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María Rascón se ha convertido en una gran rider. IDEAL
Campeonas | María Rascón, rider de los imposibles
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María Rascón, rider de los imposibles

Tras una vida de constante sacrificio y esfuerzo, la motrileña conquistó su sueño de convertirse en «una de las mejores riders de España», y ahora planea hacerse también con los campeonatos nacionales de snowboard

CAROLINA PALMA

Granada

Jueves, 19 de marzo 2020, 01:31

A la rider María Rascón López la conocen todos los que frecuentan las pistas de Sierra Nevada, cosa fácil de concebir teniendo en cuenta que la granadina vive sobre la tabla, haciendo saltos, giros y trucos que para muchos podrían parecer imposibles. Ella es profesora de snowboard y «una de las mejores riders españolas», según algunos de los testigos que la han visto deslizarse. Su mayor amor y centro de atención es la nieve. Sin embargo, hace menos de diez años, si la conocían en la estación granadina no era a causa de su destreza en la nieve, sino por su trabajo como camarera sirviendo mesas en La Muralla, uno de los restaurantes más frecuentados de Prado Llano.

María Rascón nació en la localidad granadina de Motril, a orillas de la playa. Allí creció en el seno de una familia que tuvo que luchar mucho para poder salir adelante, enfrentando constantes dificultades desde sus primeros pasos sobre la tierra. La pequeña, que se desinhibía de todo conflicto buscando actividades extraescolares con las que distraerse, soñaba sin embargo con los deportes de tabla que «por desgracia», se les salían de las cuentas. Hoy, María Rascón afirma que «tenía corazón de surfera incluso antes de poder probarlo».

Un golpe de suerte la atizó a los 15 años, cuando el instituto al que asistía programó una semana en la Sierra para aprender deportes de nieve. Para todos aquellos que no podían costearse los gastos de su bolsillo, se pusieron a disposición de los alumnos dulces navideños a vender, de manera que ninguno se perdiera la aventura por falta de medios. «Vendí todos los mantecados habidos y por haber», rememora María, que no quiso perder tal oportunidad de aproximarse al fin un poco más a su sueño. Así, al siguiente febrero, la motrileña se encontró por primera vez sobre las pistas de nieve granadinas de pie sobre una tabla, y con todas las ganas y energía del mundo. Su psicomotricidad, pasión y estado físico la llevaron a avanzar mucho más que ninguno de sus compañeros: «Al final del primer día, ya estaba bajando hasta el río; una pista azul que, a la mayoría de los aprendices, les cuesta en torno a los cinco días llegar a conquistar».

María acabó la semana realizando saltos y giros de todo tipo y, al volver a casa, no podía creer que semejante sueño hubiera llegado a su fin. «Le decía constantemente a mi madre que tenía que volver, que quería vivir haciendo snow, y ella me recordaba que vivíamos demasiado lejos de la Sierra como para poder subir con frecuencia, y que los costes eran demasiado altos», cuenta regresando a su más tierna infancia.

María Rascón, por los aires. IDEAL

Sin embargo, tal y como ya había hecho antes, lejos de contentarse con la declaración de los imposibles, María no bajó los brazos hasta encontrar la manera de poder seguir subiendo a la nieve para entrenar el que, desde niña y aún sin probarlo, estaba destinado a ser su deporte. «Me regalaron todo el material necesario, y conseguía colarme siempre que podía con unos amigos de mi hermana que subían a hacer snow. Me ponía detrás de ellos intentando seguirles, y lloraba de la impotencia cuando no podía alcanzarlos», recuerda la joven rider, que aprendió «a base de golpes duros y caídas».

Llegó así hasta los 18, pagándose el forfait con el dinero que le sobraba de la beca escolar, y alcanzada la mayoría de edad decidió mudarse lo más cerca de la Sierra para poder perseguir su sueño. «Mi madre me pagó un curso de quiromasajista en Granada y me fui a dormir a la casa de una amiga», aclara María, que por las tardes estudiaba y por las mañanas utilizaba el único dinero que tenía para poder subir a Pradollano a buscar trabajo. «Miraba las pistas desde lejos soñando algún día poder volver a subir», comparte.

La búsqueda fue intensa hasta que, al fin, dos semanas después el dueño de un conocido restaurante del pueblo acabó por acogerla. «No sólo me contrató, sino que me dio habitación en la estación, me enseñó cada gaje del oficio y me presentó a toda la gente de la Sierra», le agradece. Fue durante los dos años que pasó trabajando como camarera cuando conoció a sus futuros jefes, aquellos que le darían su primer trabajo sobre la nieve. Eran los dueños de la Escuela Española que, buscando a alguien que supliera el puesto que se les había quedado libre en la ludoteca infantil, confiaron en María, a pesar de no tener ningún título que la avalara, sólo por la buena relación que mantenían mientras ella les servía en el restaurante.

«Trabajaba con los ojos puestos en el título de técnico deportivo, pero en Granada todos los institutos eran privados y no podía costeármelos», admite. La futura rider profesional, haciendo ejemplo de vida, curró pacientemente durante dos esforzados años más y se mudó a la Puebla de Segur, en el pirineo de Lérida, para poder estudiar en el instituto público. Al regresar, ya como técnico deportivo de nivel 1, se hizo un hueco en las escuelas granadinas, para volver a trabajar en la Sierra pero, al fin, como profesora de snowboard.

María Rascón logró su sueño, sin que fuera nada fácil. Dedicó muchos años al trabajo sin descanso para poder al fin conseguir lo que siempre había deseado. El año pasado, tras la dolorosa muerte de su padre, que la mantuvo durante seis meses de cuidados intensivos en el hospital, se dio cuenta de que la vida era mucho más que el simple trabajo. Desde entonces comenzó a tomarse cada día con más calma, y ahora dedica la mayor parte de su tiempo a deslizarse sobre las pistas y los parques de Sierra Nevada sin ánimo de lucro, planteándose conquistar también el mundo de la competición y los campeonatos nacionales en un futuro muy cercano. Sigue trabajando como profesora y camarera los fines de semana, pero al fin disfruta más y puede vivir su sueño, aquel que le costó casi 25 años llegar a alcanzar.

La motrileña María Rascón López luchó, trabajó, se esforzó y nunca creyó que nada fuese totalmente imposible, demostrando sin quererlo que, aún cuando todo parece oscuro y abandonar el túnel se torna imposible, siempre acaba apareciendo una salida si uno decide nunca darse por vencido.

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