R. GAN
Domingo, 14 de junio 2009, 04:14
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A falta de bares -que los hubo pero hace mucho que cerraron- o de algún restaurante -que a punto ha estado de abrir en este lugar privilegiado- el visitante quizás pueda preguntar por la casa de Juan Menchor y echar conversación y vino en su bodega. Algo único, sencillo pero auténtico, pues este amable vecino cuenta en La Garnatilla con una de las últimas viñas del municipio de Motril. ¡Salud! Y mientras Juan estruja la uva en el lagar, en el barrio de Triana, Francisco Pérez se afana en dar forma a la madera y sacar unos hermosos cayaos que ya son conocidos. Una afición -son 12 los años que Paco, 'el de la Viva', dedica ya a esta artesanía- que mantiene ocupado a este tranquilo y generoso garnatillero. Agricultor durante toda su vida, ha conocido tiempos de mucho trabajo e incluso la emigración en Francia pero ahora, jubilado, vive para su mujer Dolores, sus hijos, el pueblo y la manualidad.
La búsqueda
«Lo primero es buscar las ramas y troncos de acebuche que me sirvan y para eso salgo temprano a dar una vuelta por la zona a buscarla», comenta Paco, presto a barnizar su última creación, un buen garrote. Luego habrá que tenerlos en agua para ir forzando la forma curva del mango. Cortar, raspar, lijar y decorar con elegantes trozos de cuero de colores o divertidos cascabeles son otras fases que culminan una auténtica obra de arte que él ofrece cada año en las fiestas de la zona, en las subastas de Lagos o Jolúcar, o bien ofrece a los recién nacidos para que lleven buen camino.
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