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Septiembre se le hace menos cuesta arriba a María Pérez (Orce, Granada, 1995). Por fin puede tomarse un respiro tras finalizar un ciclo olímpico inolvidable. Sus fantasmas quedaron atrás con la doble victoria en 20 y 35 kilómetros marcha del Mundial de Budapest de 2023. Con su oro y su plata en categoría mixta e individual, respectivamente, de los Juegos de París 2024, ya están más que enterrados. La atleta no marcha, sino que pasea en calma por el centro de Granada con los metales colgados de su cuello. Una estampa que aprovechan muchos granadinos para felicitarla y tomar algún que otro 'selfie' con la voz temblorosa. Es lo que tiene pasar al lado de una estrella.
–Además de en su pueblo, también la reciben en la capital.
–Una medalla olímpica te cambia la vida. Estoy encantada de ver a tanta gente desde que regresé de la villa. Es hora de devolverle todo el cariño que se me ha brindado a la sociedad española. En particular, a la granadina. Me gusta que los niños se me acerquen y me abracen. Quiero mostrarme como una persona cercana y completamente normal. No todos somos futbolistas –bromea–.
–Ha pasado cerca de un mes de sus logros en París. ¿Cómo se siente?
–Estoy muy bien. Disfruto por fin del verano. Aprovecho para pasar tiempo en familia y con amigos. Ha venido Antonella Palmisano –una de sus rivales y campeona olímpica en Tokio 2020– a verme a Granada. Hemos subido a la Alhambra, a miradores... He actuado como anfitriona. Es una de mis grandes referentes.
–¿Ha valorado en frío lo que ha conseguido?
–Es un orgullo. Junto a mi amigo Álvaro Martín, hemos roto la barrera de la triple corona en atletismo. Nadie en la historia lo había hecho. Fue difícil y vivimos mucha tensión, pero pudimos con ello.
–Tiene el foco mediático sobre su figura. ¿Algo que reivindicar?
–Me gustaría que el deporte fuese gratuito. Las familias aún se están recuperando de la crisis del coronavirus con un poder adquisitivo generalmente bajo. Deberían poder acceder a instalaciones y prácticas deportivas sin ningún costo por parte de las instituciones. Además, necesitamos un plan de seguridad para deportistas. En otros países como Francia o Italia los atletas entran en los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado. Tienen un sueldo seguro para toda la vida y pueden vivir tranquilos. Aquí no es así. Dejamos nuestra vida de lado para competir por España, pero nos retiramos y no nos queda nada. Si no obtenemos buenos resultados, se nos acaban las ayudas. Grandes figuras de nuestro deporte han sufrido severos problemas para seguir su vida.
–Ha vuelto a Orce. ¿Cómo fue el reencuentro con su familia?
–Estoy contenta y orgullosa de llevar a mi tierra por bandera cuando compito fuera. Soy de Orce y me gusta que me llamen 'granadina'. Mi bisabuela ya tiene todas las medallas posibles. Dice que ya se puede morir tranquila –ríe–. Colgarle el oro y la plata del cuello fue algo especial y bonito. No lo pude hacer con mi abuelo, que le gustaba mucho el deporte. Me queda pasar tiempo con ella y disfrutar de mis mayores el tiempo que sigan conmigo.
–¿Mantiene el contacto con su compañero Álvaro Martín?
–¡Claro! Va a venir a la ciudad pronto. La organización del Granada Sound nos ha invitado al festival este año, así que lo pasaremos bien con amigos entre concierto y concierto. Se lo propusimos por redes sociales a la dirección y nos lo concedieron. Les damos las gracias.
–El accitano Alberto Amezcua no salió muy contento de París. ¿Ha hablado con él?
–No he podido. Está de vacaciones y ahora me voy yo, así que lo veré cuando volvamos a entrenar. Ha vivido un momento malo, pero tiene que quedarse con lo bonito de asistir a unos Juegos Olímpicos. El nivel de la marcha española es altísimo. A veces se toman decisiones difíciles. Te lo juegas todo a una carta y puede salir mal. No ha sido el único que no ha competido. Otros chicos y chicas del equipo han pasado por lo mismo. Hay que mirar hacia adelante y valorar la oportunidad.
–¿Cuáles son sus próximos pasos?
–De momento, descansar y recuperarme. El calendario suele arrancar a mitad de septiembre, pero después de una cita olímpica siempre es más relajado. Cuando vuelva, estudiaremos las mejores opciones. Voy a afrontar mi último ciclo olímpico. Después de Los Ángeles 2028, lo dejaré. No sé cuándo. No he decidido si será justo al final de los Juegos o si completaré alguna temporada más. Tendré que ver cómo me encuentro con 32 años. Sí que tengo claro que a Brisbane no llegaré en 2032. Me apetece ser mamá y disfrutar de otras cosas más allá del atletismo.
–¿Habrá oportunidad de traerse un último metal?
–Ganar una medalla olímpica es muy difícil. Ya lo visteis en París. La diferencia entre el oro, la plata o el bronce la marcan segundos. El nivel es alto y los años nos pasan a todos. Habrá que analizarlo cuando llegue el momento. Al menos, ya no tengo la presión que tenía antes como deportista. Me faltaba la medalla de los Juegos, pero por fin la obtuve. A partir de ahí, soy muy competitiva y quiero más. Lucharé y soñaré con seguir ganando. Me gustan los retos.
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