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Kárate por tanguillos y alegrías. Así suena el barrio de Beiro cuando Abril Angulo inicia su sesión de entrenamiento. La granadina realiza una llamativa y pintoresca combinación de artes marciales con flamenco prácticamente a diario. Arranca en el tatami, donde la concentración es máxima para clavar los infinitos movimientos de su técnica. Después cambia el 'karategui' –el kimono– por el mantón y los tacones, pero la misión no cambia. Deja llevar su cuerpo y su mente de cara a sacar todo su potencial. También todo su arte. Dos formas distintas de expresión corporal con las que fluir y 'vestirse' de plata.
Esta joven karateka nació para subirse a un escenario. Tanto al de su arte marcial, como a los tablaos. Abril compagina el kárate y el baile flamenco desde que tenía cinco años. Lo hace con garbo y con la profesionalidad que implica la élite. Una condición indispensable para triunfar en lo más alto. «Me acabo de proclamar subcampeona del mundo. Fui a competir a Venecia en 'kata' por equipos junto a mis compañeras de la selección española y nos plantamos en la final. El nivel de exigencia fue altísimo y ha sido una experiencia increíble», detalla la deportista a IDEAL sobre el tatami de su gimnasio.
A sus 17 años entrena en el Karate Shito-Ryu de la calle Manolé. Es la instalación que abrió hace años su padre y entrenador Wenceslao Angulo, que guía a distintos jóvenes en la disciplina de 'kata'. «Consiste en llevar a cabo una coreografía con distintos movimientos de distinto significado en un orden concreto. Hay posturas de ataque y de defensa en las que todo cuenta. Su ejecución, la posición de los pies, el rostro del karateka... Hay que tenerlo todo previsto para obtener la mejor puntuación posible. Cualquier fallo te fastidia el ejercicio y te penaliza», revela.
Abril ya había brillado en torneos de Andalucía o España, pero le faltaba subir un escalón. Hace unas semanas debutó en el Mundial júnior de kárate junto a Judith Anguera, Beatriz Palleiro y Lucía Rodrigo. Todas se colgaron la medalla de plata en el podio tras una ardua competición. «Nos enfrentamos a México en la primera eliminatoria, un rival de un nivel inferior. Más adelante nos cruzamos con Luxemburgo, al que también derrotamos. En semifinales nos citamos con Egipto, que fue un hueso muy duro. De hecho, ganamos por una sola décima. Estuvo muy ajustado, pero pasamos a la final contra Japón. Son la cuna del kárate, un rival muy complicado. Perdimos, pero acabamos muy contentas. Fue nuestra primera vez en un campeonato del mundo y quedamos segundas», saca pecho.
Tras el subcampeonato, el camino de la karateka está lejos de allanarse. Este noviembre viajará hasta Córdoba para disputar el Nacional con un objetivo entre ceja y ceja. En unos meses se celebrará el Europeo en Polonia, una cita con las mejores deportistas del continente, donde ansía estar la granadina. «Necesito ganar el campeonato de España para poder representar a mi país más adelante. Nunca se sabe, pero cuanto mejor sea mi rendimiento, más posibilidades tendré de participar. Mis compañeras de la plata van a competir también, así que no será fácil», argumenta Abril.
La karateka embelesa durante el 'kata'. Fija su posición, en cuestión de milésimas de segundo prepara el próximo movimiento en la cabeza y lo plasma sobre el tatami. Siempre con el ímpetu y la fuerza de un ciclón. Una explosividad que remarcan sus 'kiais' –el grito por antonomasia de múltiples artes marciales– mientras el uniforme se agita y cruje como una ráfaga de viento. La imagen se asemeja a la otra gran pasión de Abril. La única por la que deja el cinturón negro por el abanico y los volantes.
«Además de kárate, también bailo flamenco. Empecé desde pequeña de la mano de mi madre y mi hermana. En el gimnasio también tenemos una sala de danza, por lo que lo practico con frecuencia. Me ayuda con los 'katas', ya que hago los movimientos más elegantes. En las pruebas femeninas también se premia la belleza del ejercicio», informa la deportista. Para Abril el flamenco supone una vía de escape de la máxima exigencia. Una forma distendida de cerrar su jornada sin dejar de entrenar el cuerpo.
«No podría elegir entre kárate y flamenco. Uno es mi deporte y el otro, mi 'hobby'. Es parecido a la pregunta típica de mamá o papá. El baile me ayuda a despejarme y a quitarme la presión de la competición. Bailo porque me gusta, sin pensar en que tengo que entrenar para un torneo, mejorar... Mi madre da clase por las noches, así que la acompaño y practico. No me importaría dedicarme a ello en el futuro. De profesora, por ejemplo», reconoce. La joven afronta su último curso del bachillerato biosanitario antes de dar el gran salto a la universidad. Allí le gustaría estudiar Matemáticas o Ciencias del Deporte. Una etapa para la que se prepara exprimiendo su tiempo libre todo lo que puede.
«Cuando te dedicas al deporte de élite no te queda mucho tiempo para estudiar. Yo entreno dos horas y media al día. Si le sumas el horario lectivo, tampoco te quedan demasiados ratos. Yo aprovecho mientras voy en el autobús. En el gimnasio tengo un escritorio en la sauna donde me pongo también. Aun así, aspiro a la mejor nota», admite antes de contar su sueño. «Me encantaría participar en unos Juegos Olímpicos con el kárate, aunque la disciplina ya no está reconocida. Tengo la esperanza de que cambie», concluye antes de desplazarse hasta Málaga para continuar su entrenamiento. Un hondo sacrificio bajo el 'karategui'.
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