María Dolores Martínez
Domingo, 17 de noviembre 2024, 23:48
Hay que remontarse casi un siglo atrás para conocer la historia de la librería religiosa Sagrado Corazón, cuyo primer local se encontraba justo enfrente de su actual ubicación en la calle Príncipe. La enorme devoción de la familia por esta imagen dio nombre al negocio, ... pero también a la imprenta que poseían cerca de la Acera del Darro y a un chalet en Huétor Vega.
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En la Granada de aquel entonces y en la librería fundada por Isidro Con Salgado, se respiraba un ambiente y un respeto muy distinto al de la sociedad actual. «Había otro estilo de vida y de comercio», recuerda su nieto José Manuel Con Pintor. «Aquello era muy pequeño, pero allí entraban curas y monjas y había devocionarios ya inexistentes. Se vendían rosarios, medallas y muchísimos libros de rezo, meditación, estudio, que apenas se venden hoy. En ese tiempo había unas colecciones fabulosas de Teología, como Sacramentum Mundi y los libros de Herder y BAC, que eran famosos», cuenta. Otro cambio significativo ha afectado al volumen de ejemplares en venta. «Antes el número mínimo era de tres mil por cada libro. No se podía imprimir menos porque se vendía todo», relata.
Si hay un hilo conductor en el trabajo de las cuatro generaciones que han desfilado por este negocio, este ha sido su saber estar y su prudencia por el tipo de clientela que ha frecuentado la librería, formada fundamentalmente por religiosos. En sus inicios era lo más parecido a «un confesionario» donde se compartían experiencias y reflexiones muy profundas. Así lo entendió el precursor cuando asistía a las pequeñas tertulias y oraciones que se organizaban en aquel «pequeño cuarto» y así lo transmitió a sus herederos. Su nieto, José Manuel, recuerda que su padre le enseñó «una cosa muy importante. En la tienda debía ser muy prudente y mostrar ese respeto que también se sentía en la calle hacia los sacerdotes, vestidos con su manteo y bonete. En la tienda hablaban con total confianza entre ellos». Y todo ello lo guardaba esta familia de puertas para adentro, como si fuera un tesoro. «No se puede comprender la vida que había antes con la de ahora y en la Iglesia, por desgracia, ocurre lo mismo».
El perfil de aquellos primeros compradores ha dado paso a una clientela «turística» y un tipo de venta, «que se centra fundamentalmente en libros de actualidad». Próximos a la Navidad, los 'best sellers' serán, fundamentalmente, los nacimientos, el taco-calendario del Sagrado Corazón y los evangelios de 2025. Atrás quedaron «esas Biblias familiares y maravillosas, con catálogos de encuadernación en piel que se han perdido». Eran todo un clásico en los hogares junto al Sagrado Corazón de Jesús, que se entronizaba en el salón, y el Niño Jesús. «Eso no podía faltar en ninguna casa», añaden. También han ido muy a menos las Biblias con las que crecieron generaciones ya mayores y los artículos para comuniones, cuya venta se ha resentido en un noventa por ciento. Ejemplo de ello son los recordatorios o los libros de nácar, que han pasado a ser casi un objeto de coleccionista. De hecho, José Manuel decidió hace dos años pedir al proveedor cuatrocientos ejemplares y aún no tiene claro cuándo agotará todas las existencias.
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En aquel pequeño negocio trabajaron Isidro, su hijo Francisco y su nieto José Manuel Con hasta que hace cuarenta y cinco años surgió la posibilidad para este último de trasladarse al actual local. Aunque en la actualidad, José Manuel y su esposa, Josefina, siguen atendiendo a la clientela, cada vez coge más fuerza el papel desarrollado por su hijo Javier Con González. José Manuel acogió con gran ilusión el deseo del menor de sus tres hijos, José Manuel, Ana María y Javier, de continuar sus pasos. «Yo estoy encantado y, por suerte, se ha quedado aquí.
«Él tiene otra mentalidad distinta a nosotros y ha digitalizado todo», apunta. Josefina, en cambio, cree que se trata de un trabajo muy sacrificado porque, al igual que ha pasado con su marido, requiere de una presencia continua. Especialmente en estas fechas, en las que Javier tiene que estar todo el día al frente del puesto navideño en plaza Bib-Rambla, como miembro de la asociación de belenes.
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José Manuel se muestra reacio a las nuevas formas de realizar pedidos. «Han variado de la noche a la mañana. Javier los hace por internet, aunque a mí me gusta más el contacto personal a través del teléfono», cuenta. La tradición ha sido fundamental en el deseo de Javier de dedicarse de lleno a este negocio. Nació cuando ya estaba en marcha la actual tienda y comenzó de aprendiz. «Poco a poco me fui involucrando hasta hacerme cargo oficialmente. En un comercio muy de sector y especializado ha aprendido de sus padres la parte comercial y terminología y conceptos que son antiguos. «Mi aportación ha consistido en la modernización del negocio porque la tecnología se va imponiendo y hay editoriales que no te atienden si no es por internet. Se está perdiendo el trato humano. Creo que la religión también se está castigando mucho pero confío en que habrá un efecto rebote y un periodo de auge y recuperación en el plano espiritual», argumenta.
El descenso de los libros ha sido notable, pero otro factor preocupante es el que afecta a la calidad de la imaginería. «Están cerrando las casas buenas, las que trabajaban para las iglesias y los pasos. Las que se mantienen son las más económicas, fruto de un consumismo que busca siempre el precio más bajo en detrimento de la calidad», explica Javier.
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Josefina es otra pieza esencial en la continuidad de la librería por su dulzura y elegancia a la hora de tratar con la clientela. Ha aportado «un poco de orden», en su opinión, y reconoce, con indisimulado orgullo de madre, que casi está más de acuerdo con el niño que con el marido.
Entre las experiencias más bonitas que han vivido en todos estos años, José Manuel y Josefina recuerdan con especial cariño la visita de una clienta de excepción, la reina Fabiola de Bélgica. José Manuel relata que un día entró «con dos muchachas y me pidió dos libros de Michel Quoist, que se vendían mucho, 'Dar. El Diario de Ana María' y 'Triunfo'. Nos habíamos quedado sin existencias pero le prometí que en dos días los tendríamos, no sin antes preguntarle «¿es usted quien creo que es?». «Me contestó que sí y se echó a reír. Estuvimos charlando y me pidió otro libro. Cuando lo fue a pagar tuve interés en regalárselo, pero ella lo impidió. Si no le dejaba pagar, me dijo, no solo no se llevaría ese libro sino también los otros dos que había encargado». La recordada monarca les sorprendió por su sencillez y cercanía. «Con eso se nace».
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