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Hay diez puntos sobre los que pivota este nuevo Plan Albaicín.
Todo pasa por responder en primer lugar a la siguiente cuestión: ¿Qué áreas de intervención están bien planteadas? «Hay algunas muy bien descritas en 1990, que hay que mantener. Algunas las tenemos claras y otras no tienen sentido. Y habrá que crear algunas nuevas, pero pocas, y procuraremos que sean con objetivos alcanzables. Que haya además actividad privada que ayude a todo esto», dice el edil.
El siguiente punto, es ya un clamor. En efecto, se trata de la movilidad. La frase es demoledora: «Lo que sucedía en los años 80 con la movilidad hoy se ha multiplicado hasta el punto que, probablemente, haya que pensar la movilidad del Albaicín con las gafas del siglo XXI, de forma que se interiorice que el coche no es la opción mejor para el barrio». Así, de sopetón.
Otra cuestión que es recurrente, en tercer lugar, es la vivienda. «El Albaicín es Patrimonio de la Unesco pero es un barrio vivo. Es también un museo pero no queremos que lo sea, porque es residencial, es el germen de Granada. Viven personas y no se nos puede olvidar. Y tienen que seguir viviendo personas de forma permanente». Ocurre un proceso paulatino desde 1990, que es la despoblación progresiva. Antes se producía por unos motivos y ahora por otros. «Hasta 2000 era una dejadez en el mantenimiento y rehabilitación de los edificios, se caían los bloques con gente dentro. Los inquilinos o se iban o se morían. Ocurría la decrepitud social acompañada de la decrepitud de los edificios». En los últimos años, finales de los 90, se produce un desplazamiento de la población por la presión del turismo.
La consecuencia del tercer punto genera este cuarto epígrafe. La mayor parte de las autorizaciones administrativas de usos turísticos se la lleva la vivienda con fines turísticas, un 400% más que los apartamentos turísticos que es otro tanto por ciento más que los hoteles. «Todos hablan de los hoteles, que en el Plan Albaicín de 1990 no existían. Así que un Plan Especial debe abordar este asunto porque es difícil, porque hasta los propios vecinos lo quieren».
El quinto punto es la extensión del propio plan. En 1990 era el Plan Albaicín y en 2017 incluye al barrio del Sacromonte. El PGOU 2000 vigente, ya sugiere, no impone, que se revise el Plan Especial Albaicín y que se redacte el Plan Especial del Sacromonte, lo que se ha traducido después de los intentos anteriores en 2017 en un documento que abarque los dos sectores: Albaicín y Sacromonte. «Es un oportunidad. Cada barrio tiene su idiosincrasia, problemas y características pero no está mal pensarlos de forma conjunta».
La sexta cuestión es técnica y se refiere a la escala. En 1990 es escala 1:500, una muy buena escala. La ordenación en 2017 es escala 1:500 pero para la forma de mirar es de 1:3000 y 1:4.500 «donde no se ven los detalles pero sí se ven los problemas comunes: contaminación visual, paisaje, la movilidad...».
Cuando se habla de rehabilitación, hay que fijarse en las novecientas fichas de catálogo del plan actual de 1990, donde la inmensa mayoría son residenciales. Pero a la vez son edificios catalogados, protegidos por ciertos valores arquitectónicos y históricos. Y hay 5.000 ó 6.000 viviendas. La conclusión es que casi todo el Albaicín está catalogado».
El Albaicín es un barrio residencial, donde viven familias enteras. «Hay que proteger las piedras y las personas. Si dejas fuera una de los dos es un mal plan». La frase lapidaria, va acompañada de la siguiente: «Tiene derecho a venir el turista, pero no a expulsar a los vecinos».
La idea inicial es que los valores del paisaje en Granada son incalculables y no están en cuestión. Granada es una ciudad hecha a base de miradores que se han transformado en las últimas décadas. «Desde entonces proliferan estas construcciones que afean la ciudad. Pero también lo que no está construido porque está ocupado (cuevas ilegales, infravivienda), los barrancos de Valparaíso, Sacromonte, Naranjo, los Negros, San Miguel. Crean una imagen completamente distorsionada de estas laderas, y se está extendiendo». El Plan Albaicín abordará este problema que tiene que ver con el paisaje pero encierra otro mayor, el de la ocupación ilegal y el de la infravivienda.
Queda para el final, el imprescindible consenso político y vecinal. «Sin consenso no funciona nada. Habrá metodología en la que se esté en desacuerdo, pero hay que llegar a un mínimo común. Si no podemos estar otros 27 años sin Plan Sacromonte y aquello es ya un territorio sin ley. Y podemos tirarnos otra vez toda una generación sin Plan Albaicín».
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