Olga solo sabía flotar cuando se tiró por primera vez a la piscina de la Universidad y hoy es toda una experta RAMÓN L. PÉREZ

El reto de tirarse a la piscina

SIN MIEDO ·

Olga es una nadadora del CDUniversidad que a sus ocho años y con una visión limitada, está dispuesta a demostrar que con un poco de ilusión y mucho esfuerzo, no existen las barreras

Lunes, 10 de mayo 2021, 13:37

La valentía debe ser algo muy parecido a saltar sin saber qué hay debajo, pero saltas por el único motivo de que confías en la persona que te dice que lo hagas. Olga salta y lo hace muy bien, por cierto. Se planta en el ... borde de la piscina, estira sus brazos por encima de la cabeza y se impulsa doblando las rodillas cuando su entrenadora, Tania, le da la orden.

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Esta granadina de ocho años tiene varias aficiones. Le gusta salir a andar con sus papás, Jorge y Lorena. También se atreve con la bicicleta, y le apasiona nadar en la piscina de INEF. Además le gusta el 'cole' y sabe compaginar el ocio con las obligaciones porque lleva los deberes al día. Por otro lado, también tiene una aniridia, que es una ausencia parcial del iris. Olga nació con un glaucoma congénito y opacidad corneal, lo que le reduce su visión periférica. Dice Lorena que ella no ve de una forma transparente, sino que es como si viera a través de un cristal traslúcido.

Para que nos hagamos una idea, distingue el espectro de colores aunque a veces tenga que acercarse mucho a los objetos para definirlos bien. Y tanto escribir como leer, lo hace en braille. Hace seis meses, Olga entró por primera vez a la piscina de la Facultad de Ciencias del Deporte, que es una de las más modernas y mejor preparadas para la natación profesional de toda España. De hecho, Mireia Belmonte aprovecha para nadar en ella cada vez que se encuentra entrenando en el CAR de Sierra Nevada.

Olga cumplió su palabra. Prometió tirarse desde la plataforma, aunque no llega a ver el agua. Lo hace porque confía en Tania, su entrenadora R. L. PÉREZ

El caso es que ver a una olímpica destrozando el cronómetro en INEF es más o menos habitual. Pero que una niña de ocho años se enfrenta al reto de nadar, con un campo de visión tan reducido no lo es y, por eso, cuando Olga entró a la instalación empezó a cambiar el mundo de mucha gente. El mundo de Tania, por ejemplo.

Tania nació hace 21 años en Tolox, en un pequeño pueblo malagueño que está en las faldas de la Sierra de las Nieves. El día que le tocó elegir una carrera que estudiar decidió que iba a ser Ciencias del Deporte y, por cercanía, se fue a Cádiz. Lo que pasa es que un día tuvo que visitar la Universidad de Granada y vio que aquí había un laboratorio de agua. Una piscina con corrientes para nadar contra ellas. Con pasillos bajo sus vasos que permiten estudiar la fisonomía de la natación. Tania se imaginó todo lo que iba a poder hacer con estas herramientas, pero lo que seguro que nunca pensó es que en su camino se cruzaría una niña que le enseñaría a ver su deporte con otros ojos.

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Valiente

«Recuerdo que los primeros días me dijeron que íbamos a tener a una niña en el equipo con una discapacidad visual y pensé que sería un reto más, pero que no por ello iba a ser diferente, porque cada niño tiene una capacidad diferente», va repasando su entrenadora. Cuando a un niño de siete, ocho o nueve años le dices que se suba a una plataforma de un metro de altura y se tire al agua, no se tira. Primero se acerca, luego mete un pie y al final, se lo piensa. Algunos se tiran y otros no.

«Un día vi que estaba subida encima de la plataforma y le dije, 'Olga, tírate', y se tiró. Sin pensarlo. Ahí me confirmó la confianza que tiene en mí, el poco miedo que demuestra y, por consiguiente, su valentía. Olga es muy valiente», dice Tania. Y lo cuenta con orgullo. Añade esta estudiante de último curso de la otrora INEF que Olga es fácil de enseñar porque es una niña «extrovertida y dinámica, que no tiene ningún tipo de complejo».

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Sin embargo, el mundo siempre nos pone a prueba. Los primeros días, sus compañeros de natación no se podían creer que una niña que puede ver mucho menos que ellos se pueda enfrentar a la misma plataforma, la misma calle y el mismo esfuerzo, en definitiva. Uno de los primeros días, los niños se acercaron, la miraron y preguntaron, '¿pero Olga es ciega?', y ella va y contesta 'sí, ¿pero qué pasa?'. Tania apenas lo podía creer. «Es tan valiente y tan natural, que nos hace ser naturales a los demás. Nos cambia el concepto que tenemos de todo», explica.

Tabú

Dice la entrenadora que su alumna le ha enseñado más a ella, que al contrario. Y no es una frase prefabricada: «Es real. Me está enseñando a que no hay que esconder la discapacidad, que no puede ser un tema tabú. Tenemos que darle visibilidad y aprender los unos de los otros». Tania lo explica muy fácil. «El primer día se le cayó el gorro y vi cómo tocaba para buscarlo. Entonces, me di cuenta de hasta dónde puede ver. A partir de ahí, cuando tiene que hacer algo me gusta que indague y si no puede, yo le ayudo. Pero se tiene que buscar las habichuelas, como todos. Ella se cambia sola en el vestuario, pero con unas dinámicas. Por ejemplo, siempre se cambia en la misma silla y tiene contados los pasos que da hasta la piscina. Es una niña independiente», remarca la entrenadora.

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Evolución

En cuanto a la natación, su proceso puede ser un poco más lento en lo que respecta a la práctica, porque para la teoría es la primera de la clase. «Súper inteligente», apunta Tania. En el agua, cada día da un paso más allá y dice una experta como su profesora de natación que el deporte le va a ayudar «muchísimo», llegando «donde se lo proponga porque es súper constante. Si sigue, y la acompaña un buen equipo, va a competir donde quiera». Y esto, sin contar con los beneficios que su esfuerzo en la piscina le reportará en cuando a las habilidades sociales o en su autonomía personal: «Olga sabe cuál es su objetivo y que con constancia, esfuerzo y afán de superación, lo puede alcanzar».

«Me confirmó la confianza que tiene en mí, el poco miedo que demuestra y su valentía»

El deporte le va a ayudar muchísimo, pero va a llegar donde se lo proponga porque es súper constante. También hace bicicleta, y seguro que si sigue y se enrola en un buen equipo, podrá competir. Y en su vida, en las relaciones sociales, en la independencia y autonomía, en salir sola a la piscina, calentar y a la hora de consecución de objetivos. Sabe cuál es su objetivo y cómo lo puede mejor, ese afán de superarse. Y constancia, sabe que si no se esfuerza todos los días, no lo va a conseguir. Eso sí, ahora toca dar un pasito más y la entrenadora tiene un mensaje para su alumna, que seguro la está leyendo: «Olga, ya sabes tirarte desde el filo, así que a partir de ahora desde el poyete, que es igual de fácil». Ya sabes, Olga, mucho ánimo.

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