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Con los garabatos y líneas de diseño de habitaciones, cocinas y salones con los que rellenaba de pequeña los planos de su abuelo, apuntaba ya maneras. Heredó la pasión por el mundo de la construcción de su familia. Y la genética empresarial, también. Fátima Ballesteros es la tercera generación de una familia que ha creado negocios a lo largo de los años relacionados con la construcción (en ocasiones con otras áreas) con iniciativas destacadas. Desde hace unos años lo hace en la empresa RB Interiorismo by Fátima Ballesteros. Los primeros pasos fueron en la década de los cuarenta del siglo pasado, la segunda generación cogió la riendas en los setenta y la tercera en el año 2000.
La empresa siempre ha estado acompañada del apellido Ballesteros. Y de Ramón. Exactamente de Ramón Ballesteros Sánchez, que era el abuelo de Fátima. Su nieta recuerda que, desde muy joven, tuvo una gran vocación por el mundo de la construcción. Era su pasión. «Él decía cuando yo le veía con todos los planos encima de la mesa y preguntaba qué hacía: Hija estoy buscando soluciones para mejorar la calidad de vida de las personas. Y es que mi abuelo nacido a primeros de siglo, en el seno de una familia humilde, tenía unos valores muy anclados en la integridad. Me ha acompañado siempre», rememora.
Ramón Ballesteros Sánchez construía edificios, viviendas, en definitiva, «hogares en lugares que muchas veces no era fácil dar solución de acceso, distribución, luz… Sin embargo, él, con su prodigiosa cabeza la buscaba y aportaba soluciones». Fátima habla de su abuelo con absoluta devoción.
Años más tarde, su padre, Ramón Ballesteros Espigares, el primogénito de cuatro hermanos, quien se dedicó primero al diseño y comercialización del mundo de la lámpara. En esa etapa Ballesteros Espigares desarrolló unas muy buenas habilidades comerciales. Empezó en un piso montando lámparas de fundición, en la década de los setenta, y acabó teniendo una exposición en Maracena que vendía lámparas a toda Granada y provincia de lunes a domingo. Con más de 3.000 lámparas.
El negocio funcionaba. Si bien Ballesteros Espigares había heredado la vocación de su padre y pronto comenzó a construir. Explica su hija que primero lo hizo como inversión. «Vio un buen plan para la jubilación. Siendo autónomo con unos alquileres su retiro lo tendría asegurado», señala. Comenzó así una nueva andadura. «Mi padre fue pionero en Maracena en hacer edificios de pisos para alquilar», expone Fátima. «En aquellos años en los que la gente compraba casas para toda la vida, él fue un visionario y vio la oportunidad en este sector. Fue a finales de los ochenta cuando mi padre hizo el primer bloque de viviendas de alquiler y aún no se habían finalizado las obras y ya tenía una lista de espera interminable», destaca con orgullo.
Más tarde, a finales de los noventa comenzó a hacer promociones de viviendas para comercializar. «Siempre pensando en sacar el máximo partido y la mejor solución para quien las habitara», apostilla. Así se fue forjando y creciendo esta empresa inicialmente maracenera que dio el salto a otras localidades. Fátima repasa cómo en su infancia le gustaba ponerse a dibujar al lado de su abuelo distribuciones de casas. «Yo le decía: 'hazme un espacio que yo lo quiero distribuir como tú haces', y él me dibujaba un rectángulo. Yo dibujaba las habitaciones, la cocina, los baños y el salón. Mi abuelo me decía entre risas: '¿Cómo has pensado eso tú sola?', y le contestaba: 'Me he copiado de un plano tuyo'», rememora con cariño y entre risas. Entonces, la pequeña Fátima insistía: «¿Pero esto está bien de verdad? ¿Esto se podría hacer de verdad? A lo que él me respondía: 'Hija de verdad que se puede hacer'. Esas fueron mis primeras pinceladas en este mundo».
En su adolescencia y después de sacar buenas notas, en verano ayudaba en el negocio familiar. A Fátima le gustaba bajar a la exposición de «mis padres y ver el trasiego de montaje y de atención al público, ayudarlos en la oficina con las cuentas, etcétera».
A finales de los noventa acabó de estudiar Arquitectura de Interiores y todo le llevaba a poner un estudio. «Fue entonces cuando mi padre me dijo: 'Hija, aquí en la empresa hay muchos metros. Así que puedes coger el espacio que quieras'. Fue entonces cuando comencé a hacer lo que me apasionaba, crear ambientes y decorar espacios», describe.
En el negocio han hecho muchas intervenciones. Eso sí, recuerda que el gran reto de RB fue poder ejecutar una reforma integral de un hotel de 120 habitaciones más zonas comunes en menos de siete meses.
Desde hace dos décadas Fátima Ballesteros está al frente de la empresa aplicando los valores que le enseñaron sus antecesores. Dice que de ellos ha aprendido que todo lo que haga en la vida lo haga desde la honestidad y la integridad. Así como dar sin esperar nada a cambio y «ponerme en el lugar del otro». Ha ido adaptándose al mercado. Y apostando por su compromiso con el neurointeriorismo. «De esta disciplina, que se basa en la influencia de la decoración en el bienestar de las personas, me gusta poder contribuir a crear esos espacios que tengan un gran equilibrio visual y mejoren el rendimiento de mis clientes», explica.
Fátima Ballesteros se fija mucho en ver el gran impacto que tiene su trabajo en las emociones de la gente. A la misma vez que crea «experiencias únicas para nuestros clientes». Por eso, trabaja cada intervención como un «proyecto único, entendiendo las necesidades de cada cliente. Cada persona es única por lo que su proyecto tiene que recoger su esencia».
En esta empresa, presumen, además, de que «nuestra mayor fortaleza es nuestra capacidad de adaptación, dar respuesta a situaciones complicadas y sobre todo sacar la mayor rentabilidad a los espacios siempre pensando en cómo va a influir sobre quién lo va a habitar». Todo lo hacen con planificación, estrategia, gestión de equipo y de proyectos. Ese es su día a día.
Para ir adaptándose a la demandas del sector e introducir la innovación combinan creatividad con planificación estratégica y estudio de mercado, estando siempre al día de las últimas tendencias. Todos los negocios de la familia se desarrollan en el sector de la construcción desde el interiorismo. Ahora, según cuenta Fátima Ballesteros, están con un gran flujo de proyectos de negocios vinculados a la estética, clínicas dentales, joyerías, restauración, hostelería, entre otros. «Prestando especial atención a nuestros clientes de vivienda particular y turística que tanto nos gusta», concluye.
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