Soledad Benítez, Eduardo Torres, Rosario García, Carmen García y María Paz Antón

«Se ignora el daño tan fuerte que puede causar una ruptura conflictiva en los hijos»

Expertos nacionales critican la lentitud de la justicia en esos procesos y defienden que los niños deben relacionarse de forma fluida con sus padres

Ángeles Peñalver

Viernes, 27 de noviembre 2015, 00:35

Cada día se rompen en Granada siete matrimonios, según el Consejo General del Poder Judicial. Los divorcios, separaciones y nulidades sumaron 2.744 en la provincia el año pasado, la cifra más alta de la historia. El repunte supone un aumento del 42% con respecto a 2013. Si las parejas con hijos se 'disuelven' en términos conflictivos y les hablan mal a los niños de su otro progenitor, les privan de verlo o los desatienden emocionalmente, están criando a menores que tendrán -a buen seguro- problemas escolares o de comportamiento o de personalidad... o todos a la vez. Granada acoge un encuentro nacional en el Paraninfo de la Facultad de Derecho para hablar precisamente de los graves efectos de las rupturas belicosas en los hijos. Lo organiza Asemip, la asociación española multidisciplinar sobre interferencias parentales.

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Los expertos no dudan: meter a los hijos en mitad de la batalla matrimonial es un arma poderosamente destructiva. Tampoco ayuda la lentitud de la justicia en resolver los divorcios o la falta de medios de los equipos psicosociales. Eduardo Torres, decano del Colegio de Abogados de Granada, inauguró el acto instando a resolver los problemas «por encima de las cuestiones económicas». Además llamó la atención sobre la actuación de ciertos magistrados: «Hay que corregir cosas en las sentencias judiciales porque a veces no obedecen al interés superior del menor y no se estudia en profundidad el caso».

Para contrarrestar eso, en 2008 nació Asemip, cuya finalidad es el análisis y la investigación de las consecuencias de las rupturas de pareja sobre los hijos y, especialmente, de aquellos procesos en los que los niños se ven privados, parcial o totalmente, de la necesaria relación normalizada con sus familias paterna y materna, así como con sus ambientes sociales, sobre todo cuando ese alejamiento es promovido por uno de sus progenitores.

La entidad echó a andar gracias al esfuerzo de un médico, el doctor -ya fallecido- Carlos Tovar, porque por increíble que parezca los enfrentamientos entre los padres se manifiestan también en enfermedades pediátricas.

«El niño está en medio y claro que tiene consecuencias para él si se retrasa el proceso judicial, ya que puede haber desapego, empeoramiento del rendimiento escolar, interferencias de los progenitores, peleas por si va a un colegio concertado, público o religioso... El menor ahí tiene una carga emocional y sufre», explicó María Paz Antón, vicepresidenta de Asemip.

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Abogados y psicólogos

Soledad Benítez-Piaya, letrada malagueña y presidenta de Asemip, recalcó que han aunado los esfuerzos de jueces y abogados, fiscales, psicólogos, psiquiatras, mediadores, sociólogos, educadores, docentes e investigadores universitarios expertos en prevención e intervención sobre los devastadores efectos de las separaciones conflictivas en los niños.

«Creo que se ignoran las consecuencias tan fuertes que puede tener esa actitud sobre los hijos. Una persona cuando está en un momento de ruptura y de estrés tal vez no mide y necesita al lado alguien que le oriente. Algo muy negativo es que los menores pueden crecer creyendo que esa manera perjudicial de relacionarse es la normal. Luego llegan adolescentes conflictivos, agresivos...», insistió Soledad Benítez-Piaya.

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Según la letrada alicantina María Paz Antón, en todo divorcio hay una causa subyacente y encarar un juicio sin resolverla garantiza el fracaso. «Una persona metida en el conflicto, envenenada, despechada... no quiere ir a mediación, al psiquiatra o al psicólogo. Pero yo le he dicho a muchos jueces que cuando vean algo así paren el procedimiento y utilicen cautelares, diligencias previas, todas las medidas posibles para resolver el conflicto subyacente antes de seguir», propuso Paz Antón.

«Tengo un caso de Toledo con una valoración de un equipo técnico que tarda un año y medio. Al final hemos llegado a un acuerdo porque son demoras inasumibles. Imagínate ese tiempo para los niños sin nada resuelto», denunció Soledad Benítez-Piaya. «Yo tengo una niña de tres años y el psicosocial tarda nueve meses. Piensa en el desapego con el progenitor que no la visita y la sensación de abandono que puede tener. Estamos en una época de mucha formación reglada y escasez de valores y emocional», añadió María Paz Antón.

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«Por rencor o por hacer daño»

Carmen García, catedrática de Civil de la Facultad de Derecho de la UGR, presentó el acto y dijo: «Cuando un progenitor -sin motivo- trata de que los hijos rechacen al otro, ya sea sin darse cuenta, por rencor o por intentar hacerle daño, estamos ante una interferencia parental. También ocurre por un afán sobreprotector, para que se apeguen más al inductor. Diferentes son los malos tratos, donde es normal que el hijo rechace al maltratador. Pero se les crea sin motivo un daño tremendo y se impide la formación de una personalidad sana. Se les crean conflictos de lealtades. Hay madres - o padres- que si el 'ex' va a recoger al crío el viernes al colegio no lo llevan a clase ese día».

Para la profesora granadina es fundamental tener claro que no es un proceso entre padres o madres, sino con menores de edad por medio. «Afortunadamente los divorcios contenciosos ya no llegan ni a la mitad y se pactan muchos. Pero la custodia compartida sigue siendo mínima, apenas un 15%. Y ese bajo índice es un problema porque estamos privando de la coparentalidad y nos medimos como he ganado o perdido a los niños. Hay que potenciar la mediación y la corresponsabilidad en el sistema en general. Y tener claro que se rompe la pareja, pero no la familia», sentenció la catedrática quien habló de «menores en riesgo de exclusión social, pero procedentes de ambientes no marginales».

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