

Ana Alonso | Esquiadora de montaña
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Ana Alonso | Esquiadora de montaña
«Todos los palos que me dio la vida me llevaron hasta los Juegos Olímpicos»Clasificarse para todos unos Juegos de invierno parecía ya impensable cuando Ana Alonso (Monachil, 1994) dejó el esquí de fondo y terminó pasándose al de ... montaña. La disciplina debutará como olímpica dentro de diez meses en Milán-Cortina d'Ampezzo (Italia) y allí estará la granadina aspirando a todo, tanto en la prueba de sprint como en la de relevo mixto junto a Oriol Cardona, incluso a la medalla de oro que se le resiste a España desde la de 'Paquito' Fernández Ochoa en Sapporo hace ya medio siglo. Pura ambición bajo la que subyace el deseo por honrar la memoria de su padre Gerardo, una eminencia de Sierra Nevada como guía que falleció en un trágico accidente tras un desprendimiento en la Vereda de la Estrella cuando ella tenía quince años. Este fin de semana vuelve a su estación, sin afán competitivo, por el Campeonato de España individual y vertical.
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–¿Cómo está viviendo este momento de plenitud?
–Muy feliz, porque unos Juegos son lo máximo a lo que un deportista puede aspirar. El primer objetivo era conseguir las plazas y una vez allí lucharemos por las medallas. Está siendo un camino muy bonito. Desde que se dijo que el esquí de montaña sería olímpico, creímos mucho en ello y mejoramos paso a paso.
–Fue una lástima la penalización en Val Martello que les arrebató una nueva medalla de oro en la Copa del Mundo...
–Sí, fue una gran decepción, la verdad, porque justamente allí ganamos nuestro primer relevo mixto hace dos años y es un circuito especial al que volvíamos con muchas ganas. En la segunda bajada de la primera vuelta de las chicas había puertas directas, por lo que teníamos que pasar dos en el mismo giro, y yo solo pasé una y me dejé la siguiente... lo comuniqué al equipo aunque a veces pasa desapercibido para los árbitros para que Oriol pudiera recuperar tiempo. Me supo muy mal, pero rendimos muy bien después de tantos días de competición. Siempre digo que todo lo que te pasa no vuelve a ocurrir, así que lo tacho y aprendo.
–El oro de Bormio debió saberles a gloria...
–Sí, estábamos muy motivados y con mucho 'feeling' con el circuito en el que además competiremos en los Juegos. Además, ganamos por primera vez a la pareja francesa y dimos un golpe sobre la mesa.
–Nada comparado con la plata de Morgins que valió el pase para los Juegos, aunque tuvieran la tranquilidad del ránking...
–Fueron momentos muy emotivos porque además fue una carrera sufridísima desde el principio; no recuerdo ninguna otra prueba de relevo con tanto nivel. La segunda vuelta se nos hizo muy larga a muchas, entre ellas a mí. Oriol remontó 25 segundos y, cuando parecía que nos quedaríamos terceros, entró segundo y conseguimos la clasificación directa. Verlo como algo ya real fue muy bonito.
–Si hace diez años le dicen que iba a competir en unos Juegos... ¿se lo habría creído?
–No, sinceramente. Con el esquí de fondo sí lo soñaba, pero al dejarlo y pasarme al de montaña, que no era olímpico, dejé de pensarlo. Fue una locura que se reabriera esa posibilidad. Por eso me emocioné tantísimo al conseguir la clasificación; porque cerré los ojos y me vi de pequeña pensando que ya iba a ser imposible.
–¿Se imagina ya allí?
–Sí, sí. Nos quedan diez meses para seguir trabajando y mejorando, pero nos ilusiona mucho que sea el debut del esquí de montaña en unos Juegos.
–Vaya tándem ha formado con Oriol Cardona, ¿no?
–Tenemos mucha complicidad entre nosotros y confiamos mucho el uno en el otro. Tenerle en mi equipo es un privilegio porque es el mejor del mundo en sprint y relevo desde hace mucho tiempo, campeón del mundo y de Europa desde hace cuatro años. Hace auténticas locuras. Tratar de estar a su altura y ganar carreras es una motivación para mí. Siempre me dice que esté tranquila, sobre todo en la primera vuelta, porque sabe que se hace duro. Me transmite mucha calma porque siempre tiene fuerzas para remontar aunque yo la 'cague'.
–¿Qué tienen de particular las pruebas de relevos?
–La responsabilidad es doble porque no compites en solitario y te esfuerzas más que en las pruebas individuales porque sabes que tu compañero va a dar todo lo que tenga. Te hace dar un extra cuando parece que no te queda más.
–¿Qué opciones se ven en los Juegos?
–Queremos ganar, obviamente, porque estamos demostrando que podemos. Ese es el objetivo. Un bronce olímpico nos dejaría contentos, y tampoco queremos meternos la presión de ser los favoritos para una medalla de oro que hace 50 años que no se gana, pero vamos con todo.
–Más allá del relevo, también viene potentísima en el sprint.
–Está siendo mi mejor temporada porque nunca había conseguido cuatro finales seguidas y estoy muy contenta. Muchos dicen que al hacernos mayores perdemos la explosividad, pero yo he cumplido ya los 30 y me siento mejor que nunca. La experiencia es un grado y, con cuatro rondas en tres horas, la parte aeróbica es muy importante.
–¿Ve algún punto de inflexión en su despegue personal?
–No tanto como el trabajo de muchos años haciendo las cosas bien y creyendo en mí misma, con mucha dedicación. No fue un año nada fácil porque a finales de octubre me rompí el peroné y dos ligamentos del tobillo y fue muy complicado comenzar así, sin entrenar. Sin la determinación que tuve esos días, no estaría aquí. A esos problemas físicos les siguieron otros que no sé si habría superado sin el bagaje que llevo. Todo lo que he vivido me hizo más fuerte. Me centré en lo que podía hacer y pasé mucha horas mirando una pantalla con el rodillo en el CAR mientras el resto del equipo esquiaba, con toda mi energía puesta en los objetivos de este mes sin que la cabeza fuera más allá.
–¿Qué significa el 'flow'?
–Es el estado de fluidez cuando rindes y las competiciones van saliendo bien, y es difícil de mantener toda la temporada, pero lo importante es tirar de recursos en aquellos momentos de no tanto esplendor para conservar el nivel competitivo como para un quinto puesto o un 'top-10', que no está nada mal en Copa del Mundo, cuando no dé para un podio. Todo eso lo dan los años.
–Seguro que no hay un día, ni una competición, en la que no se acuerde de su padre Gerardo...
–Es mi fuerza. En estos últimos meses, con todo lo que estoy consiguiendo, pienso en lo que me habría encantado compartirlo con él y no hacerlo es una espinita clavada muy grande. Mi padre me enseñó la pasión por la montaña, la conexión con todo que nos rodea ahí, y si no lo sintiera no seguiría haciendo esquí. Por suerte tengo a mi madre y a mis hermanos, que son mi gran apoyo.
–¿Qué cree que le diría si le viera dedicándose al esquí de montaña y no al de fondo?
–Supongo que estaría muy contento, pero como hace ya quince años que se fue... sé lo que pensaría, pero no exactamente lo que me diría. Seguro que lo viviríamos con mucha complicidad.
–¿Sigue sintiendo esa conexión tan grande con la naturaleza?
–Sí, me pasó el pasado fin de semana en Val Martello. Me vi rodeada de montañas y pensé que hago el deporte más bonito del mundo; es incomparable. Otras disciplinas olímpicas se entrenan mucho más en las estaciones, pero yo intento salirme de la pista en busca de todas aquellas sensaciones que me engancharon a la mía.
–¿Cómo mira a día de hoy al año y medio que estuvo sin competir tras fracturarse la tibia y el peroné en 2017 y volver a quirófano por unas taquicardias después?
–Lo veo como un aprendizaje. Hasta estuve de camarera en Mallorca... Hay que gente que solo aprende a base de palos y yo me llevé unos cuantos, pero también descubrí que soy una de esas personas que no paran salvo que el cuerpo les dé muchas señales. Creo que en mis inicios quise ir muy rápido, con referentes como Claudia Galicia, Mireia Miró o Laura Orgué, que eran buenísimas y yo quería estar a su altura, pero este deporte requiere mucho oficio y si estoy obteniendo resultados ahora es porque llevo ocho años ya. Esa paciencia me aportó mucho.
–Compite por el club Alpujarra...
–No soy de allí, sino de Monachil, pero siempre he estado muy vinculado con su gente por Jesús Espinosa, de Nevadensis, quien fundó el club y fue la primera persona con la que salí para hacer esquí de montaña y que me apuntó a una competición. Al principio no me gustó mucho, pero si ahora estoy donde estoy se lo debo a él porque me insistió y ayudó mucho. Es el padre que tengo desde que me falta el mío.
–Competir en Sierra Nevada le hará siempre especial ilusión...
–Me habría encantado pelear por el título y mostrar mi 100%, pero la temporada es muy larga y después de tantas competiciones hay que saber cuándo despuntar y cuándo no. Mi lucha ahora mismo no es ser campeona de España sino seguir sacando podios en Copa del Mundo. Aun así, me pondré el dorsal sin presión para disfrutar de las montañas de casa y pasármelo bien porque sé que el club Sabika está haciendo un trabajo increíble, diseñando circuitos muy bonitos de puro esquí de montaña, y quiero honrarlo.
–¿Qué tiene esta estación que no tengan otras?
–La altura, porque prácticamente su totalidad supera los 2.000 metros y eso permite esquiar hasta muy tarde en la temporada, quizás hasta junio en esta por las últimas nevadas, y eso la hace perfecta para el esquí de montaña y para que la gente aproveche la primavera cuando en los Pirineos ya no queda nieve. Luego, además, tiene unos atardeceres increíbles en los que pueden verse el mar e incluso Marruecos.
–Y el CAR debe ser un lujo...
–Totalmente, es mi segunda casa. Tiene unas instalaciones increíbles y, con la ciudad a 30 minutos para despejarse, pocos lugares hay mejor para preparar una Olimpiada. Es magnífico.
–¿Cómo suele entrenar?
–Según me encuentre, intento echar un par de horas, aunque haya días más aeróbicos que otros, más allá de la intensidad de las series o el gimnasio para no perder la explosividad. Puedo hacer subidas con cinco o seis cambios de ritmo o rondas completas simulando la competición.
–No entrena sola, sino con otros jóvenes talentos como María Ordóñez o Gonzalo Casares.
–Cuando estuve en el Valle de Arán me sentí un poco sola, y ellos me aprietan las tuercas muchísimo. Demuestran que hay cantera para seguir el camino que quizás abriera yo. Están plantando cara a comunidades como Cataluña que llevan 20 años más con ayudas. El relevo generacional está asegurado.
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