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Elecciones 23J
Granada sale a votar con la frescaAlberto, segundo suplente de vocal, camina liberado por Recogidas, de vuelta a casa. A las ocho de la mañana, se presentó en su colegio electoral más que por la democracia, por no cumplir condena. «Me llegó un whatsapp que decía que si no venías te podían meter dos años de cárcel». El joven, de 18 años, descubrió que lo de la cárcel era un bulo allí mismo, con los que sí se quedaron a echar el día junto a la urna. Alberto no tuvo más remedio que levantar los hombros y admitir la derrota. «Bueno, había que venir y vine».
Carmen durmió anoche «tapadita con la sábana» y esta mañana, bien temprano, se vino con Francisco en el coche. «Estamos echando el verano en Güéjar Sierra, como siempre, que allí se está muy bien. Y como había que votar, pues aquí estamos», sonríe la mujer de 84 años, la primera en llegar al colegio José Hurtado, en la calle Molinos, unos minutos antes de las 9.00 horas. Nada más abrir las urnas, Carmen mira hacia atrás, al patio del colegio, sorprendida por el grupo que acababa de llegar. «¡Vivan los novios que votan!», grita una pandilla de jóvenes, todos enchaquetados y alegres. Resulta que Pilar y Luis se casaron ayer y, ya que habían cogido carrerilla con eso de los votos, se vinieron directos de la boda. «Estos vienen calentitos», bromea Carmen, al ver los coloretes.
Pepe sabe que quiere un café con leche, en la terraza del Paprika, en Fortuny. «Lo que no sé es si caliente o con hielo», explica. «Como quieras, Pepe -responde la camarera-. ¿Has ido ya a votar?». «A ver, no sé si quiero hielo o no quiero hielo, ¡qué voy a saber qué votar!». Unos minutos más tarde, sin embargo, cuando se termina el desayuno, Pepe camina hasta las Mercedarias, su colegio electoral, y resopla al ver a los que hoy «pringan en la mesa». «Es que se van a asar, ¿verdad?», se dice. Pero ahora mismo corre aire fresco y hay mucha gente votando. De hecho, la afluencia temprana a los colegios, dicen los interventores, está siendo «muy llamativa». Se ve que nadie quiere toparse con el calor. El café fue con hielo, por cierto.
Joaquina tiene 92 años y un abanico blanco y verde que va y viene sin parar. Son las diez y media y en el interior de la sala del Grupo Municipal de Bailes Regionales, en Marqués de los Vélez, hace un calor terrible. Además, la entrada es estrecha, los votantes pasan de uno en uno y todos salen sudando de allí. Joaquina, en su silla de ruedas, se da aire con energía: «Está la cosa apretada, pero mejor ahora que más tarde, ¿no?».
Pedro y María se han llevado a los niños a votar, a la vuelta de la esquina, en el Ateneo de Granada, en la calle Martín Bohórquez. Mientras los padres escogen los sobres y las papeletas, los niños esperan pacientemente. Quietos, casi congelados. Incluso a gusto. En el interior, claro, el aire acondicionado dispara a toda potencia. «Vaya, que si yo estuviera aquí todo el día me terminaría poniendo una rebequita», dice María. «Mejor esto que nada», responde Pedro.
Maisa, primera vocal de una de las mesas del colegio Virgen de Gracia, se siente una afortunada: «Me ha tocado al lado del ventilador, donde hay algo de corriente. Aunque ya nos han advertido de que a las cuatro de la tarde cae una solana de Dios es Cristo». El calor, como cualquiera podría prever un 23 de julio, es el tema de conversación principal en los colegios de Granada, donde la mañana transcurre con mucha tranquilidad.
Manuel, de 91 años, acaba de votar en Ancha de Gracia. «Ya he despachado», dice alegre. «A mí me parece que, al menos los mayores, vamos a votar bien prontito. Luego vendrán los demás», reflexiona. El colegio San José, en la calle Tablas, es uno de los que más actividad tienen esta mañana. «En las primeras horas, la cola para votar llegaba hasta Obispo Hurtado», apunta Carmen. Sin embargo, a partir de las 12.30 horas, la afluencia baja lentamente. «Las primeras horas han sido muy intensas, supongo que con el calor la gente prefiere esperar. A ver qué pasa», dice Fátima, presidenta de una de las mesas, poco antes de que su marido, Enrique, se presente con su voto en la mano. «Vengo a renovar los votos», bromea él. Mira, como Pilar y Luis.
Luis -otro Luis- cumple hoy 56 años y acaba de votar. Al pisar la calle, comenta con su mujer la jugada. «¿Te has fijado que ningún cabeza de lista de Granada va a votar en Granada? ¿Pero tú ves a alguien quejarse? ¡Na! A callar y a votar».
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