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ÁLVARO LÓPEZ
Miércoles, 6 de marzo 2019, 17:45
Ni te gusta estudiar ni te gusta nada que tenga que ver con lo que estás haciendo o con lo que deberías hacer. Por fortuna, aunque pueda parecer un camino tedioso y complicado, existen opciones para salir de él. Las repasamos.
Puede pasar que los jóvenes lleguen a un punto en el que no sepan a qué dedicarse en el futuro. Que desconozcan en qué deben dedicar su tiempo de estudio para formarse de cara a un mercado laboral próximo. Aunque esa circunstancia se repite más de lo que suele creer la sociedad, todos los jóvenes acaban encontrando su camino. Incluso aquellos que no saben qué estudiar o dónde formarse. Para todo hay una salida.
Si estamos seguros de que no sabemos qué queremos estudiar porque no nos gusta nada, debemos tratar de preguntarnos y de descubrir, qué es lo que nos gusta. Y no nos referimos a saber qué nos gusta como estudiantes sino como personas. Tratar de hacer un análisis de conciencia con el fin de ver en qué nos desenvolvemos mejor, nos ayudará para determinar hacia donde enfocar nuestros esfuerzos.
Los orientadores y los profesores pueden ser aliados de los alumnos indecisos o de aquellos que no sepan qué hacer en el futuro. Estos profesionales permiten obtener una visión de conjunto de las destrezas de las que hace gala el estudiante y serán una buena ayuda para que puedan llevarlas a cabo en base a una formación. Los orientadores pueden, efectivamente, orientar sobre el mejor camino para obtener un buen futuro laboral, pero también pueden abrir los ojos sobre qué es lo que le puede gustar al alumno de cara al estudio.
También sucede que hay jóvenes que creen que su siguiente etapa después de la educación obligatoria ha de ser la universidad. Nada más lejos de la realidad, no es, ni mucho menos, la única opción ni la más deseable. Cada perfil de alumno necesita y reclama su propio espacio de expansión personal y formativa y eso se consigue de muchos modos. No solo en la universidad y no solo en grandes planes de estudio.
La mejor manera de encontrar el camino hacia lo que nos gusta es haciendo aquello que nos interesa. Porque los gustos y los intereses están ligados, pero no tienen por qué ser lo mismo. Es decir, si el estudiante no sabe a qué dedicar su tiempo para estudiar, la Formación Profesional, por ejemplo, puede ayudar a conseguir mediante la práctica de una profesión, todo aquello que no sabía el estudiante que quería hacer. Aunque el hábito no hace al monje, sí ayuda moverse en un campo concreto para explotar sus virtudes.
Si de todos modos el estudiante no tiene claro qué hacer a nivel de estudios, que no cunda el pánico pues la formación no es indispensable para tener empleo. Es decir, sí hay que adquirir unos niveles básicos de conocimientos comunes, pero no hace falta ser erudito en ninguna cuestión si el trabajo a desempeñar nos interesa más que la formación en sí.
Dicho de otro modo, los estudiantes que no quieran o no sepan qué estudiar, pueden trabajar en diferentes empleos en los que ir encontrando sustento económico mientras desarrollan su propia actividad laboral. Además, hoy en día las empresas forman a sus trabajadores en muchos casos lo que puede significar que los estudiantes que no sabían que hacer de pronto se encuentren en un entorno que les motiva para especializarse.
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