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Lidia Redondo es la más ilustre gimnasta granadina. En rítmica se quedó a las puertas del podio y la medalla en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Logró la cuarta plaza con la selección española y vivió «una experiencia impresionante, seguramente de las más importantes de mi vida, no es comparable a ninguna otra de eventos de alta competición», recuerda la nazarí.
En la memoria de Lidia Redondo perdura «la ceremonia de clausura, por lo especial que fue. Nosotras no estuvimos en el desfile porque la rítmica empezó en el ecuador de los Juegos, pero ver el estadio lleno con la gente gritando en el cierre, deportistas de todos los países, fue brutal».
La granadina no disfrutó de la villa olímpica pero los recuerdos son muy gratos, «nos instalaron en un hotel cerca del pabellón en el que competíamos».
Después de estar tan cerca de la medalla, Redondo aclara que «la meta no estaba en un principio en los resultados, el objetivo principal del equipo era culminar todo el trabajo del año, de los momentos previos de la preparación, así, haciéndolo bien, vendría los resultados por si solos, yo ni siquiera pensaba en que obtendría el diploma olímpico, pero cuando nos clasificamos para la final como quintas ya sí pensamos en un logro mayor, no conseguimos la medalla, pero, bueno, no importa tanto, porque quedamos muy contentas y satisfechas de nuestra participación». La granadina sabe que su deporte tiene connotaciones subjetivas y que, al final, se está en las manos de los jueces y se depende de ellos. Es más, Lidia es profesora de instituto en Educación Física porque se licenció en la Facultad de la Actividad Física y el Deporte, además de que también ejerce como entrenadora tras formarse en los tres niveles a escalada nacional e internacional, así como de jueza.
Lidia Redondo guarda con cariño en su corazón aquel cuarto puesto y el diploma olímpico, como grabado a fuego, el punto más alto de su carrera deportiva, aunque no puede olvidar la ilusión que le hizo su primer Europeo de júnior o el Campeonato del Mundo, «porque me dejaron huella también en mi vida profesional y personal».
El lado oscuro del deporte fueron las lesiones que soportó, que le impidieron participar en la siguiente olimpiada de 2016. La primera dolencia de tobillo llegó en 2013, tuvieron que operarla y «fue un punto de inflexión». Llegó a anunciar la retirada poco después, en 2014, pero el tesón le llevó «a prepararme de nuevo». Por eso regresó al tapiz para acudir a sus segundos Juegos Olímpicos. Por desgracia, volvió a lesionarse, esta vez en el otro tobillo, lo que le impidió seguir y abandonar entonces de forma definitiva, para dedicarse a la docencia. Ahora desempeña un «trabajo muy bonito» en la enseñanza y opina que la gimnasia artística está a una gran altura. «Tenemos un gran equipo, suficiente para luchar por el podio en los Juegos de París», además de que no descarta que «en un futuro no muy lejano pueda haber chicas de Granada que lleguen a la élite, porque también se realiza una gran labor en nuestra ciudad».
Lidia Redondo vive en Madrid, pero se siente siempre cerca e identificada con su tierra, acude a cualquier llamada y visita con asiduidad la ciudad de la Alhambra. También es muy querida en La Zubia, donde residió. En Granada le dedicaron un trofeo con su nombre.
Redondo es el espejo en el que se miran las niñas y jóvenes, para intentar disfrutar de la gimnasia rítmica a alto nivel como ella y, si es posible, acudir a unos Juegos Olímpicos. Y es que Lidia nunca olvidará que el concurso realizado en Londres hace doce años le salió, claro está, redondo.
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