¿Sabes cómo se inventó el hilo de cobre?

Dos catalanes tirando de una peseta.

Nuria rozas

Martes, 24 de noviembre 2015, 00:31

Un grupo de catalanes se está manifestando por la independencia por las calles de Barcelona. Alguien grita: «¿Qué queremos?». A lo que responden al unísono: «¡La independencia de Cataluña!».

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«¿Y cuánto estamos dispuestos a gastarnos?».

«¡Que viiiiva Españaaaa!».

Vamos, que ni un céntimo de euro. A los catalanes se les pinta como fieles devotos de la Virgen del Puño, independentistas y más chulos que un ocho. Tópicos que, chanzas aparte, están tan asentados que parece imposible toparse con un polaco generoso, un andaluz trabajador o un vasco modesto. La película Ocho apellidos catalanes tira del hilo y les junta que de trivialidades van sobrados para intentar batir el récord de taquilla, aunque tiene difícil superar los 56 millones de euros de la primera parte, donde el elenco parodia la pureza de la raza vasca con un Dani Rovira que, sembrado, intenta recordar sus patronímicos: Gabilondo, Urdangarin, Zubizarreta, Arguiñano, Igartiburu, Erentxun, Otegi y Clemente, que, ¡mecachis!, es catalán, de Tarragona más en concreto. Ahora han aprovechado el tirón de la actualidad, la declaración de independencia del Parlament de Cataluña, para estrenar la película. Pero lejos de pillarse las manos con la política se han centrado en eso de que «la pela es la pela». En estas páginas hemos querido testar el humor de los hombres y mujeres de esas tierras pidiéndoles un chiste y queda claro que lo de la cartera está en su ADN. Mónica Naranjo hasta coincidió con Dani Rovira, el único andaluz que se ha colado entre tanto polaco.

El historiador Fernando Garcés no entra en si Euskadi tiene un color más especial que Cataluña, pero la película le encantó. Experto en el tema, se le ocurrió la idea de escribir el libro Tópicos de España (Ed. Ariel), mientras se tomaba «unas tapitas de una manera muy relajada». Una actividad muy extendida por toda la piel de toro.

El proceso de investigación para redactarlo junto a su colega Jordi Vicente fue arduo. «Hay muchos tópicos, pero pocos libros que expliquen su origen detalla, así que además de guiarme de mi instinto, como el cazador, busqué en todo tipo de fuentes, desde el momento más antiguo de cada comunidad autónoma hasta el presente». Y hubo grandes sorpresas. La primera: a pesar de lo que se puede creer, la imagen del catalán agarrado es relativamente moderna.

Antes tuvieron fama de conquistadores. No de mujeres, sino de territorios. «En la Edad Media se les consideraba grandes guerreros. Estaban en fase de expansión por el Mediterráneo y lograron adueñarse de Sicilia, bajo la Corona de Aragón», explica Garcés. Son mencionados, por fuentes griegas e italianas, como personas batalladoras, violentas, arrogantes e imperialistas. Como hoy en día los americanos. De hecho, todavía en Grecia se dice que Dios nos libre de la venganza catalana.

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  • Joaquín Bartrina Poeta

  • «Oyendo hablar a un hombre, fácil es saber dónde vio la luz del sol.Si alaba a Inglaterra, será inglés.Si os habla mal de Prusia, es un francés y si habla mal de España... es español»

En el resto de España, más que sus espadas, son famosos sus castellers y las sardanas. Y ahora Artur Mas y la CUP, claro. Porque parece que son más independentistas que peseteros, o las dos cosas al mismo tiempo. Hacemos la prueba. Si ponemos en Google catalanes tacaños encontramos tan solo 14.200 resultados. El tan solo es porque si tecleamos catalanes independentistas el número se dispara a 480.000. Fernando Garcés hizo esta búsqueda y comprobó cómo los estereotipos avanzan. «Seguramente dentro de unas generaciones no hablaremos de catalanes avaros y solo se les recordará como separatistas».

¿Y por qué se les comenzó a llamar tacañones?

Las primeras referencias son del Siglo de Oro (en el XVI y XVII). En aquella época tenían fama de bandoleros, en concreto hay uno muy famoso que se llamaba Serrallonga. Una especie de Curro Jiménez o Robin Hood, que robaba a los ricos y lo repartía entre los pobres. Hasta Lope de Vega o Cervantes hablaron de los bandoleros catalanes.

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Dicho así, parecen más bien generosos.

La etimología de tacaño ha ido cambiando con los tiempos. En un primer momento significaba ladronzuelo, más que una persona que guarda el dinero para sí, como lo podemos entender hoy en día. El tacaño era el soldado catalán que entraba en la ciudad y arrasaba con todo, por eso se le ha asociado a esta imagen.

Los más españoles

Del mismo modo, nadie diría que en otros tiempos los vascos eran más españoles que la siesta. «Durante cinco siglos, todo el mundo los veía como el verdadero ejemplo de lo patrio; hasta ellos, porque fueron los menos expuestos a la contaminación musulmana y judía», cuenta Garcés. «Es a principios del siglo XX con la irrupción del PNV de Sabino Arana cuando se va imponiendo esa visión antiespañola». En cambio, los típicos tópicos andaluces, como la jarana, la gracia y el olé, olé, nos deparan sorpresas. «Hubo una época en la que ni se los consideraba españoles por su mezcla de culturas; no es hasta 1492 cuando se constituye Andalucía como la conocemos ahora. Los tópicos de los vascongados, asturianos y gallegos se remontan a mucho antes», desvela el historiador.

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Pero como diría Oscar Wilde, solo hay una cosa peor que hablen mal de uno y es que no hablen. Para Garcés, «hay regiones que el tópico negativo es que no tienen ningún tópico, ni bueno ni malo. Estos sirven, al menos, para que la gente te sitúe en el mapa y sepan que existes. Hay lugares que, para atraer turistas, se han tenido que inventar clichés de alguna manera. En el caso de la Rioja, el vino no es suficiente y han buscado la ruta de las huellas de los dinosaurio... En Segovia, la palabra tópico se mezcla con la palabra típico. Hablamos del acueducto, del cochinillo... Pero si planteas a un grupo de amigos ir a Zamora o a Palencia, te preguntan: ¿Qué vamos a hacer ahí?».

Desde Telecinco, productora de Ocho apellidos, dicen que «la receta no da para extenderla hasta el infinito y cocinarla dieciocho veces, pero sí para una tercera». Una sugerencia para Mediaset: ¡Teruel también existe!

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