Nuria Párrizas disfruta de su éxito en el WTA con su familia en la plaza de Bib Rambla. PEPE MARÍN
Tenis

«Estoy en una nube, no lo he asimilado»

NURIA PÁRRIZAS ·

Su estreno con la selección española para la Fed Cup, tres triunfos WTA y la escalada al puesto 64 del ránking (169 posiciones) es un milagro del deporte

Jueves, 18 de noviembre 2021, 00:48

Me acuerdo, ahora que mi hija cuenta con 200 zapatillas, que tenía que echarle 'cocacola' en las suelas gastadas de las que se calzaba para que no se resbalara en la pista, o cómo se llevaba la comida en un táper a los hoteles, y ... allí en la habitación comía macarrones o lo que le habíamos preparado, o su abuela o yo, porque apenas había dinero suficiente para participar en los torneos... y le ayudábamos hasta dónde podíamos», revela Nuria Párrizas madre. La hija, la campeona, admite que «a veces salía a la pista a jugar el partido hasta sin comer». Y que «siempre competía en desventaja con las demás».

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La historia de Párrizas, con acento en la primera sílaba, porque así lo lleva tanto el fónico como el ortográfico, es como la del 'sueño americano'. Si estuviéramos en Estados Unidos... nos referiríamos a que el éxito está al alcance de todos con esfuerzo y sacrificio. Nuria es el ejemplo, de la nada al infinito, del triunfo de la perseverancia, da para el guion de alguna película yanki o serie de Netflix... pero la gloria no solo está a tiro de los que viven en torno a la estatua de la libertad, también se logra desde La Chana, con modestia y tesón, como es el caso de esta chica, igual de sencilla y encantadora que siempre, a la que no se le ha subido a la cabeza que la adulen y admiren.

Nuria Párrizas (Granada, 15 de julio de 1991) tiene que pellizcarse para creerse que es real. Se siente como «en una nube». «No me ha dado tiempo a asimilarlo», afirma. Aquella chica granadina que hizo sus primeros pinitos con la raqueta en las pistas de Armilla, la Real Sociedad de Tenis, en El Serrallo, y en el desaparecido Garrós de Otura, es la primera que está alucinada con la escalada experimentada en el tenis internacional.

Sufrió mucho y su enorme esfuerzo se merece el éxito del que disfruta en la actualidad. Cuando colgó la raqueta y abandonó, se sentía triste y frustrada, hace apenas siete años ni pensó que su tardía vuelta al tenis le iba a reportar tantas satisfacciones. Nada menos que tres triunfos WTA en 2001 –su año dorado– y la llamada de Anabel Medina para la eliminatoria disputada en el O2 Arena de Praga, frente a la República de Eslovaquia, en las finales de la nueva Billie Jean King Cup, el equivalente a la Copa Federación, su estreno con la selección.

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Progresión espectacular

Su meteórica progresión hasta el puesto 64 del ránking de la WTA resulta espectacular. En muy poco tiempo ha agregado tres títulos del circuito a los 22 torneos ITF ganados durante su carrera. Llega como veterana a la cima. Estuvo en la posición 65 el 18 de octubre de este mismo año y pudo participar en los 'grand slams', su principal objetivo, aunque fuera en las fases clasificatorias del Open de Australia, Roland Garros y Wimbledon, más el US Open, éste en el cuadro final, el que mejor sabor le ha dejado hasta la fecha. La presencia en los 'grandes' le motiva, fue el estímulo que le hizo volver a la pista tras retirarse, sin medios y lesionada, deprimida. Recuperó la toalla y retomó la aventura, se dio cuenta de que el tenis era su vida y le daba mucho, que ya tendría tiempo para enseñar o dedicarse a otras tareas. Todo ello de la mano de su entrenador, que al tiempo es pareja, alicantino de origen argentino, Carlos Boluda, el que fuera niño prodigio y padeciera también la presión como deportista, y que ahora se siente igual de feliz, en su estreno como técnico, con los resultados de su novia.

La granadina suma cerca del medio millón de euros en premios, cuando el tenis hasta hace muy poco le costaba mucho dinero, sobrevivió gracias a unos padres entregados que siempre confiaron en las cualidades de su hija, que nunca le retiraron la confianza y la apoyaron en los momentos más complicados y difíciles, los de las lesiones y los bajones mentales. «Yo sabía que llevaba dentro mucho tenis», comenta la madre orgullosa.

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Los triunfos del 10 de julio en la tierra batida sueca de Bastad, ante la bielorrusa Olga Govortsova (doble 6-2), del 26 de septiembre en la pista dura estadounidense de Columbus, contra la chica Wang Xinyu (7-6, 2 y 6-3) y de Landisville (EE UU) quedaron grabados a fuego en su palmarés, el trampolín hacia la selección, en lo que significa un hito para el tenis granadino, como lo fuera la presencia de Roberto Carballés en los Juegos de Tokio. Párrizas se quedó a las puertas. En Columbus también fue finalista en dobles junto a Dalila Jakupovic.

Cuerda para rato

Párrizas posee cuerda para rato a los 30 años. La vimos radiante, rodeada de familiares disfruta en casa del corto y merecido descanso. En la plaza de Bib Rambla compartimos su alegría. Nuria ve que el circuito está «actualmente muy abierto y reñido», que todo «es más fácil porque entro en los cuadros finales, también en los 'grand slams'», por eso no se conforma, es ambiciosa y aspira a mucho más, «porque es más difícil lo que he hecho, el llegar, que mantenerme».

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Le da las gracias a su familia y a Carlos Boluda. Ha perdido peso y ganado en velocidad con nutricionistas como Mario y Carla, que le han ayudado también mucho, así como el preparador físico Guillén Tomás. «Explotaron mis virtudes, noto más fuerza de pegada, sé que tengo todavía amplio margen de mejora tras progresar en la volea, el saque... en todo».

Nuria entiende que por fin posee medios y no tiene la presión por vencer de antes, «si no lo hacía, se acababa». Reconoce que Carlos Boluda le dio estabilidad profesional y emocional, «la cabeza manda en el tenis y ahora estoy muy bien en lo psicológico y lo físico». Se siente «fuerte, creo que me quedan años por delante de sobra porque mi desgaste no fue muy grande y ahora es distinto, me veo mucho mejor y no tengo que disputar previas». Nuria siente que flota...

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