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julia fernández
Sábado, 7 de mayo 2016, 11:48
En Suecia, esa suerte de paraíso de la conciliación, hay tres cosas intocables. La primera es la fika, la pausa para tomar un café y un pastel durante la jornada laboral. Otra es la bandera. Y la tercera, el rey. Solo así se entiende el fervor que se vive estos días en la capital, Estocolmo, para celebrar el aniversario de su monarca, Carlos XVI Gustavo. El jefe de la Casa de Bernadotte, al que cariñosamente llaman Tjabo, cumple hoy 70 años. Y lo hace rodeado de su familia: su mujer, Silvia, sus tres hijos, Victoria, Carlos Felipe y Magdalena, y sus cinco nietos, Estela, Óscar, Leonor, Nicolás y su preferido, el recién nacido Alexander, que ha colmado de felicidad a este hombre de gustos a veces demasiado clásicos en un país sinónimo de modernidad.
Los festejos empezaron el lunes y están siendo de órdago, como quedó patente anoche durante el concierto en honor al soberano, al que los asistentes se presentaron de rigurosa etiqueta y con sus joyas más suntuosas. Y no es para menos puesto que en este tipo de eventos «no hay lugar para la improvisación. Son actos que sirven para visibilizar la cultura y la denominada marca de un país», explica Blanca López, experta en protocolo y profesora en la Universidad Pontificia Comillas. El broche final de estas celebraciones, que «llevan años planeándose y semanas ensayándose», tendrá lugar hoy con una gran cena de gala en el Castillo Real. Estarán los más royals entre los royals haciendo oídos sordos a las amenazas del Estado Islámico.
Por supuesto, asistirán los monarcas de Noruega, Harald y Sonia;la de Dinamarca, Margarita con su heredero, Federico, y su nuera, Mary Donaldson; los de Bélgica, Felipe y Matilde; los príncipes Margarita y Radu de Rumanía; Beatriz de Holanda; los grandes duques de Luxemburgo... También se espera a representantes de la familia real griega, de los Windsor, de los Wittelsbach... y de la Casa Real española, que no es muy amiga de eventos tan ostentosos.«Acostumbra a celebrar los cumpleaños en privado», recuerda el periodista y escritor Fermín Urbiola, aunque para los 70 de don Juan Carlos se organizó «una recepción en el Palacio de El Pardo para 400 personas».
Los elegidos para acompañar a Carlos Gustavo en tan magna ocasión han sido los Reyes eméritos, algo «normal, ya que se conocen mucho», subraya Urbiola. Pero no solo acuden por amistad, también por la situación política del país, que no hace recomendable el desplazamiento de don Felipe y doña Letizia. En los últimos meses han cancelado cuatro viajes oficiales: Arabia Saudí, Reino Unido, Japón y Corea. Don Juan Carlos y doña Sofía acudirán juntos al ágape en un gesto llamativo porque hace casi año y medio que no comparten agenda internacional. La última vez que posaron juntos en un acto oficial fuera de nuestras fronteras fue en diciembre de 2014, en el funeral de la reina Fabiola de Bélgica. En España, su última aparición data del pasado noviembre, durante una cena con los soberanos de Jordania. «Su situación afectiva es un tema secundario. No van a representar su amor, sino a representar a la monarquía de España», ataja Hildegart González, profesora de Comunicación de la Universidad de Navarra.
Una actriz del destape
Inseparable de sus gafas metálicas redondas y gran aficionado a cocinar su especialidad son los suflés, Carlos Gustavo lleva 42 años y siete meses en el trono, una marca histórica. En julio será el rey sueco más longevo, pero no el más perfecto ni el más brillante. Lo que ha sabido es ganarse el cariño del pueblo, que le ha perdonado todos sus deslices. Empezando por sus declaraciones inoportunas: tiene a las feministas suecas en pie de guerra desde que dijo que prefería que su sucesor fuera Carlos Felipe y no la primogénita, Victoria. Siguiendo por sus problemas de dislexia, que le han hecho un hombre muy inseguro. Y concluyendo con su afición a las casas de lenocinio: a este hombre con cara de abuelo bueno del cuento le pierden los clubs de alterne.
Tiene una merecida fama de donjuán que se ganó en su juventud, gracias a sus muchas novias, rubias, curvilíneas y provocativas. Aunque la que más cerca estuvo de llevarse el gato al agua fue un morena voluptuosa, Christina Lindberg, modelo, actriz y abanderada del destape. En esos años de locura y desenfreno, el monarca estaba más preocupado del grado de su bronceado que del protocolo. Nunca deseó convertirse en monarca, sino ser actor y subirse al escenario del Palacio de la Ópera Real, según la periodista Barbro Hultman, que trabajó durante años en la Casa Real.
Sin embargo, son pocos los que se atreven a reprocharle su comportamiento frívolo y casquivano. ¿La razón? Su infancia, que no fue precisamente feliz. No conoció a su padre, Gustavo Adolfo, un gran deportista que destacó en disciplinas como tiro con arco, esgrima, esquí y, sobre todo, equitación. En enero de 1942, falleció en un accidente de avión cerca de Copenhague cuando regresaba de una cacería. La noticia tiñó de luto el Palacio Real de Estocolmo, donde la princesa Sibila cuidaba de la prole: Margarita, Brígida, Desireé y Cristina, de 12, 9, 8 y 3 años, y el benjamín, Carlos Gustavo, de siete meses.
La ausencia de la figura paterna fue suplida por el abuelo Gustavo VI, que se encargó de educarle menospreciando el papel de su nuera. «Crecimos en una casa con una disciplina demasiado estricta, de una austeridad casi cruel, donde las preguntas de los niños no eran contestadas. Si teníamos miedos o ansiedades, el silencio total era lo único que nos acompañaba», ha desvelado su hermana Brígida, afincada en Mallorca desde 1990, cuando se separó de su marido, el príncipe de Hohenzollern, con el que aún sigue casada.
Estirpe plebeya
La asistencia al cumpleaños de Carlos Gustavo es casi obligada para la mayoría de las Casa Reales ya que en un grado u otro están emparentadas con los Bernadotte. La reina danesa es prima carnal del homenajeado; la de Reino Unido, en tercer grado dos veces; Alberto de Mónaco, en sexto... hasta don Felipe comparte parentesco. Una situación curiosa si tenemos en cuenta que esta familia regia es de sangre plebeya cien por cien. El primer rey de la estirpe fue el mariscal de Napoleón Jean Baptiste Bernadotte, que reinó como Carlos XIV de Suecia en 1818. Pese a este origen popular, o quizá por él, los siguientes jefes de la casa intentaron emparentar con la aristocracia. Nunca se han visto con buenos ojos los matrimonios mixtos. El propio Carlos Gustavo tuvo que enfrentarse a las críticas cuando empezó a salir con la alemana Silvia Sommerlath, una azafata de Lufthansa a la que conoció en los Juegos de Múnich (1972), donde trabajaba de intérprete. Fue un flechazo y a los cuatro años se casaron. ¿Pareja perfecta? Pues no. Los escarceos amorosos del monarca han sido vox populi. >
El peor momento lo vivieron en 2010, cuando se reveló su afición por las salidas nocturnas a clubes de striptease en una biografía no autorizada. Algunas veces fue la propia consorte quien acudió en su rescate. A Carlos Gustavo le enfureció aquello, pero supo encajar el golpe y, en un movimiento maestro, reconoció sus pecados: «He hablado con mi familia. Pasamos página y miramos hacia adelante». El pueblo le perdonó, aunque su popularidad se ha visto resentida. Hace cinco años, tres de cada diez suecos apoyaba su abdicación. Hoy son el 40%. Él, sin embargo, ya ha dicho que de abandonar, nanay:«No es una tradición en mi familia y no lo voy a hacer». Es terco y arrogante, así que sus íntimos ni lo dudan. Genio y figura...
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