Una batalla más o la batalla clave
Debate electoral ·
Dos estrategias Sánchez afronta la cita como el hito de la campaña; Feijóo, muy por delante en las encuestas, confía más en el cara a cara con su electoradoDebate electoral ·
Dos estrategias Sánchez afronta la cita como el hito de la campaña; Feijóo, muy por delante en las encuestas, confía más en el cara a cara con su electoradoNo hay más que recordar la negativa de Pedro Sánchez a celebrar un solo cara a cara con Pablo Casado en abril de 2019 para entender que si el pasado 5 de junio, apenas una semana después del batacazo de las autonómicas y municipales, se ... lanzó a reclamar a Alberto Núñez Feijóo hasta seis debates entre la precampaña y la campaña del 23 de julio fue porque sabía que esta vez tenía mucho más que ganar de lo que podría perder. El 28-M dejó al presidente del Gobierno en una posición de desventaja respecto al líder de la oposición, pero los socialistas se aferran a que la brecha que lo separó del PP en las locales fue de tan solo tres puntos: el 28% del voto frente al a un 31%. Una distancia salvable, dicen, si se activa al electorado progresista.
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Los expertos sostienen que, pese a su importancia para una democracia sana y al enorme espacio que ocupa su negociación, los debates están lejos de resultar decisivos. Pero cada vez son más los electores que deciden el voto en los quince días de campaña, en torno a un 30%. Y mucha o poca, los debates tienen incidencia. Los dos celebrados antes de las generales de abril de 2019, a cuatro, fueron vistos, según el CIS, por un 55% de españoles de los que en torno al 7% declaró haber cambiado después el sentido de su voto. Del 51% que vio el de la repetición electoral de noviembre, un 4% confesó haberse hecho lo propio.
Eso podría explicar por qué Feijóo, que con el viento de cola en las encuestas no tiene necesidad de arriesgar, no ha tenido el mínimo interés en prestarse a confrontar en vivo y en directo con el jefe del Ejecutivo más que una vez antes del día 23 y por qué Sánchez ansiaba cuantos más debates, mejor. En Ferraz auguran, de hecho que la cita de mañana puede ser «lo más determinante de la campaña»..
Los estrategas socialistas creen que Sánchez es mucho más ágil y eficaz que el líder de la oposición y que en un cara a cara sería capaz de obligarle a exhibir su «insolvencia». A esa supuesta fortaleza hay que añadir una debilidad. Los socialistas han decidido volcar todos sus esfuerzos en una presencia masiva en medios de comunicación, entre otras cosas, porque los mítines y actos en la calle, a los que se está entregando con fruición Feijóo, son difíciles de organizar con un partido desinflado por la reciente derrota.
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Sánchez llega a la cita después de una gira por programas de radio y televisión a los que había vetado durante toda la legislatura y con la que ha tratado de desmontar la idea del 'sanchismo', el concepto despectivo con el que la oposición define su obra y que, según el aludido, esconde solo «insidias y mentiras». Este fin de semana ha liberado su agenda para dedicarse, casi en exclusiva, a entrenar el cara a cara, mientras Feijóo recorre España: Sevilla, Badajoz, Zamora y Pontevedra, un acto este ante 12.000 personas.
En sus intervenciones, el presidente se ha afanado en, como poco, contextualizar las actuaciones que explican parte de su desgaste: hizo acto de contrición y propósito de enmienda por un feminismo agresivo que personificó en la ministra de Igualdad, Irene Montero, ahora apartada por Yolanda Díaz; equiparó su decisión de indultar a los líderes del 'procés' con los «cambios de criterio» de Adolfo Suárez o Felipe González cuando legalizó el PCE, uno, o pidió el voto a favor de la permanencia de España en la OTAN, el otro; e incluso arguyó que el Gobierno ha sacado adelante más reales decretos leyes con el PP que con Bildu.
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Todos estos elementos, y una gestión económica que exhibe de la mano de la vicepresidenta Nadia Calviño como gran referente nacional e internacional («Nosotros tenemos a Nadia, ellos a nadie», presume), conforman el colchón defensivo con el que se enfrentará a Feijóo. Los pactos del PP con Vox -que han implicado el ascenso a la presidencia de parlamentos autonómicos de personas con un historial antivacunas, negacionista de la violencia de género y el cambio climático, homófobo o tránsfobo; que han llevado a firmar acuerdos programáticos en los que el término violencia machista se sustituye por el de violencia intrafamiliar; o que han dado pie a que la bandera arcoíris se elimine de las fachadas de los edificios públicos en el Día del Orgullo- constituyen su línea de ataque.
Los sondeos indican que la sobreexposición de Sánchez en las últimas semanas ha tenido cierto efecto positivo, pero también que la relación con el partido de Santiago Abascal no está pasando a Feijóo la factura a la que los socialistas aspiraban. El líder del PP mantiene que su objetivo es lograr una mayoría suficiente, en torno a los 160 escaños, para gobernar en solitario, algo que Sánchez sabe que no podrá hacer en ningún caso. Ni siquiera las encuestas más optimistas otorgan al primer partido de la oposición un resultado tan holgado, pero el tracking diario de GAD3 para este diario ha llegado a situarlo esta semana en los 156 y los antecedentes de Andalucía y Madrid juegan a su favor.
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El líder del PP maneja varias bazas para tratar de neutralizar las pullas de su adversario. Y una no menor es que horas antes del debate habrá tenido lugar la segunda votación de la investidura del presidente murciano, Fernando López Miras, que se ha negado a negociar la entrada de Vox en su Ejecutivo. También pretende restregar a su adversario que su partido ha apoyado a los socialistas en Vitoria y Barcelona para evitar que gobernaran Bildu y Junts. El debate será una prueba de alto voltaje para la calma que se atribuye a Feijóo y para la resistencia que Sánchez lleva en el ADN.
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