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Buscando la felicidad en la Zona Norte
Deporte formativo ·
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Las terceras jornadas por la 'Integr-acción', impulsadas por Carmen Menéndez, graduada en CCAFD, involucran a cien niños de Almanjáyar en un entorno agradable e inclusivoEl objetivo es ambicioso, «hacer felices a los niños». El 'tarjet' necesario, allí donde más hace falta. Manos desprendidas como recurso imprescindible, también el más difícil de encontrar. Las instalaciones de la antigua INEF en la Carretera de Alfacar como escenario imprescindible. Soñado por los usuarios que han pasado por aquí algún día. Y un camino lleno de retos tan gratificantes como exigentes. Carmen Menéndez es una granadina de las que emprenden. Joven y con valor para embarcarse en un proyecto del que ya han disfrutado cientos de niños y niñas en riesgo de exclusión social de la Zona Norte de la capital. Deporte y educación, fórmula para el éxito.
Graduada por la Universidad de Granada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, está haciendo rodar un sueño. Y toda ilusión comienza por identificar una necesidad, un problema, para combatir en ambas lides con ideas. «Las asociaciones a las que acuden cada día no tienen, tristemente, los recursos necesarios para ofertarles actividades deportivas de este tipo. Siempre he creído en el deporte y la actividad física como herramienta fundamental para educar y formar tanto a pequeños como grandes», dice. De ahí nacen las jornadas por la 'Integr-acción' que ella misma pone en marcha.
Buscan la felicidad. «Damos la posibilidad de trabajar en equipo y descubrir lo importante que es. Valores como el compañerismo, la cooperación, la superación, la igualdad… No se me ocurre nada mejor que un juego para enseñarle algo así a un niño», explica. Otro de los objetivos que persigue esta jornada es el poder participar en dinámicas de juego en las que ellos y ellas se sientan protagonistas de una actividad en la que compartir emociones y diversión. «Incluimos, por otro lado, el trabajo de hábitos de vida saludable a través también del juego, pues creemos en la importancia de afianzar estos hábitos en los más pequeños y como principal herramienta usamos el juego, que es lo que más le gusta hacer a un niño y, por ende, lo que le ayuda a aprender de manera más efectiva», va dibujando.
En concreto, hace unos días este proyecto celebró una primera jornada de otoño con el mismo colectivo de voluntarios con que el arrancó hace ya cuatro años. Se trata de educar en valores a través de juegos colaborativos y deporte. «El objetivo principal es que estos niños se acerquen al deporte y mostrarles que es un mundo que les ofrece un abanico muy amplio de posibilidades en el que desarrollarse. Una de las cosas que incluimos es el uso de juegos y deportes adaptados para personas con discapacidad visual, como el goalball y el atletismo. Esto permite a los niños vivenciar las dificultades que una persona con discapacidad puede llegar a tener, empatizar y descubrir que a pesar de todo siempre hay una opción, y el deporte es una de las mejores», asevera.
Para Carmen Menéndez, esta aventura se hace tangible desde hace tres ediciones. Aunque quizá siempre paseó por su imaginario. Quería utilizar su pasión y sus conocimientos para regalar mucho a la ciudad. Y decidió que sus protagonistas fueran los vecinos de esta Facultad que se ubica en la Zona Norte. Habló con las asociaciones que actúan en las barriadas de aquí y desde entonces han acudido cada año entre 60 y 85 niños y niñas de edades comprendidas entre los 4 y los 12 años. «Quizás a algunos les parezcan pocos niños pero la realidad es que no lo son. Cabe recordar que son menores en situación de riesgo y exclusión social y esto es un reto para el monitor deportivo. Los monitores son, para mí como coordinadora, los protagonistas en segundo plano de la actividad, pues sin ellos no sería posible la jornada. Son alumnos que acceden a esta oferta de voluntariado desde sus aulas. Cada jornada son necesarios en torno a diez o doce de ellos. Y a ellos les sumamos el personal de las instalaciones que utilizamos, así como voluntarios de la Fundación La Caixa, quienes también nos ayudan», explica.
No se engaña. Sabe esta emprendedora que ha elegido un camino difícil. Pero tiene un horizonte tan ilusionante que merece la pena cada esfuerzo, cada hora menos de sueño, cada zozobra. «Es un colectivo difícil», reconoce. «Creo que lo principal era mostrarles que son capaces de muchas cosas. La primera de ellas la colaboración con el compañero. No pelearme ni pegarle si algo sale mal. Hablar, ver entre todos cómo se puede ganar, que sería más bien solucionar el problema. La disciplina y el compañerismo van de la mano cuando hablamos de deporte y juego y ese es el sabor de boca con el que queremos que estos menores se queden. Además son niños muy cariñosos y agradecidos, creo que lo que le damos es muy poco para todo el 'feedback' que nos devuelven cada vez que los vemos. Algunos han pisado por primera vez una piscina con 12 años y sus caras y sus gritos de felicidad no tenían precio», señala.
Aquí, la Universidad de Granada ha sido el engranaje esencial. Menéndez encontró en su casa, en la Facultad de Ciencias del Deporte, todo el apoyo material y logístico que necesitaba. Si bien, es el recurso más preciado el que siempre resulta más difícil de reunir. «He de decir», con un tono resignado, y «muy a mi pesar como alumna y miembro de la delegación de estudiantes durante mis cuatro años de estudios, que, aunque con los años ha ido siendo más fácil encontrar alumnos interesados en el voluntariado, es una de las tareas dentro de la organización que más tiempo se lleva. El alumno normalmente siempre va a estar ocupado o espera algún tipo de remuneración a cambio de participar. En esta actividad no se pueden ofrecer créditos si quiera. Además, trabajar con un colectivo minoritario es un hecho que les choca mucho. Sin embargo estoy convencida de que los alumnos, y los jóvenes en general, se den cuenta cada vez más de lo importantes y gratificantes que son las experiencias de voluntariado y lo mucho que te enseñan. De hecho me gustaría hacer un paréntesis, ya que tengo la posibilidad, para animar a los jóvenes a participar en actividades de voluntariado. He de decir que, de todos los monitores que han participado hasta ahora, muchos de ellos han repetido y, muy contentos de ello, han difundido la actividad para convencer a más compañeros. Por eso he dicho al principio que la participación ha ido mejorando con los años».
De bruces con una realidad ante la que no piensa amilanarse. Perfeccionista. «Mentiría si dijera que no he sacado alguna pega cada año. Sin embargo estoy muy contenta del trabajo que se ha hecho. El primer año no pensé que llegara a celebrarse y pasó. Ahora cada año me vuelven a llamar para volver a organizarlo. Me encantaría poder involucrar a más alumnos y que pudieran aprender de esto. Creo que lo que nos falta principalmente es hacer la actividad totalmente inclusiva. Con esto me refiero a que siempre hablamos de inclusión y hacemos actividades cerradas a un único colectivo, y creo que la inclusión real viene de la interacción de distintos colectivos. Ver cómo se ayudan los unos a los otros y qué se llevan en la mochila. El deporte ofrece un entorno ideal para algo así y me gustaría que los centros y asociaciones no tengan miedo de mezclar a sus usuarios con otros. No creo que así aprendamos sobre inclusión, valores o igualdad», expone Carmen.
«Mi idea de futuro es crear algo más grande, de la que puedan sacar partido muchas más personas. Sin embargo para esto hacen falta muchos recursos tanto económicos como personales, que yo como recién graduada no tengo, por eso estoy abierta a seguir colaborando con entidades y proyectos que me ofertan y sobre todo, a seguir formándome», defiende. Con premisas así, no puede salir una mala jugada.
Dice Carmen Menéndez que si ella es la madre de este proyecto, también puede decirse que tiene un padre. «Porque nació a raíz de dos situaciones que únicamente tenían como nexo a mí misma. La primera era mi experiencia en el voluntariado desde muy pequeña, y mis ganas de continuar e incluso, por qué no, trabajar en ese mundo. La segunda, y un poco la que impulsó el desarrollarlo, fue el cursar la asignatura del profesor Isaac J. Pérez, donde nos daba rienda suelta para emplear nuestros conocimientos en hacer feliz a alguien en unos llamados 'Proyectos de Felicidad'», presenta. La idea la barruntaba, «pero creo que si él no me hubiera animado con un 'estás loca, pero adelante' no la hubiera llevado a cabo», bosqueja.
Y a partir de aquí, queda darle impulso, cada edición con más fuerza. Aunar sinergias será la clave. «Este es uno de los retos que propuse a los dos grandes colaboradores de la activad, mi propia facultad y la asociación de Voluntarios La Caixa. Es una actividad muy chula y enriquecedora y creo que lo sería más sin duda si la repetimos más veces. Tenemos más colectivos y asociaciones que nos han llamado interesadas en participar y hasta ahora no hemos podido contar con ellos por motivos de logística, pero espero que en este curso académico podamos celebrar una jornada inclusiva con colectivos de adultos», dice.
Ella, Carmen Menéndez, graduada por la Universidad de Granada, es la cabeza visible. Decidida y emprendedora, ha sabido rodearse de un gran equipo para alcanzar metas tan necesarias como exigentes. «Hubiera sido imposible sin mi familia y mi profesor, o más bien amigo, Isaac, porque son las personas que más han creído en mí con esto. Joaquín, Gema y Bea de La Caixa, pues cada año me dan todo lo que tienen. Marga y Aurelio, de la Facultad, que cuadran al equipo, y los alumnos y amigos que me han ayudado, porque estando sola no hubiera salido igual sin Flussport y sus monitores, alumnos de otras facultades y mis propios amigos y compañeros de clase, todos esas personas que ya lo saben porque se lo digo mil veces, que muchas gracias y que vamos a por más». Y que así sea.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
Inés Gallastegui | Granada
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