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Con motivo de la clausura de su centenario la Real Sociedad de Tenis homenajeó la noche de este pasado sábado a María Teresa Cuadrado (17/10/1931). A una amante del esquí o el montañismo que a finales de la década de los cuarenta se ... decantó por la práctica con la raqueta y acabó por conquistar cerca de 400 torneos que hoy la erigen en leyenda. Se inició por «acompañar a una amiga que quería adelgazar». Al final vino a refrendar que Granada llegó a estar representada en el siglo pasado por grandísimos tenistas, como quien fuera número uno del ranking mundial Manolo Orantes o con quien llegase a ser igualmente representante de España en la Copa Davis José Higueras.
-Al concluir con 35 años su carrera profesional sintió con razón que no había tenido todo el reconocimiento que merecía. Y fíjese usted la sorpresa que se llevó el sábado...
-Pues sí. Ahora me siento sobrepasada, no sabía que la gente me quería tanto. Todo el mundo me besaba y abrazaba. La verdad es que el acto fue muy bonito. No esperaba que mi tenis fuera tan valorado.
-Quizás ya pudo darse cuenta de eso en 2002, cuando el Tiro del Pichón la homenajeó poniendo su nombre a la pista número uno.
-Pues sí, aquello también fue muy emotivo. Llegué a llorar. Fui a jugar un partido con Francisco de Paula y de repente vi cómo se llenaba de gente la pista. Estaba todo preparado.
-Ahora también le aplaude la prensa, con quien fue un poco huidiza en su momento.
-Sí, pero eso también tiene su explicación. Parece que yo soy muy extrovertida, pero lo cierto es que era algo tímida. Por eso, cuando venían los periodistas trataba de esquivarlos y no salía en los periódicos ni nada. Me sigue sin gustar verme en los papeles, lo que pasa es que ya tengo otra mentalidad. Ya ha pasado mucho tiempo de aquello...
-En 1950, al poco de debutar, ganó el Campeonato de Granada. ¿Es cierto que era tan superior que tuvo que desistir de seguir disputándolo para que las rivales no se desanimaran?
-Eso es verdad. Una compañera mía que falleció recientemente me dijo: 'deja de jugar, porque es que si no las otras no hacemos nada'. Ellas competían entre sí, pero si me metía yo les ganaba. Aunque vamos a ser sinceros, en aquellos momentos las chicas de aquí jugaban muy poquito.
-Al poco usted comenzó a salir de Granada y así fue vencedora en veinte ocasiones del Campeonato de Andalucía, que llegó a disputar por última vez con casi 50 años pese a estar retirada. Con esa edad seguro que hubo quien la subestimó...
-Más bien fue una pena, porque yo estaba jugando bien y ahí hubo 'trasteo', trampillas, y me ganaron de mala manera. Yo acepté participar si no me metían a jugar de noche. Pero lo hicieron en semifinales. Al día siguiente tuve que jugar la final por la mañana, que perdí después de que me dieran calambres. Y ya no jugué más.
-En 1952 se llevó los títulos en individual y dobles del Campeonato Universitario, pero en el de España tuvo que esperar hasta 1966 para coronarse en dobles. ¿En ello tuvo que ver el dominio de tenistas como Pilar Barril, Carmen Hernández Coronado o Ana María Estalella?
-Sí, pero contra ellas también jugué buenos partidos. Con Estalella me iba en el coche y jugaba todos los campeonatos de España. Muchas veces ella y yo llegábamos a la final y siempre me ganaba. Era superior.
-Disputó en París Roland Garros, donde llegó a tercera ronda en individuales. Además, jugó Wimbledon, donde se estrenó en hierba. ¿Es cierto que eso lo acusó tanto que le costaba darle a la bola?
-Sí, hice pareja con José Mandarino, que jugó con Brasil la Copa Davis. La hierba de entonces era diferente a la de ahora, la pelota botaba y arrasaba. Recuerdo que me caí en la primera carrera que di. Jugué muy mal. No nos dejaron entrenar en aquella superficie para no estropearla.
-¿Cómo era aquello de jugar con faldita en unos años en los que el régimen de Franco se preocupaba por la preservación del recato?
-Cuando yo empecé a jugar en Granada lo hice con faldas más largas que las que nos poníamos para ir a la calle. No lo notaba, corría como un gamo. Pero eso me duró hasta que salía fuera, porque pasé a jugar con falditas al igual que todas las competidoras. La mía era cortísima, con todo lo beata y pudorosa que soy. Me acuerdo que mi director espiritual me dijo: 'hay que ver con las faldillas tan cortas con las que jugáis'. Pero después de explicarle que era una práctica habitual me dijo: 'pues tú, como todo el mundo, no te vayas a destacar por nada. Le metes las tijeras y andando', ja ja. No eran como las de ahora, llegaban a medio muslo. Eso me permitía estar más ligera de piernas.
-De 1972 hasta 2005 se dedicó a formar talentos, lo que en España se realizó muy bien durante los últimos tiempos. ¿Sigue prefiriendo el tenis de Santana o Nastase?
-No. Me encantan como juegan Rafa Nadal o David Ferrer. Aquellos otros tenían más inteligencia para otras cosas, como las dejadas. Los de ahora son más de pegada fuerte.
-¿Qué le parece Garbiñe Muguruza?
-Que su tenis es ya otra cosa. El mío era muy complicado, porque no me enseñaron técnicas. Un día me preguntaron: '¿qué es lo que haría usted contra ella?'. Y yo le dije: 'seguir de vista las pelotas, porque yo no llegaría a ellas con los trallazos que mete'.
-En Granada también hay tenistas destacados como Roberto Carballés o Nuria Párrizas, ¿los vio jugar?
-No, son tenistas de la época moderna. Por edad es como si fueran mis nietos. Pero los conozco. Los éxitos de Carballés me hacen sentir orgullosa, conozco a gente de su entorno como José María Garrido, que incluso me los dedicó.
-Los dos confían la consecución de resultados a rigurosos procesos de preparación. ¿Cómo hubiera encajado usted en ellos?
-En ese plan creo que ni hubiera sido tenista. Eso de levantarte por la mañana y ponerte a entrenar sin parar... ¡qué horror! A los tenistas de hoy día los tienen agobiados. En mi época nos entregábamos, pero éramos más libres. Nos lo pasábamos estupendamente fuera de las pistas.
-Pero sus éxitos trasladados a hoy día la convertirían en millonaria. ¿Nunca pensó que nació en un momento equivocado?
-No, no. En aquellos tiempos todo era muy pobre. Como mucho, nos pagaban los viajes y las estancias, aunque en los últimos años sí que gané un poco de dinerillo. Pero yo prefiero no haber tenido ni un duro, porque jugué una época en la que los tenistas podíamos llevar una vida muy agradable. Esos momentos fueron preciosos y no los cambio por todos los tesoros del mundo.
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