Granada vota con un pie en la playa

La jornada comenzaba temprano en el litoral para no pillar las horas centrales del día. En la biblioteca La Palma de la avenida de Salobreña, los votantes acudían a su mesa electoral en bañador y chanclas. Sonrientes, una familia posaba para IDEAL. Poco después de las 9.00 horas, la cola en el CEIP Francisco Mejías quitaba el hipo. Las altas temperaturas hacían que los motrileños se quitarán el bochorno meciendo el voto como si fuera un abanico, mientras que en el colegio de Los Álamos, los mayores, los veteranos en esto de las elecciones, tenían dificultades para acceder al recinto al tener que sortear un escalón elevado. A José Alaminos, 73 años, le depositaba su esposa el sufragio ante la imposibilidad de acceder al centro. La escena se repetía en la escuela de Arte, Elisa, acompañada por un responsable de Protección Civil tenía que acceder por otra puerta para sortear las escaleras del palacio Ventura. En el interior, abanicos e incluso ventiladores portátiles acompañaban a sus dueños a votar.

Pasado el mediodía, los centros electorales se vaciaban y las playas se llenaban. En Almuñécar la primera línea estaba entera ocupada de sombrillas pese a que el sol se ha resistido a aparecer. En un mar en calma, como un plato, los bañistas nadaban, jugaban con flotadores o se quejaban de lo fría que estaba el agua, para mayor envidia de los currantes.

Otros leían y se tapaban con vergüenza para que el fotógrafo de este periódico no les inmortalizara. En los chiringuitos se empezaba a ocupar las primeras mesas para la caña. Una cerveza que sabía a deberes bien hechos y cumplidos. «Es muy importante votar hoy», remachaba un cliente después de que otro manifestase que su indecisión se traduciría en una abstención.

Playa Granada y playa de Poniente eran un espejo de Almuñécar. Con el día nublado el bochorno se ha hecho poco de notar. En las carpas empiezan a sacar los tuppers para comer. Queda día en la playa y en los colegios electorales tras una campaña ajustada y acalorada.