Elecciones históricas | 1979
El retorno de la democracia a los asuntos más cercanosElecciones históricas | 1979
El retorno de la democracia a los asuntos más cercanosCorría el año 1979. España se abría a la democracia. Tras dos elecciones generales –las de 1977, para elegir a las cámaras que redactarían la Constitución, y las de 1979 para comenzar a aplicarla–, se hacía necesario, como decía el profesor José Sánchez en un ... artículo publicado en IDEAL en marzo de aquel año, que la democracia llegara a ese nivel –los ayuntamientos– donde la vida de los ciudadanos se ve afectada por cuestiones pequeñas, concretas, pero no por ello intrascendentes. La democracia tenía también que llegar a los barrios, a los rincones más alejados. Y no era menos importante elegir «representantes auténticos» del pueblo para gestionar lo inmediato. El país en general estaba construyendo una realidad distinta, y la campaña electoral que precedió a las primeras elecciones municipales, que tuvieron lugar el 3 de abril de 1979, reflejó bien a las claras en qué punto andábamos.
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Al común de la ciudadanía le preocupaba por aquel entonces la subida de los precios, sobre todo el del petróleo. Pero también el de las fresas, que se llegaban a pagar a 325 pesetas el kilo –para los 'millenials', a dos euros, una auténtica barbaridad– y el de otros productos de primera necesidad. La cartelera cinematográfica de la ciudad, en vísperas de la Semana Santa, tenía entre sus propuestas estrella a algunas películas «que podrían herir la sensibilidad del espectador» y que hoy no herirían ni la de una mosca tsé–tsé. Ya habíamos desarrollado, sin embargo, un gran nivel de masoquismo, porque los granadinos acudían –al parecer– masivamente a los cines para que hirieran su sensibilidad.
En una España en que la política que importaba de verdad era la que se desarrollaba en Madrid, las elecciones municipales de 1979 no levantaron una gran polvareda. Los contendientes principales fueron, por un lado, la Unión de Centro Democrático y por otro, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), aunque en el debate que organizó IDEAL en el último tramo de campaña –duró siete horas– también estuvieran presentes el candidato del Partido Socialista de Andalucía (PSA) y el del Partido Comunista de España (PCE), quienes se repartieron 26 de los 27 concejales del consistorio –por cierto, los mismos que se eligen hoy; en población tampoco ha crecido la capital–.
La UCD, aquel partido centrista que agrupaba a tirios y troyanos –lo que provocó que acabaran a 'tirios' entre ellos– hizo una campaña al uso: reuniones en el Hotel Victoria con todo tipo de colectivos sociales, desde sordos hasta arquitectos, desde asociaciones de bordadoras hasta fontaneros. Su candidato fue José Sánchez Faba, un personaje que dejó hondo poso en la historia granadina por su compromiso con diversas iniciativas sociales. Obtuvo 11 concejales. Por su parte, el PSOE, que comenzó con sus campañas 'puerta por puerta', presentó a Antonio Camacho, quien acabaría siendo el primer alcalde democrático de la ciudad, merced al pacto de la izquierda, que sumó los seis concejales propios a los seis del PSA –liderado por Arturo González Arcas, y que obtuvo más votos que el PSOE– y los tres del PCE –cuyo cabeza de lista fue Damián Pretel–.
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En aquel intercambio de pareceres que organizara IDEAL estaban ya presentes los grandes problemas de la ciudad. Uno de los más importantes, el urbanismo. Pretel denunció que había 21.000 metros cúbicos de más construidos en el emblemático edificio La Pirámide –el del antiguo Hotel Luz–. Sánchez Faba, por su parte, instó a la demolición de las edificaciones ilegales. Camacho, en la misma línea, se preguntaba por la legalidad del edificio de Uniasa –Puleva– construido en plena vega. Ambos, no es ningún secreto, han seguido en pie tal y como se erigieron. También preocupaba, y mucho, la situación del Carmen de los Mártires, con acusaciones de expolio de por medio, y que hoy mantiene la ciudad gracias al esfuerzo de mujeres como Mariluz Escribano. El eje Salón–Violón como pulmón de esparcimiento o la creación de un gran parque en el Cerro de San Miguel fueron algunas de las propuestas esgrimidas por aquellos cuatro candidatos que abrieron brecha en la democracia municipal.
Aquella primera corporación de la que formaron parte pintoras como Eulalia Dolores de la Higuera, escritores como Juan Mata, un profesor de Filosofía llamado Antonio Jara y el inolvidable 'señorito camarada', José Miguel Castillo Higueras, fue la primera en cobrar por ejercer sus cargos. Alguna de la opinión publicada se echó las manos a la cabeza, ya que no era costumbre a nivel municipal. También se consideró excesivo el dispendio que hizo el Estado de pagar 10.000 pesetas por concejal electo y 10 por voto a los partidos, para gastos electorales. Eran otros tiempos.
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