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La hermana Paciencia sitúa a Monrovia, la capital de Liberia, en el mapa de África.
«Estaba preparada para morir porque no veía otra salida posible»

«Estaba preparada para morir porque no veía otra salida posible»

Paciencia Melgar, la misionera que superó el ébola y donó su plasma para ayudar a la curación de la enfermera Teresa Romero estuvo ayer en el Centro Suárez para narrar su experiencia

Antonio Sánchez

Jueves, 5 de febrero 2015, 02:19

Paciencia Melgar Ronda (Guinea, 1967) es la religiosa africana que donó su plasma para ayudar a salvar la vida de la enfermera Teresa Romero, infectada de ébola. Ella había superado antes la enfermedad en Liberia, después de haber pedido ser tratada de la epidemia en España y ser rechazada por el miedo al contagio. Ayer en el Centro Suárez de Granada (Marqués de Falces, 10) contó su experiencia en primera persona en una conferencia organizada por la revista 'Mundo Negro' y titulada 'África, sobrevivir al ébola para dar vida'.

Hace unos días recibió el premio 'Mundo Negro' a la Fraternidad 2014, otorgado por su labor para ayudar a los enfermos de ébola. ¿Con qué ánimo lo recogió?

Muy contenta y agradecida por este gesto de los hermanos Combonianos.

Usted saltó a la actualidad nacional de la mano del ébola. ¿Cómo se vive con esta enfermedad?

El ébola es muy peligroso y solo quien lo padece es capaz de entenderlo. Me resulta imposible describirlo porque es muy complejo. De la noche a la mañana puedes contar los minutos que te quedan de vida. Lo que viví por el ébola fue horrible y doy gracias a Dios por haber podido superar aquel infierno. Estoy agradecida a quienes me apoyaron durante mi recuperación y los que ahora me permiten contarlo.

¿Sintió la muerte cerca?

Estaba preparada para morir porque no veía otra salida posible cuando permanecía encerrada, en cuarentena. Sabía que el centro en el que estaba tenía muy mala fama por la cantidad de muertes que allí se producían y que quien entraba no solía salir vivo, pero me entregué con esperanza a la vida o a la muerte. Eso me hizo no tener miedo.

¿Cuándo sintió que había superado la enfermedad?

Tras una semana enferma fui notando que la temperatura iba bajando. Sabía que estaba mejor, pero no quise celebrar nada hasta que todas las pruebas dieron negativo.

¿Le dolió que pidiera ayuda a España y no le dejaran venir?

Me sentí abandonada, pero me sirvió para pensar menos en mí y más en otras personas. En el centro de aislamiento estaba preocupada por quienes estaban peor que yo. Además, tenía fe y pensaba que en algún momento iba salir de aquel túnel oscuro.

Luego le solicitaron que ayudara con su sangre a España. ¿Se lo pensó dos veces antes de venir?

No. Un hermano de San Juan de Dios nos informaba cada día de lo que pasaba con el ébola. Me dijo que habían repatriado al hermano Manuel Viejo y que buscaban un donante que hubiera superado el ébola y le dije: «Aquí estoy, quiero ir a ayudar». No entiendo por qué se tardó tanto tiempo en que pudiera llegar a España.

El ébola no entiende de fronteras. ¿Cómo podemos ponerle remedio a una enfermedad que es global?

Los hombres ponemos límites porque hemos querido que sea así. Tenemos una ley y tenemos que cumplirla. Pero nos olvidamos de que las personas hacen las leyes y deben estar por encima de ellas. Para superar el ébola tenemos que abrirnos al hermano que nos necesita. La enfermedad existe desde 1976. Si entonces se hubiera atajado el problema ahora no estaríamos hablando de ello.

¿Qué crítica se le puede hacer a quien habla del ébola en España?

Hay que ir para allá, al foco. Cuando uno no vive el ébola no lo entiende. Animo a quien tiene interés por el ébola a que vaya allí y vea la falta de material y de recursos que hay en Monrovia. En España era una enfermedad nueva, pero en Liberia también. Me quedé sin palabras al conocer lo que estaba pasando aquí. Me avergüenza aquella gente que se pregunta por qué trajeron a los misioneros. ¿Es que no se merecían una muerte digna? Los hombres ya hemos cerrado nuestras fronteras, pero si cerramos también nuestro corazón... qué nos queda a los seres humanos. Nada.

¿Qué necesita África para acabar con el ébola u otras enfermedades?

El ébola no es la única enfermedad que está arrasando África. La malaria, por ejemplo, mata más y no se habla tanto de ella. Se necesita más formación para las personas. Los mismos africanos tienen que ayudar a sus hermanos a levantarse, pero los países poderosos deben ayudar y obligar a los políticos de allí a tomar las decisiones adecuadas. Son estas desigualdades entre Norte y Sur las que provocan que todavía haya guerras.

¿Está bien valorada la tarea de los misioneros en África o en otro rincón del planeta?

Hay quien no lo valora, pero sé que hay gente que reconoce nuestra tarea. Cada uno tiene derecho a pensar lo que quiera. La sociedad no suele valorar esta misión. Supone entregar la vida por los demás y que no se nos mire bien solo porque creemos en algo me entristece. Los humanos tenemos que acogernos mutuamente como hermanos, tender la mano y no mirar la raza o la religión.

¿Tiene pensado volver a África?

Claro. Ahora estoy aquí en una misión diferente, pero cuando acabe con este vaivén regresaré. Tengo ganas de volver a Monrovia.

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