Carlos Cano se involucró personalmente en el avance del PA y le apoyó con sus conciertos. En la foto, durante un mitin en 1977.

PA, de la euforia al desencanto

Los andalucistas de Granada coinciden en que el cambio de la alcaldía de la capital por la de Sevilla en 1979 fue el comienzo del fin para el partido

Miguel Allende

Domingo, 13 de septiembre 2015, 01:19

El Partido Andalucista (PA) tenía este sábado una cita histórica, pero no ante las urnas, sino en un congreso extraordinario en Torremolinos en el que procedió a su autodisolución. Cierra así casi cuatro décadas desde que viera la luz en la provincia de Málaga como Partido Socialista de Andalucía (PSA) allá por 1976. La dirección nacional de esta formación política acudía a este congreso con la propuesta de no concurrir más a unas elecciones y con la desaparición de todos los cuadros orgánicos: desde la secretaría general a las provinciales. Tan importante decisión ha sido adoptada en el momento de mayor declive de los andalucistas y después de que no haya conseguido escaño alguno en el Parlamento de la comunidad tras tres elecciones consecutivas.

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Granada ha sido una de las ocho provincias andaluzas en las que el actual PA y el anterior PSA ha tenido una historia más tormentosa. Podría decirse que es el territorio en el que este partido ha pasado en el citado periodo de la euforia de su primera etapa al más absoluto desencanto por la caída de sus resultados en todas y cada de las citas electorales que se han sucedido desde 1979. Pese a que Jesús Valenzuela llegara a ocupar una 'macroconcejalía' en el Ayuntamiento de Granada con el tripartito.

Precedentes

La particular historia de los andalucistas granadinos arranca en los últimos años de la dictadura de Franco, en el seno de la Junta Democrática, que como recuerda José María Rosales de Angulo -una de las figuras de peso en el partido a nivel provincial durante muchos años- «concitaba reuniones clandestinas que se celebraban con frecuencia en el despacho de Antonio Jiménez Blanco». Esa etapa previa al nacimiento del partido como tal, contempló la aparición de Alianza Socialista de Andalucía (ASA), liderada por Alejandro Rojas Marcos, que a su vez procedía de Compromiso Político (CP), que tras debates y distintas vicisitudes decidió convertirse en partido político.

El movimiento andalucista en Granada corrió en paralelo al de otras provincias andaluzas y lo integraron también pequeños grupos de estudiantes universitarios, a los que se unieron dirigentes de movimientos vecinales y obreros, que procedían de esos ambientes antifranquistas surgidos en los años 60 del pasado siglo y muchos de los cuales bebieron en las fuentes de 'El ideario andaluz' de Blas Infante.

Rojas Marcos fue en todos esos años la figura visible de estas corrientes en Andalucía, que pretendían ir más allá de lo que entonces ya planteaba ASA y que no era otra cosa que conseguir el estatuto de autonomía para la región. «Todas estas personas podríamos decir que éramos de izquierdas, con un sentimiento andalucista muy interiorizado pero no independentistas», afirma Eladio Fernández-Nieto, el primero de los militantes andalucistas en Granada y que llegó a ser secretario general en esta provincia.

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Tras la mencionada constitución del PSA, en la que hubo una gran presencia granadina, la legalización del partido -posterior a la del PCE- y las elecciones constituyentes de 1977, en las que se intervino en coalición con el PSP de Enrique Tierno Galván, el siguiente hito histórico de referencia para los andalucistas fueron la elecciones municipales de 1979. La lista andalucista en la capital, liderada por Arturo González Arcas, obtuvo un magnífico resultado al conseguir 22.000 votos y seis concejales. Bien es verdad que UCD logró 11, pero la alianza del PSA con el PSOE y con PCE posibilitó un gobierno de izquierdas. El otro concejal, hasta sumar 27, salió de la denominada Candidatura de los Trabajadores.

Pero ahí vino el 'patinazo' -por decirlo suavemente- que Granada no ha perdonado nunca al PSA y luego al PA. O para ser más precisos, a sus dirigentes en Sevilla, Luis Uruñuela y Alejandro Rojas Marcos. La noche anterior a la elección de alcalde, PSOE y PSA pactaron cambiar las alcaldías de Granada por Sevilla, con lo que Antonio Camacho (PSOE) entró como regidor en la plaza del Carmen en lugar de González Arcas. La deriva no había hecho más que comenzar.

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«Esa decisión abrió un proceso de locura interna en el partido, con un inicio de ruptura que el golpe del 23-F resuelve en contra», rememora Fernández-Nieto. Poco tiempo después, los dirigentes sevillanos del PSA aprovechan la coyuntura para limpiar el partido de disidentes en Granada: expulsa a González Arcas y a Fernández-Nieto. Los cuatro concejales restantes que fueron elegidos junto a los anteriores, deciden abandonar el Ayuntamiento. Dejan los seis sillones vacíos y abren una crisis que desde entonces los andalucistas no han podido sortear más que en momentos puntuales y gracias al tirón de algunos de sus dirigentes.

Ese mismo año de referencia se celebraron elecciones generales, a las que el PSA concurrió en solitario y en las que Rosales de Angulo fue candidato por este partido al Senado. La formación logra otros éxitos posteriores. Como el que en 1990 consigue diez diputados autonómicos, uno de los cuales fue el granadino Mariano Pérez de Ayala, que a los dos años se fue a Sevilla para trabajar para el partido, abandonó Granada y provocó un gran malestar entre las filas andalucistas provinciales. O el hecho de formar grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados. O la presencia de sus representantes en el Parlamento de Cataluña.

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Pasados estos años de auge andalucista, lo cierto es que la crisis interna provocada en Granada por el citado cambio de alcaldías le empieza a pasar factura. Buena prueba de ello es que la candidatura de Rosales de Angulo en las elecciones de 1991, con personas relevantes y muy potente desde el punto de vista político, no consiguió los resultados que se esperaba de ella. No logró entrar en el Ayuntamiento. Idéntico resultado se reproduce en 1995, donde Manuel Matés es el cabeza de cartel y tampoco consiguió nada significativo, quedándose fuera del Consistorio granadino. A la vista de todo ello y pasado el tiempo, no es de extrañar que el propio Rosales de Angulo confiese a este periódico: «Ahora creo lógica la propuesta de disolución del partido, vistos los resultados electorales de las últimas legislaturas. Y la veo con pena. El andalucismo es una buena idea política, para Andalucía y para Granada. Confío en que se recoja la antorcha, se recupere el bagaje y crezca el importante acervo político del andalucismo».

El único resultado que maquilló un poco los anteriores citados fue el que obtuvo el PA en las elecciones municipales siguientes, donde Jesús Valenzuela logró entrar en el Ayuntamiento y se aseguró una macroconcejalía dentro del gobierno tripartido del que formó parte, junto a PSOE e IU. El propio Valenzuela recuerda que «recuperar la presencia del PA en el Ayuntamiento de Granada después de 1979 fue un logro personal y del partido». Sobre su participación en el tripartito manifiesta -en contra de lo que algunos de sus compañeros opinan- que «consolidó la Granada de la tolerancia». E incluso defiende que retos como los del bono o el bus turístico, las actividades e infraestructuras culturales y deportivas «sirvieron para dejar un buen legado a la ciudad, que luego quedó roto con la división del andalucismo». Y en referencia a la disolución del partido, sentencia: «Morimos por no ocupar nuestro verdadero espacio político».

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Salto a otros partidos

Llegados a este punto, los últimos saltos hacia la nada que da el PA -ya en plena decadencia- son los de dos de las últimas convocatorias electorales. El más llamativo de ellos hace referencia a las de 2007. La lista estaba encabezada por Fernando Egea y en la misma figuraban otros candidatos en diferentes puestos de salida, como María Martín, que iba en el número 3; Francisco Romero, que ocupaba el 6; o José Luis Serrano, que cerraba la misma en el 27. Pues bien, ninguno de ello obtuvo el acta de concejal. El PA se quedaba de nuevo fuera del Consistorio. Pero más allá de los votos que consiguieron ha sido el hecho de que, pasado el tiempo -poco, en muchos casos-, Egea aterriza en el PP y repite como concejal en las últimas elecciones, aunque como independiente. De sus antiguos compañeros, Martín ha recalado finalmente en IU, Romero en las filas de UPyD y Serrano como parlamentario de Podemos. Todo un crisol político. Egea explica que «el PA entró en una deriva radical, con un nacionalismo beligerante, que ha acabado por hundirle en Granada».

Por lo que a las pasadas municipales del 24-M respecta, las siglas del PA sólo consiguieron 15.788 votos en toda la provincia, el 3,51% del total. Lograron una alcaldía -la de Purullena, donde repite García Rufino gracias a un pacto con el PP- y 43 concejales, casi la mitad de los 72 que obtuvieron cuatro años antes. Y lo que fue peor: perdieron un escalafón entre los partidos, siendo superados también por Ciudadanos, que concurría por vez primera a unos comicios municipales y para colmo no lo hacía en todos los de la provincia. La debacle estaba servida.

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Benavides

La historia del PA granadino quedaría incompleta si no se toma en consideración lo que se podría denominar 'efecto Benavides'. Juan Carlos Benavides era miembro del PSOE en las municipales de 1983. Ganó en Almuñécar, el que ha sido su feudo durante muchos años. El alcalde fue, entonces, su amigo Miguel Ávila, que lo seguiría después en todas sus aventuras políticas. Benavides fue de número dos en esos comicios y fue elegido diputado provincial en la oposición al presidente Sánchez Faba. En el siguiente mandato ya encabezó la candidatura a la alcaldía almuñequera y logró hacerse con la misma.

Era secretario de Política Municipal de la ejecutiva provincial socialista. Desde ahí se hizo con el control del PSOE y logró así el gobierno de la Diputación. Fue la conocida como 'rebelión de los catetos'. El presidente de la institución era Juan Hurtado. Todo el equipo gobernante de la Diputación fue expulsado del PSOE. Formaron el Colectivo Pablo Iglesias, después el Partido Socialista del Pueblo Andaluz (PSPA) y con estas siglas hicieron campaña en favor del 'no' a la OTAN. En febrero de 1984, el partido pasa a ser tan sólo PA y en las elecciones locales de 1987 ya es secretario general Benavides.

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El tercer mandato de Benavides fue el comprendido entre 1987 y 1991. Entonces fue reelegido alcalde, ya bajo las siglas del PA. La Diputación estaba presidida por José Olea. Benavides llegó a ser el mejor referente del partido, puesto que sus compañeros de filas no hacían sino perder comicio tras comicio. Aunque también otras poblaciones costeras, como Motril y Salobreña, siempre contaron con representación andalucista en la época de la que hablamos, lo cierto es que el verdadero bastión andalucista era Almuñécar y su principal valedor, Benavides. Pero no fueron sus últimos movimientos. Benavides abandonó el PA e ingresó en Convergencia Andaluza. Ganó pero un pacto entre PP, PSOE, IU y dos concejales andalucistas dieron la alcaldía al PP. En 2015 Benavides volvió al PA. Esta vez, la lista más votada fue el PP.

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