RAFAEL VÍLCHEZ
Lunes, 18 de febrero 2008, 03:47
Gabriel Morcillo Raya (1887-1973), considerado uno de los mejores pintores granadinos de los últimos tiempos, fue homenajeado ayer por el Ayuntamiento de Lanjarón, localidad en la que el artista pasaba largas temporadas.
Publicidad
Comenzó el homenaje con el descubrimiento de una placa en la fachada de la casa de Consuelo Mesa (viuda de Perán, el médico), situada en la Avenida de Andalucía. En dicha placa pone: «A Don Gabriel Morcillo maestro de pintores de la Escuela Granadina, vecino de nuestro pueblo durante muchas temporadas. Ayuntamiento de Lanjarón». En este acto estuvieron la hija del pintor, María Isabel, en compañía del alcalde, Mariano Ruiz, del ingeniero, poeta y miembro de la Asociación Tertulia Literaria Poeta Manuel Benítez Carrasco, Fernando Rubio y de los ediles, Juan José e Isabel. El gran poeta y columnista de IDEAL, José García Ladrón de Guevara, leyó un emotivo poema titulado 'Retrato al óleo de una dama granadina'.
En el salón
Acto seguido, los familiares del pintor, un ramillete de discípulos de Morcillo convertidos después en consagrados artistas (Bautista, Antonio de Haro, Gabriel Rosas León, Antonio García Carrillo 'Nono', etcétera), vecinos del pueblo, los miembros del equipo de gobierno municipal; el general de la Guardia Civil, Juan Gémar; el 'eterno' juez de Lanjarón, Rafael Pereira; la sobrina del pintor, Leticia; y la directiva al completo de la Asociación Tertulia Literaria Poeta Manuel Benítez Carrasco, se dieron cita en el salón de usos múltiples para seguir con los actos. En el escenario del salón estuvieron presentes un busto de Gabriel Morcillo realizado por su única hija, y el último trabajo que realizó el artista, una preciosa y magistral obra titulada 'Bodegón azul'. En este lugar intervinieron la hija del pintor, Ladrón de Guevara, amigos, alumnos y el alcalde de Lanjarón. Además, Alfonso Rubio recitó unos conmovedores y preciosos poemas de Benítez Carrasco, acompañado por el excelente dúo de violín compuesto por Laura Ibernón y Lucía Molina.
Al pintor Gabriel Morcillo le encantaba acudir cada verano a Lanjarón. En este pueblo pasaba largas temporadas. Se hospedaba en el hotel Nacional y salía muchas mañanas a captar paisajes para llevarlos al lienzo.
De él se cuenta una anécdota con una chica del pueblo que escogió como modelo. Se llamaba Rosario y acordó con la familia de esta darle todos los días un poco de dinero por posar para él. A Morcillo le había encantado la naturaleza agreste de la chica y, sobre todo, su pelo natural. Por eso quiso hacerle un retrato. Después de unas dos o tres sesiones, el pintor le dio a la chica el dinero prometido. Y ella, ni corta ni perezosa, se lo gastó en una peluquería. Se hizo la permanente y unos vistosos caracolillos. Y claro, cuando fue al día siguiente a posar, el pintor se quedó de una pieza. «Lo siento, la niña ha venido con otro peinado y así no puedo seguir pintandola», dijo el pintor a los familiares de la muchacha, que se llevó una buen regañina por haberse 'estropeado' el pelo.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.