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El granadino Antonio Velázquez. / IDEAL
El militar que la tele repescó
Cultura-Granada

El militar que la tele repescó

Antonio Velázquez salió hace ocho años del minúsculo pueblo granadino de Pinos del Valle para encarnar a personajes como 'Mike', el seductor pescadero de Tele 5

ÁNGELES PEÑALVER

Viernes, 27 de febrero 2009, 03:37

Entre los mil habitantes de Pinos del Valle (al lado de Lanjarón, Granada) se plantó hace ochos años Carlos Miranda -de la arriesgada compañía de danza y teatro Lindsay Kemp- buscando actores para su cortometraje 'Diálogos del amargo'. Y rescató «en plan Fellini» a un chaval que jugaba al fútbol con sus amigos: Antonio Velázquez, que aún tilda aquel momento como «decisivo» en su vida.

Ahora Antonio, que no ha logrado deshacerse «del veneno de la interpretación», congrega a los vecinos de Pinos del Valle delante de la televisión cada domingo por la noche. Es uno de los protagonistas de la serie de Tele 5 '¡A ver si llego!', en la que encarna a Mike, un pescadero «entusiasta y vividor a pesar de la crisis económica».

«Mike es un muchacho de barrio con pretensiones cosmopolitas que podría conquistar Nueva York, ya que tiene las grandezas de la gente de pueblo y casi ninguna miseria», explica un Velázquez que comparte con su personaje el ímpetu vital y el respeto por el trabajo. Actor y personaje se dan citan a diario en las interminables jornadas de grabación que impone el ritmo de una serie televisiva. En este caso, dirigida, escrita y producida por el gigante mediático José Luis Moreno, con quien resulta «fácil» trabajar. Antes de su viaje iniciático en el arte, Antonio intentó hacer sus pinitos en el Ejército, así que su máxima siempre ha sido la disciplina espartana.

'El medio metro'

Desde entonces, este granadino «criado en un pueblo sin cine y teatro» ha pasado por series como 'Aída', donde encarnó al novio de la hija de la protagonista. «'El medio metro' llamaban al personaje, y no por su estatura», bromea el actor, en cuya trayectoria también figuran títulos de la pequeña pantalla como 'SMS', 'Matrimonio con hijos', 'Mesa para cinco' y 'Cuenta atrás'. «'Arrayán' fue mi escuela, donde cogí tablas, aunque también estudié en 'Escénic@', en la Carrera del Darro. Todos los días se aprende. Ahora admiro a diario la forma de trabajar del malagueño Juanma Lara, que da vida a mi jefe, Fito, en '¡A ver si llego!'. Me sirve todas las réplicas en bandeja. En televisión el trabajo es de equipo; mientras que en teatro el actor es el 100%, el contacto vivo», explica este intérprete con una meta fundamental: contar buenas historias.

Y el precio de contar buenas historias al mayor número de gente posible es vivir en Madrid: «Una ciudad despiadada desde la que se atisba que el nivel de los actores de Granada es muy bueno». «Me encantaría participar en un proyecto como 'Boabdil', de Antonio Banderas. De ese tipo son mis sueños profesionales», abunda este joven de cuyo entrenamiento personal se encargó el «grandísimo profesor» Javier Garcimartín.

El acento

Tras decenas de trabajos teatrales y televisivos a Velázquez se le ha esfumado el acento andaluz. «No te creas, a veces oigo 'corten, Antonio te ha salido en granaíno'. Y nos reímos», explica un devoto de una profesión que es «más dura de lo que aparenta». «Somos muchos actores, muy bien preparados y hay muy poco mercado», concluye este intérprete que comparte agencia con Pablo Pujol ('Upa Dance') y Yon González ('El Internado').

Uno se pregunta si Antonio Velázquez -como Mike y el resto de personajes que frecuentan el mercado de abastos donde se desarrolla '¡A ver si llego!'- se las ve apurado para llegar a final de mes.

«Mi caché va subiendo poco a poco. Yo me encuentro muy feliz en mi trabajo, pero por supuesto que tengo que echar números para llegar a final de mes. Madrid es muy cara», se sincera. La serie ha firmado 26 capítulos con Tele 5. Y este joven de 28 años lo tiene claro: «Esta profesión es de llamar a las puertas de la gente. Y de no perder demasiado tiempo mirando las puertas que se cierran porque te pierdes las que se van abriendo», sentencia un hombre acostumbrado a lidiar cada domingo con las disparatadas historias de sus clientes.

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