![¿Y si arrollo a Omar Shariff?](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/pre2017/multimedia/noticias/201509/20/media/doctor-uno.jpg)
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antonio corbillón
Martes, 22 de septiembre 2015, 00:20
La fábrica de sueños que es el cine fue también la ventana por la que muchos españoles se asomaron a un mundo libre, más allá del NO-DO que imponía la censura del franquismo. En ciudades como Soria recordarán durante los próximos meses aquel vértigo que vivieron hace 50 años, cuando llegó a sus planicies un ejército de actores y técnicos para rodar Doctor Zhivago. Campos de amapolas transformados en la estepa de Siberia. El despliegue también llegó al barrio de Canillas de Madrid, convertido en enclave bolchevique. Solo así se explica una escena que entonces parecía imposible: cientos de figurantes cantando La Internacional en 1965. La policía del régimen no les quitaba ojo.
En España se han rodado más de 700 películas que podríamos llamar hollywoodienses. Producciones con el sello de los grandes estudios que llegaron a la península para ahorrar costes y dejaron a cambio mucho más que generosos salarios. El historiador cinematográfico afincado en España Bob Yareham ha rescatado las 101 que considera más representativas en su último estudio. «Más importante que el dinero fue ver que había un mundo fuera de la dictadura», resume.
Cuando Ava Gardner se alojó en un hotel de Tossa de Mar (Gerona) para rodar El holandés errante siempre pedía un zumo de naranja en el desayuno. La costumbre del animal más bello del mundo llenó los menús de Cataluña de jugos de cítricos. Aquellos personajes a los que todos querían imitar hicieron las mejores campañas de difusión a los refrescos de cola o las gafas de sol. También faltan pocos meses para el medio siglo de la grabación en Alicante de El retorno de los siete magníficos, protagonizada por Yul Brynner, un rodaje para el que los productores construyeron con 65.000 pesetas el colegio La Milagrosa (Agost) que aparece en el filme. «Todavía funciona», recuerda Yareham, afincado en la costa levantina.
Dominada por su imponente castillo, en la vallisoletana Torrelobatón aún recuerdan el desembarco de la troupe de El Cid en 1961. En este pueblo hay un antes y un después de la llegada de los actores Charlton Heston y Ralf Vallone, capitaneados por el director Anthony Mann. Martín San Miguel fue uno de los cientos de extras del rodaje. Uno de los universitarios que llenaron los tres autobuses que se acercaron a la localidad. «Te pagaban 350 pesetas por un día, que era lo que ganaba un obrero en todo el mes», recuerda. Fueron tres jornadas monótonas de repetir y repetir una escena que duraba siete minutos. «Teníamos que lanzar piedras a una comitiva. Eran en realidad esponjas». Pero Martín aprovechó aquellas sesiones a tope. Logró meter su Kodak e hizo fotos a todo lo que se movía. La llevaba debajo de su ropaje medieval. Destacan las imágenes de Charlton Heston, descansando y tumbado junto a los extras. «Todos eran gente muy normal y profesional». Su colección es ahora una exposición permanente en Torrelobatón. «Les hice fotos a los demás extras y me saqué un sobresueldo vendiéndoselas».
La hoz y el martillo
A sus 82 años, el veterano ferroviario leonés Manuel Villa revive el rodaje de Dr. Zhivago como si fuera hoy. Había completado su formación en la mili, en la unidad de ferrocarriles en máquinas de vapor. Sin muchas explicaciones, le mandaron a la estación de Chamartín a recoger una locomotora Mikado para que la llevara a Soria. Por el camino asomaba ya el otoño de 1965. Y en Calatayud, los falangistas. «Al ver la hoz y el martillo y las letras en ruso nos preguntaron. Yo les dije: a mí qué me cuentan, pregunten a la Metro Goldwing Mayer».
Fueron tres meses seguidos. Días enteros, desde la salida del sol hasta el atardecer, grabando la misma escena. David Lean (Lawrence de Arabia) ya arrastraba su fama de puntilloso. Para Manuel, aquello fue una isla de abundancia en el páramo nacional de las carencias. Las 2.000 pesetas de sueldo mensual de la Renfe se multiplicaron por cinco. «Pedías un vaso de vino para comer y te traían un barril. Hubo que arrasar un campo de amapolas para grabar la matanza de los estudiantes... ¡Les pagaron tres cosechas enteras a los dueños!».
Manuel ha visto la película más de media docena de veces. Aún recuerda con intensidad las escenas de amor de Omar Shariff y Julie Christie. ¡Eran maravillosas !». Y también los retos. En el rodaje, la actriz Lili Murati se cayó a la vía y desapareció bajo un vagón. Milagrosamente sobrevivió y, lesionada, siguió filmando. A él no le tocó esa toma con tintes dramáticos, pero sí tuvo que grabar la escena en la que Shariff se acerca al tren y se deja caer al lado.
El escenario. Orson Welles solía decir que España no es un país, sino un continente, debido a su variedad.
La trama. Fomentar el turismo de cine. Nueva Zelanda duplicó sus visitas solo para ver los escenarios de El Señor de los Anillos.
El guion. El investigador americano Robert Yareham presentará el 17 de octubre en el Parador de Cardona (Barcelona) su libro Una guía del turismo de cine en España 101 localizaciones. Los ha seleccionado de entre 700 filmaciones y ha tratado de incluir todas las provincias.
Las secuelas. Este libro llega a la vez que otros estudios, que se presentarán el mismo día, como la Guía definitiva de viajes por el mundo de 007 (la saga de James Bond es un auténtico mapamundi que une geografía y cine) y Sr. Laurence Olivier en España. El actor inglés rodó en España Ricardo III (1954) y veraneó en Torremolinos.
«Pedías un vaso de vino para comer y te traían un barril»
Tenía que medir muy bien la distancia explica el fogonero leonés. Así que antes pregunté a producción ¿qué pasa si le cogemos?
Ya vendrá otro le respondieron.
Manuel y su mujer, Josefita, han vuelto a Soria para recordar aquellos meses. En su estación de tren se grabó la escena final, con la despedida de Julie Christie. A pesar del intenso trabajo, su locomotora Mikado le quitó todo protagonismo. «No soy capaz de reconocerme en ninguna escena».
Pero el escenario de cine en España por antonomasia hay que buscarlo en Almería y alrededores. En esa periferia del desierto de Tabernas está Guadix (Granada), una auténtica ciudad de las estrellas. Allí se han rodado 73 películas de formato ambicioso. Muchos vecinos han tenido la oportunidad de colocarse delante de la cámara, pero Ramón Tubilla es de los que más se ha prodigado. Alto y moreno, siempre había un papel para él. «He trabajado mucho con Sergio Leone. Invariablemente me tocaba ser o uno del mogollón o uno que acaba fusilado», dice con sorna sureña.
Al menos se libró de la muerte en Indiana Jones y la última cruzada (1988), cuyo 25 aniversario reunió en Guadix a una caravana de fans que volvieron a llenar la ciudad de ambiente cinéfilo y aventurero. En aquella ocasión, a Tubilla le tocó hacer de mercader turco en uno de los tumultos y correrías que protagoniza Harrison Ford. «Nos mandaban repetir una y otra vez. No es que saliera mal, pero lo grababan todo varias veces para luego elegir la mejor toma». El caso es que él se llevó 8.000 pesetas diarias, «dos días muy bien aprovechados». Para Ramón Tubilla y los vecinos de la zona, cada película que llegaba era «una inyección, un pellizco de lotería que llenaba los bare y dejaba mucho dinero en los pueblos». Sin olvidar la promoción de su imagen en el exterior.
En esa línea trabajan cinéfilos como Bob Yareham, que recuerda que «el turismo de cine es muy importante en casi todos los países anglosajones». En cambio, de esos 700 escenarios nacionales apenas se conserva nada. Más de medio Hollywood trabajó en España, pero solo ahora se hacen visitadas guiadas como la de Vicky, Cristina, Barcelona, donde se siguen las huellas de Woody Allen y del amor que allí surgió entre Penélope Cruz y Javier Bardem.
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