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CAROLINA RODRÍGUEZ
Martes, 8 de marzo 2016, 01:01
Hay colegios en los que no hay maestros, no hay pistas deportivas y se sale al recreo siempre que se necesita. En granada hay 27 niños que reciben una educación diferente. Algunos la llaman educación alternativa, incluso, underground pero, en realidad, sus métodos acumulan años de experiencia con excelentes resultados. Hablamos, por ejemplo, de metodologías educativas como la constructivista, el método Waldorf o el de María Montessori. Concretamente este último fue noticia hace unas semanas por ser el elegido por los príncipes de Inglaterra para educar a su hijo, aunque aquellos que lo conocen aseguran que también podría ser portada por hechos como el ser uno de los métodos que más respeta los ritmos del niño, por apostar por una educación individualizada y dar libertad e independencia a los alumnos, en lugar de limitarse a una enseñanza estándar y tradicional.
Casi tan claro como el príncipe Guillermo de Inglaterra lo tuvo Rafael Román a la hora de matricular a su hija en un centro educativo. Al no existir ninguno en Granada, él y un equipo de profesionales del mundo de la educación y la pedagogía crearon el único espacio que, hoy por hoy, sigue estas prácticas. «Me di cuenta de que las cosas no es que se podían hacer mejor, es que se podían hacer bien y la apuesta está teniendo una respuesta muy positiva».
El centro Montessori Galápagos, destinado por ahora sólo a niños de Infantil, se encuentra en Gójar y lo cierto es que cuando entras ya sabes que no es un centro al uso.
En las aulas no hay maestros, hay guías «porque no se trata de que el maestro enseñe, sino de que el niño aprenda por sí mismo». No hay ruido, impera el silencio y se busca crear un ambiente rico en estímulos en el que el papel del guía es observar a los niños y presentarles materiales que estén en su punto de interés.
Rafael Román, que también es presidente de la Asociación Montessori en Andalucía, explica que crear un clima idóneo en clase es básico. «Se busca un ambiente de respeto y aprendizaje en el que no se necesita dar voces para que los niños se callen, todo surge de una manera natural y con plena libertad», apunta.
Llama la atención que las aulas de los centros Montessori son espacios sin colorines, sin ruido, no están sobresaturado de objetos, algo que facilita el movimiento de los menores. «En la clase no hay nada que un niño no pueda tocar, para no tener que estar continuamente diciendo el clásico 'no, eso no se toca'. Todo está a su altura y lo que se pretende es que a estas cortas edades empiecen a tener autonomía por ellos mismos», explica Olga Hernando, una de las pedagogas del centro.
«A estas pequeñas edades se buscan pequeñas conquistas personales que van desde hacerse el nudo de las zapatillas, a que se familiaricen con espacios de casa, que respeten a sus compañeros a la par de adquirir otras habilidades que nacen al estar en un aula en la que se mezclan diferentes etapas de desarrollo», expone.
El responsable del centro comenta que no hay nada mejor que despertar su interés de los niños para que aprendan. «Actualmente, con el ritmo educativo que impera en la sociedad, hay muchos niños que están en clase pero que no tienen interés alguno en lo que se les está contando. He ahí el fallo y el principio del fracaso».
Otras técnicas
Buscar otras formas a la hora de enseñar y aprender es lo que ellos consideran el acierto de la profesora italiana que da nombre a esta disciplina. Por ejemplo. Para despertar las ganas de escribir en el aula se ha colocado un buzón. En clase hay un cartero y se juega alrededor de la realidad. «Ahora todos quieren aprender a escribir y comunicarse por carta. El buzón está lleno porque todos tienen la necesidad de escribir algo».
A la hora de introducirlos en el mundo de las matemáticas lo hacen desde una perspectiva sensorial. «Necesitan tocar los materiales, barras de madera, cubos. algo básico porque el primer aprendizaje viene de las manos y es más efectivo. El tradicional método de escuchar el discurso del profesor no es exitoso para todo el mundo», señalan los expertos.
La corta edad de los niños con los que trabajan hacen que una de las líneas básicas de esta metodología se respete a rajatabla. El juego con contenido. El aprendizaje a través del juego es tan importante que los profesionales que siguen este método «nunca molestan a un niño que esté jugando o que esté concentrado en algo que despierte su interés». Román comenta que comenta un niño concentrado es un niño que está haciendo conexiones neuronales «y ése es un momento clave de desarrollo, ya esté jugando o haciendo cualquier cosa». De hecho, en Montessori al juego del niño se le llama trabajo.
Y así, jugando aprenden desde pequeños a realizar tareas en casa, a asimilar el movimiento de la lectoescritura simplemente limpiando la hoja de una planta con movimientos de izquierda a derecha o se familiarizan con las Ciencias Naturales pero no a través de un libro sino por el propio huerto que tienen en el cole.
«Siempre se habla de la inversión en educación de los hijos y pocos saben que es de 0 a 6 años el periodo más importante de una persona, en el que se forja la personalidad y su actitud ante lo que venga», explica la pedagoga. Allí en Galápagos a nadie se le obliga a nada sin embargo son ellos, los niños, los que quieren aprenderlo todo.
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Juanjo Cerero | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
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