Los jóvenes chinos descubren el paro
Cambio de paradigma ·
El desempleo juvenil bate récords y el presidente pide a los afectados que se «traguen la amargura»Cambio de paradigma ·
El desempleo juvenil bate récords y el presidente pide a los afectados que se «traguen la amargura»Todo el mundo me decía que si me esforzaba a fondo tendría un buen futuro. Y lo hice. Me dejé la infancia preparándome primero para el 'zhongkao' -un examen de acceso a Secundaria- y aún más para el 'gaokao' -el equivalente en China a las ... pruebas de Selectividad-. Renuncié a tener amigos y novia para entrar en una buena universidad, y rematé los estudios en Inglaterra con la dificultad añadida que supuso la pandemia. Pero ahora no encuentro el buen trabajo que me prometieron todos».
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Liao está decepcionado. Y este joven ingeniero de la provincia oriental de Jiangsu no es el único. Su desesperanza es la de muchos jóvenes urbanos en China. Han descubierto lo que es el paro. Y la precariedad. Porque Liao sí que ha recibido ofertas laborales. «El problema es que los salarios son muy bajos y las condiciones laborales muy duras», comenta desde la ciudad de Nanjing. Por eso, ha decidido esperar. «La economía no va bien, pero creo que es un bache temporal, porque confío en el rumbo y la fortaleza de China. Así que he decidido recuperar un poco del tiempo que he perdido en los estudios y disfrutar algo la vida», sentencia.
A diferencia de lo que hicieron sus padres, que vivieron los coletazos de la Revolución Cultural (1966-76) y tuvieron que trabajar de sol a sol para salir adelante durante los primeros años de la apertura al mundo del Gran Dragón, Liao no tiene intención de sacrificarse más. Y por eso critica que el presidente del país, Xi Jinping, declarase hace unas semanas que la juventud china tiene que aprender a 'chi ku', a tragarse la amargura.
21,3% de los jóvenes chinos
con edades comprendidas entre los 16 y los 24 años y residentes en ciudades están en paro.
Es una fórmula para exigir fortaleza y perseverancia sin queja ni lamento. «Quizá con antiguas generaciones funcionaba, pero yo creía que China ya había superado esa etapa. Nos han repetido hasta la saciedad que vamos hacia el 'sueño chino', no de vuelta a la Revolución Cultural», critica Liao, que prefiere no revelar su nombre completo.
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Este año, un número récord de 11,6 millones de jóvenes se han graduado en las instituciones educativas del gigante asiático. Y se han encontrado con que en el mercado laboral les espera la tasa de paro juvenil más elevada de la historia: 21,3% en junio. Lógicamente, es una coyuntura que favorece el estancamiento de los salarios y que choca con la ambición, en ocasiones desmedida, de los aspirantes a un primer empleo. «Tenemos que ganar más que nuestros padres o seremos unos fracasados», apostilla Liao.
A diferencia de lo que ha sucedido en Occidente, los chinos nacidos a partir de 1980 han vivido una bonanza ininterrumpida que ha sido especialmente marcada entre quienes han venido al mundo este siglo. El bienestar ha aumentado rápidamente, las condiciones materiales se han ido equiparando a las de los países más desarrollados, y las oportunidades profesionales se han multiplicado. Pero la pandemia ha marcado un punto de inflexión que podría convertirse en la primera crisis económica desde las reformas económicas que, a partir de 1979, posibilitaron el mayor milagro económico de la historia.
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«Afortunadamente, China no está sufriendo la ola de inflación de Occidente. El problema es más bien el contrario. Los precios se mantienen estables o bajan ligeramente, así que el poder adquisitivo no cae. Pero sigue siendo completamente imposible acceder a una vivienda sin la ayuda de los padres, y, por primera vez en mucho tiempo, las expectativas de futuro son negativas», explica un empresario español afincado en el norte de China que prefiere mantenerse en el anonimato. «Aprecio otro cambio importante que refleja bien el estado de ánimo: antes había mucha rotación del personal, duraban poco en la empresa porque tenían ofertas mejores; ahora tienen miedo a perder el trabajo», apostilla.
Incluso el diario ultranacionalista Global Times, vocero del Partido Comunista, reconoce que «la economía no ha protagonizado el fuerte rebote que se esperaba tras la pandemia». El crecimiento resulta decepcionante -el año pasado China aumentó su PIB incluso menos que España, un 3% frente al 5,5% de nuestro país-, y muchos dudan de que en 2023 el país asiático vaya a alcanzar el objetivo del 5% marcado por su gobierno: las manufacturas renquean porque la demanda global flaquea, el mercado inmobiliario cae arrastrado por el pesimismo y por numerosos escándalos protagonizados por grandes promotoras, y el consumo interno no logra compensar la debilidad del resto mientras la deuda continúa creciendo.
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-14,5% cayeron
las exportaciones chinas, uno de los principales motores económicos del país, en julio.
En estas circunstancias, China ha recuperado parte de la economía informal que había desterrado, como los puestos callejeros que había prohibido por insalubres, y promueve a través de su maquinaria de propaganda que la juventud se dedique a labores manuales o a trabajos surgidos gracias al 'boom' del comercio electrónico, como el de los 'riders'. Pero, para una generación que se ha formado precisamente con el objetivo de huir de esa precariedad, la situación resulta decepcionante.
Puede que, como vaticina Liao, esto solo sea un bache lógico después de cuatro décadas de crecimiento astronómico. Pero lo cierto es que está cambiando la percepción que la juventud tiene del rumbo del país. Porque los recién graduados aterrizan en la vida adulta con muchas más expectativas y exigencias que sus padres. Y este es el contexto en el que, durante la pandemia, surgen y se fortalecen movimientos como el que aboga por mudarse a zonas rurales, alentado por el propio Gobierno, o el más reivindicativo 'tang ping', que literalmente significa 'tumbarse boca arriba'.
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Quienes practican este último hacen lo mínimo exigido para sobrevivir: en caso de que trabajen solo hacen lo suficiente para que no les echen, apenas consumen, y rechazan la cultura de la competición social que ha impulsado a China. Según Zhang Dandan, profesor de la prestigiosa Pekín University, suman ya 16 millones de jóvenes. «Tenemos demasiada presión. Sobre todo si se suma la que ejerce la familia, porque muchos somos hijos únicos y sobre nuestros hombros recae el peso de cuidar de padres y de abuelos», cuenta Lin Xia, una treintañera de Shanghái.
Por otro lado, esta coyuntura explica también la constante caída de la natalidad. «Los salarios han subido, sí, pero también el precio de todo. Las mujeres somos cada vez más independientes, y eso dificulta la maternidad», añade Lin. De hecho, a las que superan los 25 años y aún no tienen pareja se las llama popularmente 'mujeres sobrantes', pero su número es cada vez mayor. Sin un sistema de salud pública o de pensiones sólido, y con ayudas a la natalidad pírricas, cada año se rompe el récord del menor número de nacimientos.
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9,56 millones
de niños nacieron el año pasado, el menor número desde la fundación de la República.
Hasta ahora, el crecimiento económico y la mejora del estado del bienestar había restado importancia a estos profundos cambios sociales. Pero las dificultades de la juventud para acceder a un empleo rompen el tácito pacto social del Partido Comunista, cuya legitimidad se sustenta en su capacidad para mejorar la calidad de vida de la población. Y eso siempre acerca el -nunca hasta ahora materializado- fantasma de la zozobra social, lo que más teme el gobierno autoritario de Pekín. La mejor muestra de ello es la rapidez con la que desactivó la política 'covid cero' tras las manifestaciones que el año pasado se produjeron contra ella por todo el país.
Según el propio análisis del profesor Zhang, el empleo en el sector industrial aún está un 33% por debajo de los niveles previos a la pandemia. Es la conclusión que ha sacado después de haber estudiado lo que sucede en los centros manufactureros de Suzhou y Kunshan, en la costa este del país, donde la automatización también supone una amenaza para la mano de obra poco cualificada.
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«La mayoría de los trabajadores en este sector son jóvenes, y les ha golpeado fuerte», afirma Zhang en un artículo que ya ha sido borrado. Pero en las redes sociales le dan la razón. «Por eso hay tantos jóvenes matriculados en estudios de posgrado o haciendo oposiciones a funcionario. Porque no encuentran trabajo», aseguraba un usuario de Weibo, el Twitter chino, en unas palabras que resuenan muy cercanas.
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