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La doctora posa mezclando sus dos pasiones en la consulta. Pepe Marín
Una vida en Granada entre el hospital y la montaña
Alpinismo

Una vida en Granada entre el hospital y la montaña

La doctora Ortega del Moral se jubila tras compaginar su labor en distintos centros de salud con el alpinismo

Jueves, 19 de diciembre 2024, 19:18

Aunar la montaña con la medicina siempre fue la gran pasión de Amparo Ortega del Moral, una granadina que salió de su consulta para subir las cimas más elevadas y desafiantes del planeta sin olvidar jamás el juramento hipocrático. Esta reconocida médica de familia compaginó su labor en distintos centros de salud de la capital granadina con su gran hobby: el alpinismo. Un deporte que la enamoró a través del contacto con la naturaleza y que aún la atrapa a sus 65 años. Su jubilación como doctora no supondrá un obstáculo.

«Al revés. Quiero seguir disfrutando de la montaña de la mejor forma posible. Obviamente no podré hacer lo que hacía con 30 años, pero me adaptaré», comenta desde una de las consultas de su última 'oficina'. Amparo cesó de su actividad en último centro de salud en el que trabajó el pasado julio. Desde entonces, no ha podido emprender ninguna aventura exótica. Sus problemas de rodilla le dificultan sobremanera la bajada de las altas cumbres, un hábitat completamente natural para ella después de 40 años afrontando expediciones por el mundo.

La médica alpinista del Club Mulhacén ha viajado por Europa, Asia o América Latina en busca de coronar los picos más atractivos y célebres. Ha subido importantes macizos nacionales en Sierra Nevada o los Pirineos, además de cordilleras lejanas como los Alpes o los Andes y varios 'ochomiles'. Una afición distinta al turismo de montaña que va ganando más y más adeptos en España. «No me gusta que se vinculen parajes naturales como esos a actividades meramente turísticas. Se le pierde el respeto al monte, donde puede pasar de todo y hay que estar preparado. Por no hablar de la degradación que sufre el propio medio», critica Amparo.

La médica asciende por las aproximaciones al pico Everest. R. I.

Lo dice con conocimiento de causa. Durante las expediciones la granadina se ha enfrentado a aludes de roca y de hielo, ausencia de oxígeno en las cotas más elevadas, lesiones físicas... Un sinfín de amenazas que la llevaron a formarse en la materia de cara a seguir practicando su afición bajo total seguridad. «Cuando subí al Everest, sufrí una fractura de tobillo en las aproximaciones. Me impidió llegar a la cima. Son cosas que pueden ocurrirte y por las que me saqué varios títulos de primeros auxilios. De hecho, he participado en varias subidas como alpinista y como médica. Una vez tuve que asistir a un compañero canadiense que padeció un edema cerebral por la falta de oxígeno en altura. También suministraba medicamentos en el campamento a quien lo necesitara. Se es médica las 24 horas y en cualquier lugar, no solo en la consulta», asevera bajo la responsabilidad que implica su cargo.

Sus conocimientos médicos para el alpinismo la convirtieron durante años en asesora de la Federación Andaluza de Deportes de Montaña, Escalada y Senderismo, y en miembro de la Sociedad Española de Medicina de Montaña (SEMAM). Igualmente la condujeron a formar parte de la expedición 'Everest 2000' en la que distintos alpinistas andaluces coronaron sus 8.850 metros, dos más de lo previsto por los efectos de los temporales de aquel año. La lesión obligó a su desalojo a falta de algo más de un kilómetro. Tres años más tarde regresó al Himalaya para emprender la 'Andalucía K2', pero las condiciones meteorológicas imposibilitaron su avance a partir de los 7.800 metros. Dos espinas que no empañaron la aventura.

Pionera

Sí que venció a los caprichos de la naturaleza en 1992. Amparo se embarcó junto a su amiga Inmaculada Fernández, también granadina, en el desafío de su primer 'ochomil'. La médica se enfrentó a los 8.027 metros del Shisha Pangma en la región del Tíbet de manera totalmente libre. «Lo subimos sin cuerdas fijas ni bombonas de oxígeno. Tampoco requerimos la ayuda de sherpas ni de porteadores –expertos locales que ayudan a trasladar los campamentos en altura–. Fuimos las primeras mujeres de Andalucía en completar un 'ochomil'», rememora orgullosa.

En la imagen, Amparo asiste a un alpinista con edema cerebral de altura por la falta de oxígeno. R. I.

Seguidamente alcanzó otras grandes cotas al otro lado del charco. La médica finalizó el Huayna Potosi de los Andes bolivianos, así como el Alpamayo de Perú. También afrontó volcanes como el Cotopaxi y el Chimborazo, ambos en Ecuador, o los mexicanos Iztaccíhuatl y Pico de Orizaba. Nombres que nunca se borrarán de su memoria y que apenas sabía pronunciar cuando arrancó con sus primeros pasos en el mundo del deporte.

«Tuve constancia de lo que era el alpinismo tarde. De joven me dediqué al esquí de fondo. Me proclamé campeona autonómica en siete ocasiones y de España en tres. De ahí pasé a hacer esquí alpino y me quedé prendada del monte. Sentí una combinación de libertad y grandiosidad por el sitio en el que estaba, una sensación que mantengo todavía. El ser humano siempre se ha guiado por la curiosidad de ver lo que se escondía más allá de la vista. Por eso escaló. «Para descubrir el mundo», repasa la doctora, que sigue haciéndolo en la actualidad subida a una bicicleta. Si la montaña no va a Mahoma...

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