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El diseñador que te viste y del que nunca has oído hablar

El diseñador que te viste y del que nunca has oído hablar

Van Noten detesta a las ‘celebrities’ y no se gasta un euro en publicidad. Pero este discreto y tímido belga lleva 30 años marcando tendencia y comiendo las verduras que recoge de su huerta

luis gómez

Sábado, 2 de julio 2016, 08:09

S i piensa en Roberto Cavalli, le vendrán a la memoria sus famosos y salvajes animal print. Si repara en Karl Lagerfeld, el diseñador más longevo al frente de una casa de costura, serán los cuellos altos que llevan sus camisas, el doble que los normales para ocultar las arrugas. Y si hablamos de Dries Van Noten... Probablemente ni su cara le suene y eso que lleva 30 años en el mundo de la moda. Es lo que tiene la discreción y las pocas ganas de llamar la atención. El caso de este creador belga, que transformó la moda parisina en los años 90 junto al famoso grupo de Los Seis de Amberes, es digno de estudio por su deseo de permanecer siempre en segunda línea.

Van Noten (Amberes, 1958) da la nota a su manera. En un negocio donde los focos mediáticos se imponen a veces al talento, es un animal escurridizo. Prefiere refugiarse en su madriguera antes que salir y dejar rastro. Hay acciones que delatan su afán por el anonimato. En 2000, trasladó sus talleres del centro de Amberes a la periferia, donde las prostitutas se paseaban por la calle «arriba y abajo», antes de que el barrio se llenara de apartamentos de lujo y turistas.Arguyó que para una empresa como la suya, que «mueve caminos», resultaba más «cómodo alejarse del bullicio».

La discreción es el sello de distinción de un creador que repudia a las celebrities y no quiere saber nada de alfombras rojas. Quien quiera vestir sus piezas ya sabe que no le queda otra que pasar por caja y pagarlas. Nada de contratar a perchas andantes. Van Noten se aferra al poder de la artesanía y se niega a someterse a los electrizantes ritmos de la moda. En un negocio plagado de tiburones, se siente a gusto disfrutando de una apacible independencia. Le salen las cuentas y se niega a multiplicar el número de colecciones. Solo él marca los ritmos de producción, aunque tampoco desoye los cantos de sirena que le llegan de fuera. «No digo que en un futuro no ceda si la producción se complica. Quizá un día tenga que unirme a un conglomerado para conseguir buenos talleres, pero, por ahora, soy feliz siendo independiente», reconoce. No tiene un pelo de tonto y sabe que cada vez más etiquetas acaban en manos de los grandes grupos. Hace solo unos pocos años producía todo el calzado en Italia, pero no resistió los zarpazos de los gerifaltes. «Armani compró el taller, Prada se quedó con los proveedores de tacones y Gucci se hizo con la fábrica de hormas», se lamenta.

Pese a todo, mantiene desde el principio de su carrera una línea coherente y sosegada. Por eso discrepa de quienes cuestionan el sistema de la moda y cómo las firmas lanzan todo tipo de colecciones para intentar incrementar las ventas, coincidiendo con el desplome de la economía china, que se había convertido en el gran salvavidas de la industria del lujo.

«Unos y otros están buscando alternativas. Son los grupos de lujo los únicos que ponen en entredicho el sistema porque sus ventas han bajado», sentencia. Dries sabe que sus palabras calan hondo y que seguramente no hará con ellas nuevos amigos, pero tampoco le importa lo que los demás piensen de él.Al contrario. El belga sigue fiel a su estilo. Quiere seguir centrándose en lo que ha hecho toda la vida: analizar cada corte, cada costura... «Para alguien que hace moda de una manera honesta, esperar seis meses para comprar lo que se ha visto en pasarela sigue teniendo sentido».

«Ejercicio de extravagancia»

Aunque suene algo pretencioso, Van Noten nunca ha tenido ningún pudor en reconocer que juega en otra liga y que sus pretensiones son, por tanto, muy diferentes. También sus ideales. Para las grandes corporaciones, subraya, «todo se reduce a ventas, acciones, accionistas...». Frente a este modelo de producción, enarbola la bandera de la autenticidad: «Hay un grupo de creativos, con empresas pequeñas, que trabajamos de verdad en moda», ataja. Van Noten no da puntadas sin hilo y pese a saber que los nuevos tiempos cuestionan apuestas como la suya, aún hay gente que entiende la diferencia entre la moda «rápida y un producto más especial. La creatividad no se fuerza», sentencia con la misma fuerza que manifiesta su rechazo a diseñar para sus amigos «de haberlo hecho, la marca habría envejecido conmigo» y no hacer nunca publicidad. «No quiero ceñirme a un prototipo ideal de mujer. Habría algunas que no se sentirían identificadas con esa imagen», reflexiona el responsable de montar pasarelas nada convencionales. Sus desfiles se pueblan de modelos de «estilos, razas y complexiones diferentes».

Poco amigo del lado glamuroso de la moda, lamenta que las pasarelas se hayan convertido en un «ejercicio de extravagancia y en un grito para llamar la atención» al que se suman las famosas y la «histeria de la alfombra roja. ¿A alguien le importa qué vestido lleva Gigi Hadid? ¡A nadie!», se felicita un creador que opina que «el oficio» de la moda se merece «mucho más. Deberíamos celebrar su esencia porque las celebrities la han matado», protesta Van Noten, que ensalza el valor artesanal como motor de sus creaciones. «Me fascina saber que puedo trabajar con un fabricante de Lyon que tiene una maquinaria de los años 30 que todavía funciona. Es carísimo, pero es maravilloso que esté ahí porque son tejidos con calidad e historia». Al igual que Dries, el antidivo, que lleva tejiendo desde hace 30 años y que solo abandona su trabajo muy de vez en cuando para cuidar su jardín y una huerta: recoge las recoge verduras que usa para sus ensaladas y se siente el hombre «más rico del mundo».

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