JUAN LUIS TAPIA |
Domingo, 5 de julio 2009, 11:10
«El sonido del Palacio de Carlos V es mucho mejor que el de muchas salas cerradas. La forma de sus paredes lo convierten en una maravillosa concha acústica». Así elogió Daniel Barenboim la acústica del palacio del italiano Machuca. Su opinión se une a la de muchos nombres legendarios de la música clásica que han pasado por los casi sesenta años de historia del Festival Internacional de Música y Danza de Granada.
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El palacio renacentista ya fue utilizado como sala de conciertos mucho antes de que tan siquiera se ideara el Festival. En 1883 este espacio alhambreño se convierte en la sede de los llamados Conciertos del Corpus, una iniciativa de El Defensor de Granada. La música serviría de complemento a una gran exposición de floricultura, y por lo tanto se puede decir que gracias al amor granadino por las flores surgió el Festival.
Desde 1883 y hasta 1886 se intenta formar sin éxito una orquesta estable en Granada, porque había muchos músicos pero siempre era un problema reunirlos a todos. Finalmente y desde 1897 se hace cargo del acontecimiento musical la Sociedad de Conciertos de Madrid bajo la dirección de Tomás Bretón. Tras Bretón toman el relevo Fernández Arbós y Pérez Casas con las otras orquestas de Madrid, la filarmónica y la sinfónica, hasta 1951, que comienza el Festival.
Uno de los grandes acontecimientos que se celebró en este ojo abierto al mundo fue la coronación en 1889 como poeta nacional de José Zorrilla (Valladolid, 1817-Madrid, 1893), una de las fechas cinceladas en el mármol de la historia cultural de la ciudad.
El Carlos V es un espacio único en la arquitectura del Renacimiento debido a su gran patio circular, que le confiere unas características especiales para los conciertos musicales y corales.
Muchos de los responsables de formaciones musicales han visto incluso algo mágico en este espacio circular. El autor de Tratado de la Alhambra hermética, el granadino Antonio Enrique revela el código secreto de la especial acústica del palacio. Los orígenes mágicos se encuentran en las enseñanzas del arquitecto romano Vitruvio, «a cuyos escritos y conocimientos tuvo acceso Miguel Ángel, maestro del italiano Machuca, autor del palacio del emperador», comenta el escritor. La primera clave se encuentra «en la cuadratura del círculo, la búsqueda del imposible que se encuentra en el Carlos V, el círculo dentro de un cuadrado».
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El secreto de «la limpieza acústica de este espacio, donde cualquier mínimo sonido que se produce en su centro se expande a todo el recinto, se encuentra en su estructura radial». Según Antonio Enrique esa estructura «está en proporción con los siete grados de la acústica, las siete notas musicales en proporción con la arquitectura». Este hecho se reproduce, siempre según el especialista, «en las columnas del claustro del Monasterio de Silos, que están dispuestas como las notas musicales». «Los intervalos de las columnas están en graduación acústica», cuenta Antonio Enrique. «Estamos ante una arquitectura que tiene presente tanto lo tangible como lo intangible, representado por la música, porque no sólo hay una proporción visual sino también musical», ilustra el novelista.
El compositor granadino y premio nacional de Música José García Román escribió su conocido Réquiem para ser interpretado en el palacio alhambreño. «Me dediqué a estudiar esa sala, que es multiespacial y con diferentes niveles de sonido debido a las galerías», señala García Román.
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El músico matiza que siempre es preferible un espacio cerrado y concebido para los conciertos a una sala al aire libre como el Carlos V, «pero el palacio ofrece unos juegos de refracción sonora que le dan un carácter especial a los conciertos al aire libre, con una gran variedad de modalidades sonoras».
García Román advierte de que una de las pegas de este espacio «son los sonidos que llegan del exterior, de ahí que cuando Karajan estuvo en los Festivales adelantara el concierto, porque se celebraban las fiestas de San Pedro». Otra de las pegas es el excesivo calor, «porque afecta a los instrumentos y al sonido de las formaciones orquestales».
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El compositor granadino recuerda cómo intentaron convertir el Carlos V en una sala semicerrada, «porque ponían unas cortinas al fondo y un toldo en semicírculo sobre el patio, pero se dieron cuenta de que no servía para nada, que no mejoraba el sonido». Aunque insiste en sus preferencias por los auditorios, García Román afirma que «el Carlos V forma parte de la historia de la interpretación musical».
Los directores del Festival, críticos y demás exquisitos de la clásica suelen ocupar en el edificio renacentista de la Alhambra las localidades que se encuentran justo a la entrada y bajo la galería. José García Román aconseja que para tener una mejor audición, «aunque depende de la disposición de la orquesta que realice cada director, es preferible situarse en la parte de arriba, en la galería porque el sonido es como el vapor».
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