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C. L.
Viernes, 8 de noviembre 2024, 10:39
Quién lo iba a decir, que en Granada se encontraría un pedacito de California. Se trata de «una auténtica rareza transformada en pura belleza» que a lo largo de los últimos 150 años se ha ido desarrollando en estas tierras. Así lo ha revelado una prestigiosa revista de viajes, que ha dedicado un artículo a este entorno singular de la provincia.
A los pies de la sierra de La Sagra, más de una treintena de gigantescos árboles forman, entre las localidades de Huéscar y la Puebla de Don Fadrique, uno de los escasos bosque de secuoyas existentes en Europa. Estos son en realidad originarios del Parque Nacional de Yosemite, en las montañas de Sierra Nevada de California. La pregunta es: ¿cómo llegaron esas secuoyas a Granada?
En el artículo de Condé Nast Traveller, David Escribano explica que, según una creencia popular, fueron un regalo del británico duque de Wellington a uno de los marqueses de Corvera. Sin embargo, Escribano apunta que esta historia está en entredicho. «Parece que fue Rafael de Bustos Sagade, VII marqués de Corvera, quien llevó los plantones de secuoya a Huéscar, siendo unos de los primeros retoños del gigantesco árbol que entraron en Europa», comenta.
Como curiosidad, destaca que son conocidos popularmente como 'Mariantonias', que era como se llamaba la esposa del Marqués de Corvera, propietario de la finca La Losa, que introdujo la especie en Granada. Un milenio después, aquel pequeño bosque se ha convertido en un juego de colores que acapara todas las miradas. Esta maravilla botánica, conocida como La Losa, es ideal para una excursión en familia. Eso sí, primero hay que pedir permiso; la visita debe ser guiada.
Las secuoyas se encuentran a 195 kilómetros de Granada capital. Una carretera con curvas y que casi siempre está vacía conduce al interior del municipio de Huéscar, en dirección a Castril, en el nordeste de la provincia. Tres kilómetros más adelante, hay que tomar un desvío hacia la finca de La Losa. Allí, en unos terrenos privados, se siente el mismísimo Yosemite.
Tras unas grandes puertas, más de una decena de secuoyas con más de 150 años de antigüedad desprenden una magia única. «Salvo en verano, el aire suele ser frío, pues el cercano pico de La Sagra se eleva unos 2.384 metros sobre el nivel del mar, creando un clima que no desgasta el crecimiento y desarrollo de este árbol de origen californiano», cuenta Escribano en Condé Nast Traveller.
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