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El mirador de Axaris

El mirador de Axaris

El Carmen de la Victoria contempla la Alhambra como lo hicieron los huertos de extramuros en la colina del Albaicín

Juan Enrique Gómez

Sábado, 2 de enero 2016, 01:21

El frescor del agua inunda los jardines que desde la colina del Albaicín se desbordan hacia el Darro. Llega desde Aynadamar para llenar aljibes y alimentar los huertos que en 1494 sorprendieron a Jerónimo Münzer, el primer cronista que tras la caída del Reino de Granada desveló los tesoros y secretos de la capital nazarí. El viajero alemán escribió de sus palacios y de la ciudad extramuros, de las almunias que llamaban 'viñas', 'kárm' en árabe hispánico, el origen de la denominación 'cármenes', espacios de interior, llenos de vida, donde sus moradores seguían una existencia en constante simbiosis con la naturaleza, en comunión con el agua, los frutos y la tierra.

Más allá de la medina, al este del típico barrio del Albaicín, a solo unos pasos del que después se denominó Monte Sacro, se extendía el arrabal de Axaris, cruzado por la muralla de la ciudad. Un territorio de 'viñas' con incontables huertos aterrazados para adaptarse a la caída de la colina y abrir sus muros a la contemplación de la majestuosa colina roja, sobre la que se alzan orgullosos los palacios del sultán.

Aún es posible entender las sensaciones de quienes vivieron en la Granada preindustrial, de dejarse llevar por el sonido del agua en las almunias, por el canto de las aves entre los árboles y el olor de los arrayanes. Los viejos y nuevos cármenes mantienen, en parte, la esencia de las antiguas 'viñas': casas protegidas por muros, ajardinadas y rodeadas de huertos donde cultivar las necesidades del día a día.

En la cuesta del Chapiz, cruzado por la vieja muralla, las tierras del primitivo carmen del Olivarillo y del Percal, se unificaron a final del XIX para crear el de la Victoria, el que puede considerarse el único carmen público de la ciudad tras ser adquirido por la Universidad de Granada en 1945. Un espacio desde el que disfrutar de la contemplación de la ciudad palatina ideada por el rey Ben Al-Hamar (Mohamed I), con jardines que aunque datan de solo algo más de un siglo, trasladan la mente hacia los territorios situados al otro lado de los muros de la ciudad y el entorno de las riberas del Darro.

Es el más claro ejemplo de los cármenes granadinos, que aunque en su mayoría fueron alterados a lo largo del siglo XIX, poseen la clave del arrabal, son los miradores desde los que entender el espíritu de la imponente colina roja.

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