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C. L.
Martes, 17 de diciembre 2024, 09:54
Quedan escasos días para que el sorteo de la Lotería de Navidad ponga en juego más de 3.000 millones de euros. Son muchos los españoles que sueñan con que algún día les sonría la suerta y se conviertan en millonarios, ya sea en este soreto o en cualquier otro, pero las probabilidades de que ocurra sin escasas.
Sin embargo, hace 200 años ese porcentaje era todavía más bajo, tanto que el Estado no estaba preparado para afrontar un pago de tal calibre. La cantidad a pagar por este primer premio no se conoce, pero abonar el premio correspondiente era algo inasumible para Hacienda en esos momentos, comienzos de la década de 1840, así que hubo que pactar una solución con el ganador.
Santiago Alonso Cordero, un arriero leonés fue el agraciado. Había logrado progresar en los negocios y cuando ganó el premio era diputado liberal en Cortes. En realidad, el premio que ganó Alonso Cordero no era exactamente el 'Gordo' de Navidad, que no se comenzó a denominar así hasta 1892. Era una de las modalidades de lotería vigentes en ese momento. Se le llamaba Primitiva para distinguirla de la moderna, nacida en 1812.
Constaba de 90 posibles números, entre los que habrían de salir cinco premiados, los denominados «extractos». El sorteo ofrecía diversas modalidades de apuesta, tal y como explicó el historiador Manuel Lucena Giraldo en un artículo publicado en la revista Historia de National Geographic. Un funcionamiento con similitudes a la Primitiva de hoy en día.
El importe del premio, según Lucena Giraldo, dependía de la suma apostada, «y se calculaba a partir del inverso de la probabilidad de acertar en cada modalidad de apuesta». En todo caso debía ser muy grande, puesto que Hacienda recurría habitualmente al «cerrado» de los números sobre los que se concentraba el interés de los apostantes. Eran los preferidos del público, y con el «cerrado» no se aceptaban más apuestas sobre ellos.
Es posible que Alonso Cordero se hiciera con uno de los premios gordos, de ahí que el fisco le ofreciera un trato: unos terrenos urbanizables en la Puerta del Sol madrileña, justo donde comienza la calle Mayor, a cambio de renunciar al dinero. Alonso Cordero levantó un edificio multiusos diseñado en 1842 por el arquitecto Juan José Sánchez Pescador. El solar, donde estaba ubicado un convento, fue adquirido mediante una subasta pública que los historiadores señalan fue de de dudosa ejecución.
Su origen fue muy humilde pero acabó acapoarando poder y muchos contactos. Arriero primero, creció como comerciante acarreando mercancías de todo tipo (pescados, embutidos, minerales, etc.) tiradas a caballo, entre Galicia y el centro peninsular.
Su ascenso social tomó impulso en 1836, al ser designado como diputado en Cortes. Ese nuevo estatus le facilitó los contactos con políticos y empresarios de la época necesarios para medrar en los negocios. Negocios y política se entrelazaron, señalan desde la Real academia de la Historia, constantemente en la vida de Santiago Alonso Cordero. Si el progresismo en el poder favoreció sus intereses económicos, estos últimos también reforzaron la red de influencia política que le elevó a la representación provincial y nacional; todo a cambio de un apoyo sin fisuras al proyecto liberal progresista, por el que siempre estuvo dispuesto a asumir riesgos y pérdidas.
Pero la estrella política de Santiago Alonso Cordero comenzaría a desvanecerse desde 1847, coincidiendo con la vuelta al poder de la facción más dura de los moderados, que expulsó del juego político una vez más a los progresistas. Aunque mantuvo el acta de diputado por su distrito de Astorga hasta 1850, la perdió en las elecciones de este último año, ante la candidatura triunfante del unionista asturiano José Posada Herrera, cuya irrupción en el distrito cautivo de Cordero se debió al apoyo del notable leonés Segundo Sierra Pambley y al de Modesto Lafuente, ambos alineados entonces con la Unión Liberal.
La muerte le sorprendió en Madrid, durante la peste de 1865, en la Vicepresidencia de la Diputación madrileña, último de los cargos públicos que ocupó. Dos años antes dejaba señalado en su testamento que había sufrido importantes pérdidas en diferentes momentos, sobre todo en los últimos años. Como a su líder Mendizábal, la política también le costó dinero y «grandes disgustos», aunque Santiago Alonso no murió arruinado.
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