Adrián Jiménez, durante uno de sus ejercicios previos al Mundial júnior de patinaje artístico que disputará en Canadá durante los próximos días. IDEAL
Reportaje DXT
Un granadino rumbo al Mundial júnior de Canadá
Adrián Jiménez ·
Deslumbrado por la Universiada, comenzó a entrenar patinaje artístico hasta que la ciudad se quedó sin Igloo y sin Mulhacén. Hoy, persigue sus sueños a mil kilómetros de casa en Gerona, de la mano de su entrenador Vahe Ghazaryan
Adrián Jiménez forma parte de esa talentosa camada de patinadores que 'nació' con la Universiada de Granada en 2015, cuando descubrió un deporte absolutamente maravilloso capaz de llenarlo como no lo había conseguido otro. Una generación deslumbrada por el hielo y los patines que en los años siguientes comenzó a formarse bien en el Pabellón Mulhacén del barrio del Zaidín o bien en el Igloo de Pulianas hasta que Granada dejó morir una vez más la gran oportunidad de ser la capital de los deportes de invierno en la mitad sur de España. Por contextualizar: aquí había más pabellones de hielo que en Barcelona.
Pero conforme se apagó la antorcha de la olimpiada universitaria se comenzó a disolver el sueño de las docenas de niños y niñas que ya practicaban patinaje artístico, sincronizado o hockey hielo en ambas instalaciones. Sueños que en la mayoría de los casos se desvanecieron, pese a que algunos muy valientes desearon seguir luchando por ellos con todo lo que tenían en el corazón.
Es la historia de Adrián, quien a comienzos de 2020 empezaba a deslumbrar alzándose campeón de España de la clase individual del Novice Advance. Su ímpetu era imparable. Y su talento también, por lo que su familia, que curiosamente vive a cien metros del Pabellón Mulhacén, decidió trasladarse a mil kilómetros de distancia, a Puigcerdá (Gerona), para que pudiera seguir afrontando el reto de convertirse en uno de los mejores patinadores del mundo.
Y la apuesta salió bien porque Adrián Jiménez, a sus 17 años y de la mano de su entrenador Vahe Ghazaryan, va a participar en el Campeonato del Mundo júnior que se va a celebrar en Calgary (Canadá) a finales de este mes de febrero. Por el camino, este granadino ha demostrado que vale la pena apostar por él. Es subcampeón de España júnior masculino y ha formado parte del equipo nacional de artístico. Eso sí, la travesía ha estado marcada por decisiones muy duras. Tuvo que dejar sus estudios de Quinto de violín en el Conservatorio Profesional Ángel Barrios aunque continúa con Segundo de Bachillerato por si fuera poco, teniendo que estudiarlo en catalán.
El esfuerzo es titánico. No solo económico; también familiar. Marina, la madre de Adrián se trasladó con él a las faldas del Pirineo catalán porque el deportista aún es menor de edad. Aquí, en Granada, permanecen su padre y su hermano. Una familia separada por la distancia aunque más unida por el reto de ver al patinador cumplir sus sueños entrenando a las órdenes de Ghazaryan, uno de los mejores entrenadores que hay en España, en el Club Esportiu Patinatge Artistic Puigcerdà. De la mano del armenio introducirá por primera vez un elemento triple-triple en su ejercicio, algo que sucederá por primera vez en la historia de este campeonato mundial.
«La preparación está siendo dura. Estoy poniendo todo el esfuerzo que puedo en los entrenamientos», dice Adrián, quien cada día apaga su despertador a las seis de la mañana para ir a entrenar una hora antes de arrancar con las clases de Bachiller. Y cuando acaba, vuelta a la pista durante dos horas más. «Merece la pena», asegura. «En Riga (Letonia) competí internacionalmente consiguiendo una puntuación mínima que me dio una plaza para el Mundial», cuenta. Fue la Volvo Cup, en la que firmó 27 puntos de técnica en el programa corto y 48 en el largo, cuando necesitaba 24 y 45 para asegurarse el billete.
«El objetivo era estar en el Mundial; es un logro, he conseguido la meta, pero me gustaría hacer un buen programa corto y clasificarme para el largo y estar entre los 20 mejores patinadores júnior del mundo» dice, ambicioso. ¿El secreto? «Ponerle todo mi empeño y mi tiempo». «Cada día me levanto a las seis de la mañana para entrenar una hora de siete a ocho. Luego, estudio desde casa y lo compagino con entrenamiento físico. Durante la tarde, también entreno en el hielo durante dos horas», comparte.
Esfuerzo
«Echo de menos Granada, allí tengo a mis amigos, el instituto, los compañeros y mi vida normal. Todo esto es algo nuevo, es distinto. Me he tenido que adaptar muy rápido. Como con los estudios, que tengo que hacerlos en catalán y cuesta», valora. Adrián es un chico sincero, maduro y que mira de frente a la vida. «A mí me destrozó que cerraran las instalaciones porque teníamos dos pistas de hielo en Granada y trabajábamos a gran nivel, con expectativas muy grandes. Antes de tener que irme de allí había pasado unos exámenes de nivel con mucha facilidad. Luego llegó la pandemia y cerraron las dos pistas para siempre. Eso me hizo pensar y tener que decidir si quería seguir con mi deporte o renunciar a ello. Al final decidí que si quería continuar con este deporte a un nivel, tenía que salir», señala.
«Aprecio mucho el esfuerzo que ha hecho mi familia. Mi madre, mi padre… El hecho de que estemos separados es un esfuerzo enorme que estamos intentando afrontar entre todos», agradece. ¿Vale la pena? «Quiero llegar al Mundial absoluto, que es el más importante. Estoy logrando una primera meta y estoy contentísimo de participar en el júnior, pero mi meta es ser el mejor de España y llegar a disputar un Mundial absoluto. Sí lo vale», subraya.
Pero, ¿qué le diría un mundialista a los niños que todavía persiguen el mismo sueño? «Que aguanten, que sigan trabajando con esfuerzo para conseguirlo. Que se pongan en buenas manos y llegarán lejos». ¿Y a quienes dejaron morir el sueño del deporte de hielo en Granada? «Que recuerden la época de la Universiada, la ilusión que teníamos por el hielo. Granada no conocía estos deportes y tuvimos dos instalaciones. Hubo una generación que se ilusionó con el hielo». Y quedó devastada. Por ellos lo hará Adrián. Por quienes siguen persiguiendo sus sueños. Y para que todos comprendan que el talento no nace fuera, sino que al talento se le cuida más y mejor lejos de casa. Por ellos, Adrián traerá las medallas a Granada. Al tiempo.
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