Miguel Margineda
Viernes, 5 de septiembre 2014, 00:55
Vicente e Isabel ofrecen una vida mejor al niño que lo necesite. Ellos lo llaman sencillamente «una vida normal», pero cuando la Asociación Andaluza de Apoyo a la Infancia (Aldaima) encuentra un caso para ellos, ese menor, o menores, no podrá estar en mejor lugar. Él es un hombre alto y espigado, que habla por los codos con la corrección de un profesor de Literatura. Ella sonríe siempre, escucha y tiene esa mirada que invita a contárselo todo, hasta las maldades que pueda haber cometido uno.
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Viven en una casa de campo en Otura, tienen animales, huerto y piscina. Ella es trabajadora social y él, periodista jubilado. Gaditana ella y asturiano él. Diez años como pareja. Vicente explica que han llegado a una edad en la que están «libres de cargas y trabajo», así que se preguntan «qué se puede hacer para colaborar».
Fruto de una inquietud social, nace el deseo de echar una mano a la humanidad «y qué mejor manera de hacerlo que con un asunto tan especial como son los niños». Aldaima gestiona hogares de acogida para niños separados de sus familias por los servicios sociales. El de Vicente e Isabel es perfecto para una pareja de hermanos de entre 8 y 14 años. Ella, además, es profesional de la atención social, por lo que califican su hogar de acogida cualificada.
Isabel dice que «es una pena que haya niños que nunca han visto un animal». El ambiente que ofrecen no puede ser mejor. Así lo ven las responsables de las asignaciones de Aldaima, que reservan esta familia para un caso especial. Y también esperan que sirvan de ejemplo para que otras familias se animen a compartir un poco de lo que tienen, no sólo de lo material, también de lo que no se puede tocar.
Reconocen que también hay un reto. Algunos de estos niños heredan actitudes negativas y además lo justo es que se mantenga contacto con la familia, depende del caso. Los grupos de hermanos y los mayores de 7 años son quienes más difícil tienen la acogida.
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La Junta de Andalucía tiene actualmente la tutela de casi 500 menores. Se trata de niños a los que se separa de sus progenitores. Salvo en los casos en que tienen menos de tres años, en los que se pone en marcha el acogimiento de urgencia, la mayoría va directamente a un centro de protección, desde donde se derivan más tarde a las familias de acogida, con el fin de que pasen el menor tiempo posible fuera de un entorno normalizado.
Por ahí, en alguna parte, hay dos hermanos, víctimas de malos tratos, en familias que no pueden mantenerlos o con padres adictos a las drogas, que van a tener la suerte de ser acogidos en una casa con cinco perros, conejos, gallinas y hasta un cerdo enano.
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