María Dolores Martínez
Lunes, 28 de octubre 2024, 00:01
Muy pocos negocios de Granada pueden enorgullecerse de permanecer, no sólo 67 años en pleno centro, sino también en el cariño y la fidelidad de hasta tres generaciones de granadinos, como es el caso de Calzados Nico. Basta fijarse en la segunda generación de esta ... empresa familiar, que representan ya Nicolás, Leti y José Fernando, para darse cuenta de que nada es gratuito y que el éxito de esta tienda especializada en calzados para niños y niñas, con dos establecimientos en la calle Mesones, reside en valores y enseñanzas bien aprendidos desde pequeños.
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Pero comencemos por el patriarca, Nicolás Sánchez Ortiz, a quien sus progenitores, el doctor José Sánchez Castillo y María Ortiz, decidieron meter por vereda porque «tuve la suerte de no ser buen estudiante», reconoce con gracia. «Éramos siete hermanos y mi padre no sabía qué hacer conmigo. Me puso una tienda cuando tenía quince años y pantalón corto, al final de la calle Mesones, muy cerca de la Plaza Trinidad. Se llamaba Calzados Juli, en honor a mi abuela paterna», relata.
Desde entonces juntó los días con la noches trabajando y «lo haría nuevamente porque, además, he tenido la suerte de tener muy buena clientela y muy buenas abuelas que me están muy agradecidas porque he mirado mucho por ellas y por los pies de sus niños, qué es lo más importante». Aquellos primeros años fueron difíciles «porque mis padres no conocían el negocio, pero yo con mucho amor y entusiasmo fui aprendiendo poco a poco y luego comencé a ir con gente adulta a la feria del calzado».
Nico
Ha pasado toda una vida desde entonces y los cambios no han dejado de sucederse en cuanto a la oferta de zapatos y el perfil del cliente, menos numeroso por la bajada del índice de natalidad. Nico decidió jubilarse diez años después de lo que le correspondía porque le apasiona estar en la tienda, aunque este negocio emblemático sigue en pie como el primer día «gracias a la ilusión y todo lo que han puesto en él mis hijos». Por ello, sus incondicionales, procedentes de toda España y el extranjero, aprovechan el fin de semana para acercarse a cualquiera de sus tiendas, sabedores de que tienen el mejor surtido de zapatos de niño de todo el país y que ya son muy pocos los negocios de este tipo que pueden encontrar.
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«Nico, venimos expresamente de Málaga, Almería o Madrid a comprarle zapatos a los tres niños y me llevo todo, los zapatos, las zapatillas de casa y si tienes ya algo de verano, también».
«Antes los niños llegaban y les ponías unos zapatos Gorila y eran felices», explica Nico. «Ahora sólo quieren deportivas y los han acostumbrado desde pequeños a que se pongan lo que les gusta. Las familias eran numerosas, no había móviles y le dabas a cada niño una pelota y estaban encantados. Cuando las señoras habían comprado más cosas, e iban cargadas, cogía mi Vespa y al mediodía, en lugar de irme a mi casa a comer, me ponía a repartir para ayudarles con esas compras. Después, me volvía a la tienda».
Además de poco amante de los libros, Nico reconoce que era «traviesillo y nerviosillo» (lo sigue siendo aún, según sus hijos), en una familia donde ha predominado el amor por la Medicina, que han ejercido dos de sus hermanos: Quete y el ya desaparecido y recordado cirujano de la Monumental de Frascuelo, José Sańchez Ortiz. Siempre ha sentido «adoración por ellos», como lo ha hecho igualmente por sus hermanos Alberto, Julia, Loli y Mari Paz.
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Educarse con la «disciplina y principios que había antiguamente» dentro de una familia tan unida tenía que reflejarse necesariamente en los cinco hijos que ha tenido junto a su adorada Encarnita: Nico, Leti, José Fernando, Almudena y Carolina. «Casarme con ella –asegura con admiración– ha sido lo mejor que he hecho en mi vida». Lo dice también con legítimo orgullo su hija Leti, «detrás de un gran hombre y de un gran negocio, hay siempre una gran mujer».
Salto de calidad
Nico, Leti y José Fernando no han hecho sino mejorar el negocio desde que tomaron las riendas, más habituados a las nuevas tecnologías. La parte de outlet y las ofertas son también parte de su secreto, además de las redes sociales y la página web con la que Nico hijo, dio todo un salto de calidad hace 25 años convirtiéndose en todo un pionero con las nuevas tecnologías. De hecho, fue el primer negocio de estas características en Google.
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«Aquella primera página, más rudimentaria, va por la tercera generación pero, recién arrancada, una clienta de Miami de aquella época les encargó para ella y sus amigas cientos de pares. Incluso vino un día a Granada a conocernos, expresamente», recuerdan.
«Lo primero que aprendimos de nuestro padre –explican los tres hermanos–fue la constancia en el trabajo junto a una educación y un saber estar de cara al público. Transmitimos un trato familiar, cercano y totalmente personalizado desde que entran por la puerta. La clientela que tenemos es muy fiel porque sabe que les ofrecemos calidad y que pueden confiar plenamente en nosotros. Si hace falta sacarles veinte pares hasta que damos con la horma que mejor le va al niño, lo hacemos, y eso te lo agradecen. Cuando vuelven otra vez, ya te piden que les aconsejes. La venta es más lenta, pero ese tipo de cliente lo mantenemos», señalan.
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La mentalidad a la hora de adquirir un zapato ha cambiado radicalmente en los tres últimos años a nivel de Andalucía porque lo que se estila ahora es «el zapato respetuoso y casi todos los fabricantes han tenido que cambiar el sistema de hormas y hacer los zapatos más flexibles y sin contrafuertes». «Estamos readaptando nuestro negocio porque hay una evolución en el calzado y las redes sociales también han hecho mucho. La concienciación es mayor y los padres miran más la calidad y la flexibilidad del zapato», aseguran.
Menos comuniones
«Aproximadamente un 95% de las tiendas y fabricantes de zapatos de niños en España, con calzado de piel totalmente artesanal, han cerrado ya», aseguran. Por eso se sienten algo así como «los últimos de Filipinas».
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Los expertos creen también que ha hecho mucho daño el boom de las marcas entre los más jóvenes, la venta online de productos de importación más baratos, en claro detrimento de la calidad del zapato y la salud del pie, y el boom de las zapatillas por encima del zapato de vestir. Una costumbre que empezó a asentarse a raíz de la pandemia.
Disponer de una amplísima variedad de firmas y modelos, como los que tiene Calzados Nico, unido al stock de los números correspondientes para cada uno de ellos, requiere de una previsión, de una apuesta económica y de una capacidad de almacenaje muy grandes, que no todos los negocios están dispuestos a asumir en estos momentos. A esto hay que añadir, «que cada vez tenemos más adultos que se compran zapatos de niño, entre un 20 y un 25% de nuestros clientes. Por eso, los fabricantes están incrementando el número de tallas».
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Otro factor a la contra que está haciendo mella, por cuestiones de educación, es el mayor protagonismo que algunos padres modernos le están dando a los niños a la hora de elegir sus zapatos, influenciados en la mayoría de los casos por las redes sociales, las modas o los artistas del momento. Lo de menos, es que el zapato te quede como un guante.
Aquel grupo de hermanos a quien Nico padre sentaba todos juntos sin abrir la boca y probaba zapatos de una tacada se ha convertido ahora «en un niño con mucha personalidad que decide lo que le gusta o no». Esa iniciativa infantil, que prefiere las actividades de ocio a las catequésis, ha llevado desafortunadamente a un detrimento de las comuniones y del calzado especial para ellas «que ha quedado reducido a la cuarta parte en los últimos cinco años».
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Nico
Nico se siente feliz de que tres de sus cinco hijos se hayan dedicado al negocio. «Yo los veo felices y hacen lo que les gusta, que es trabajar y atender a los clientes. Yo podría haber sido arquitecto, astronauta de la Nasa o médico como mi padre y hermanos pero, si volviera a nacer, vendería zapatos de niño. Y me casaría con la misma mujer que conocí con 15 años». No cree que ninguno de sus nueve nietos se dediquen a lo mismo, «ni mis hijos quieren meterlos porque esto cada vez se pondrá más difícil, pero nosotros continuaremos al máximo. En Valencia, por ejemplo, no quieren una tienda de niños y aquí han cerrado once zapaterías en cuestión de seis años».
No hay un zapato perfecto, porque, aseguran los cuatro, el secreto está en el pie y es «el zapato el que tiene que adaptarse al pie y no el pie al zapato. Tiene que encajar perfectamente, que sea flexible y que no pese. Es decir, lo más parecido a andar descalzo».
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Y otro detalle muy importante, «con la venia del cliente», añade Nico padre, es «pasarle revista al zapato, meterle la mano una vez colocado y comprobar que no tiene una costura o ninguna cosa extraña».
A Calzados Nico acude la gente que busca la calidad, ante todo, porque «los pies de los niños chicos, con esas caras tan preciosas, valen más que todo», dice Nico emocionado.
Por eso, esta entrañable y encantadora familia recibe continuamente el cariño de sus clientes y, sobre todo, de aquellas primeras abuelas a las que les gusta reencontrarse con Nico y «darme un besico o que sus hijos o nietos se hagan una foto conmigo» porque es toda una institución y porque su historia está ligada a los recuerdos de tres generaciones de granadinos.
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