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Ni plaza ni tampoco ilusión
Mil calles

Ni plaza ni tampoco ilusión

Tras una década de sinsabores donde al circo le crecieron los enanos, todo quedó solucionado con un Covirán, un bar Caradura y un polideportivo para alimentar, con la Iglesia de Santo Tomás de Villanueva, el cuerpo y el alma

Javier F. Barrera

Miércoles, 18 de mayo 2016, 12:47

Hay que abandonar con la mayor rapidez el Camino de Ronda, siempre saturado de vehículos y cemento, para dejarse caer hacia la plaza de la Ilusión, núcleo de un barrio que se va haciendo pijo, de gente bien, poco a poco y donde hay árboles, sitios para aparcar, bullicio envuelto en un suave silencio y una sensación de que siempre hay zonas de Granada donde uno podría vivir tan "agustico". Es en este barrio de La Juventud donde se ubica la plaza de la Ilusión, que como su propio nombre indica fue destinada a un fin que nunca superó los desaguisados y hoy en día ni es plaza ni tampoco tiene ilusiones circenses ni la magia del circo.

Lo que tiene son otras características que la convierten en un lugar para vivir bien, para cuidar el cuerpo y el alma, tener la mente sana y el cuerpo sano ya que el fallido proyecto del Circo del Arte dio paso a una reorganización de este espacio urbano que se plasmó con total diligencia en un supermercado Covirán con adelantos en cuanto a adaptabilidad se refiere, un bar restaurante que se llama Caradura, que tiene estilo y gastronomía a raudales, y un polideportivo al aire libre donde jugar a los deportes de la raqueta.

También se hizo un aparcamiento subterráneo y, al permanecer en la esquina de su sitio la parroquia de Santo Tomás de Villanueva, los vecinos lograron cambiar las risas de los payasos o las cabriolas de los funambulistas por algo más práctico como el deporte, el tapeo, poder hacer la compra cerca de casa y aparcar el automóvil sin tener que dar mil vueltas.

La parroquia, hay que decirlo, es la primera que llegó a esta plaza de la Ilusión. Con ella, publicó este mismo periódico, Ángel Luis Gijón Díaz creó "la primera iglesia moderna de Granada, que integra coro y columbario". Se explicaba que "ambas dependencias forman parte del nuevo complejo parroquial Santo Tomás de Villanueva, promovido por la orden de los Agustinos con un presupuesto de trescientos millones de pesetas (unos dos millones de euros). Está situado en la esquina de la calle Recoletos y plaza de la Ilusión, en el barrio de la Juventud. La calidad de los materiales, la originalidad de los diseños, la combinación de formas y el abundante acristalamiento insuflan un aire de "monumentalidad" dentro de un estilo "vanguardista".

"Aquí todos trabajamos con ilusión"

  • El Caradura es una casa de comidas. Es decir, un lugar donde uno va a comer bien. Muy bien, de hecho. Da igual que se llame bar, restaurante, fonda, gastrobar, mesón o bistrot. El Caradura del cocinero Álvaro Arriaga es un espacio amplio y con una decoración estilosa y confortable donde uno se siente como en casa y se sienta a comer, a beber, a tapear y a vivir. Félix, al frente del equipo de este establecimiento, afirma con una sonrisa de oreja a oreja que "en el Caradura todos trabajamos con ilusión". Da que pensar que en esta plaza de tal nombre, ideada para que albergara el Circo de las Artes, la magia salga finalmente de los peroles y cazuelas de una carta variada y suculenta donde hay propuestas para todos los públicos y donde todos los platos están hechos con cariño.

Tras tener a buen recaudo las almas, faltaba que el nuevo ramillete de servicios y empresas terminara de conferir al barrio un halo de presencia que ha afectado de forma positiva al entorno, donde la vida se desempeña con tranquilidad, alejada de las bullas del centro histórico con sus monumentos y su sabor, pero también con todos sus problemas de ruidos y de suciedad.

El supermercado Covirán abrió finalmente en 2013, hace apenas dos años, y la ilusión perdida del Circo del Arte se fue recuperando poco a poco. Atrás queda un culebrón, donde poco faltó, como dice el viejo adagio de castellano viejo, para que crecieran los enanos. Fue un lejano ya 29 de abril de 2003 cuando se inauguró el Circo del Arte con una gala a la que asistieron las fuerzas vivas de la ciudad, cómicos de todo el país y un millar de personas. La placa que se descubrió para la ocasión rezaba: "Cada vez que se levanta una carpa de circo, en el cielo se enciende una estrella".

Siete años más tarde, en 2010, una sentencia resolvió ocho años después de que el proyecto se fuera al garete, que el Circo del Arte fue un agujero. El Tribunal de Cuentas obligaba al gerente del Consorcio de Artes Circenses a pagar 22.173 euros al Ayuntamiento por facturas sin justificar y el "perjuicio" contable. Seguro que no le tuvo que hacer ninguna ilusión.

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