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MJ Arrebola
Domingo, 29 de septiembre 2024
En el corazón de Motril, en la Avenida Salobreña, en pleno bullicio del centro, se encuentra la Perandrés, una heladería artesanal con más de 124 años de historia y donde trabaja ya la quinta generación de una saga que tiene su origen en los neveros ... de la Sierra.
La historia del negocio de hostelería, propiamente dicho, comienza en 1900, con Eduardo Perandrés, el abuelo de Manolo Perandrés, uno de los actuales propietarios. El abuelo Eduardo tenía un pequeño quiosco en el que servía horchata y arroz con leche en la Plaza de Bib-Rambla en Granada. En aquellos tiempos aún no elaboraba helados. Fue trabajando en la heladería 'Café Suizo' donde aprendió los secretos del oficio. Posteriormente, debido al estallido de la Guerra Civil, buscó un sitio más seguro y se trasladó a Motril donde abrió su primera heladería en la Calle Nueva. La llamó Café la Crema Lechería-Helados Casa Perandrés. Nacía la saga de heladeros Perandrés.
Después de la Guerra, el abuelo Eduardo enseñó a su hijo, el padre de Manolo, quien continuó la tradición, trasladándose a Torrenueva, donde fundó la primera heladería en la playa. Actualmente la heladería torreña está en manos de Emilio Perandrés, hermano de Manolo, quién regenta el negocio familiar en esta parte de la Costa granadina.
De neveros a heladeros
Manolo cuenta que, aunque no tenía la intención de seguir con el negocio familiar, la vida lo llevó de vuelta a sus raíces. En 1991, decidió junto con su mujer y su hijo abrir la heladería actual en Motril, siempre apostando por mantener la calidad artesanal que los caracteriza. «Es un negocio esclavo, porque somos nosotros, la familia quienes fabricamos todo, sin ayuda de empleados externos», explica.
La tradición de la heladería Perandrés tiene raíces más profundas, que se entrelazan con la figura de los neveros, entre ellos el bisabuelo de Manolo. Estos hombres valientes y trabajadores subían a las montañas de Sierra Nevada en pleno invierno, cortaban bloques de nieve y los transportaban a la ciudad a lomos de los burros. La nieve se almacenaba en una gran habitación aislada cerca de la Plaza Bib-Rambla, donde, con gran habilidad, lograban mantenerla durante meses para su uso en los calurosos veranos. Aquella nieve, convertida en hielo, era la base para refrescar a los granadinos con horchatas y granizados.
Esta labor fue el primer eslabón de lo que hoy es una de las heladerías artesanales más queridas de Granada. La esencia artesanal de Perandrés se mantiene inalterable. Su proceso de elaboración comienza con la leche de los pastores locales, la cual es pasteurizada y mezclada con ingredientes de primera calidad, como los turrones de Jijona, avellanas, chocolates y pistachos. Los helados se elaboran sin añadir aire en exceso, una técnica que, según Manolo Perandrés, distingue a los verdaderos helados artesanos. «Lo más barato del helado es el aire. Si introduces más aire, abaratas el producto, pero aquí no hacemos eso. Nosotros siempre trabajamos con la mejor materia prima», añade.
Tradición en cada cucharada
Con más de 30 sabores en su carta, algunos de los más demandados son el «Natachó» y el «Buenísimo», un helado de avellana y chocolate que ha cautivado a los clientes. Sin embargo, la gran protagonista de Perandrés es su famosa leche rizada, el producto estrella de la heladería. Este refresco helado, que ha conquistado paladares durante generaciones, es una especialidad única de la Costa granadina. A diferencia de la leche merengada, que lleva claras de huevo batidas para darle consistencia, la leche rizada se caracteriza por su textura más ligera y su capacidad de deshacerse en la boca con cada sorbo.
Su elaboración comienza con leche fresca, a la que se le añaden ingredientes como azúcar, canela y ralladura de limón. La mezcla se enfría hasta obtener una textura entre un semi-helado y un granizado, sin espesantes ni aditivos artificiales. El secreto de esta técnica artesanal se han transmitido de generación en generación en la familia Perandrés. La clave está en el equilibrio perfecto entre el frío, el dulzor y los aromas cítricos y especiados, que crean una experiencia refrescante y ligera al paladar, inigualable por su sabor y textura en cada vaso.
La leche rizada de Perandrés es única, irrepetible y atrae tanto a los vecinos como a visitantes que buscan disfrutar de este clásico artesanal. «Nuestra leche rizada es exclusiva. No es granizado, ni semihelado, ni helado... Es algo propio», explica. Esta bebida helada se ha convertido en un referente no solo en Granada, sino también en otras provincias. «Viene gente de Málaga solo para llevársela a casa», afirma Manolo, orgulloso de haber mantenido el secreto de esta receta familiar a lo largo de los años.
Futuro asegurado
El futuro de Perandrés está asegurado con la implicación de la quinta generación de la familia, liderada por el hijo de Manolo, Cecilio, quien ha seguido los pasos de su padre optando por dedicarse de lleno al negocio familiar. A pesar de las dificultades que implica mantener una heladería artesanal en una época dominada por grandes cadenas e imitadores, la familia Perandrés sigue apostando por la calidad y la tradición.
«Nosotros seguimos fabricando nuestros helados como siempre, con las mejores materias primas y con la fórmula que nos enseñó mi padre», explican Manolo y su hijo. Los tiempos cambian y los gustos evolucionan «los jóvenes prefieren el helado de Oreo o Lotus, mientras que los mayores siguen pidiendo el tutti frutti», pero Perandrés sigue siendo un símbolo de la heladería artesanal en la Costa Tropical y toda Granada.
Así, esta heladería no solo es un lugar donde disfrutar de productos únicos sino también un testimonio viviente de una tradición que ha sabido perdurar y adaptarse a lo largo del tiempo.
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