para pedirle su teléfono. «No pensaba que me fuesen a llamar pero llegó el verano y lo hicieron. Me quedé blanca, no sabía qué decir. Lo hablé con mi familia, me preguntaron qué quería hacer y decidí irme. Me daba algo de miedo salir de casa, pero tenía bastante claro que si no lo hacía quizás no volviese a pasar ese tren», recuerda Rocío hoy, orgullosa de una de las mejores decisiones de su vida, si no la mejor. «En Murcia viví mis mejores años junto a Alicia Morell. Aprendí muchísimo», admite.

Fueron cinco temporadas y, como dicta el refrán, a la tercera fue la vencida: ascendieron a Primera división. «Fue uno de los mejores días de mi vida. Fue un partido muy intenso e igualadísimo hasta el final contra el Unami de Segovia. Nos jugaron de cinco y nos defendimos como pudimos. Cuando sonó la bocina montamos una fiesta que no fue ni normal. La ciudad se volcó con nosotras, nunca había visto tan lleno el pabellón», rememora Rocío con emoción. Todas notaron el salto de calidad: «Ni las veíamos pasar, fue un baño de realidad. Nos llevó media temporada adaptarnos, pero lo hicimos y nos salvamos».

Ampliar

La otra gran alegría de su carrera profesional se la llevó en 2018 cuando encendió el teléfono al volver a su piso después de un examen de Fisioterapia. «No dejaban de entrarme mensajes y llamadas y no sabía qué pasaba; me habían seleccionado para jugar con la Selección Española absoluta el Torneo de la Amistad en Moscú. No me lo creía. Fue una ilusión muy grande», expresa la granadina, que vivió como un sueño aquella experiencia desde la primera semana de entrenamientos en Las Rozas. «Fue una pasada, una experiencia inolvidable. Se me ponían los pelos de punta al escuchar el himno antes del partido. Todas tuvimos minutos y, además, ganamos», se congratula Rocío Gómez. «Tengo que seguir trabajando para volver porque es un equipo muy completo con algunas de las mejores jugadoras del mundo. Aspiran a todo», asegura, con la próxima Eurocopa en el horizonte.

En verano de 2019 decidió cambiar de aires hacia el Universidad de Alicante, también de Primera. «Tenía ganas de probar algo diferente y al principio me costó adaptarme, tanto al sistema de juego como a la residencia de jugadoras, pero ahora me encuentro muy bien», confirma. La pandemia suspendió su Liga en el mejor momento de su equipo y en la distancia vio cómo la crisis desencadenada se llevaba por delante a su exequipo, el UCAM de Murcia, que desapareció. «Me dolió mucho. Las compañeras me llamaban llorando a veces. Fue muy triste», lamenta Rocío Gómez. Ahora sus miras están puestas en la Copa de la Reina y en las cuatro primeras posiciones de su grupo para disputar el 'play off' a final de temporada. Metas que le permitirían vestir de rojo otra vez, con el sueño de la próxima Eurocopa de fútbol sala muy presente.