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«Quiero hacer derecho y psicología, porque me gusta ayudar a la gente, creo que no hay suficiente protección de los derechos; pienso que todo el mundo tiene derecho a tener luz, agua, una casa digna y un trabajo», afirma Judith, de 14 años ... de edad, vecina de Almanjáyar y cuyos padres están en paro desde hace cinco años. Judith es demasiado joven para saber lo que es un real decreto, pero gracias a la entrada en vigor este lunes de uno aprobado el pasado mes por el Gobierno su familia puede verse algo más aliviada. Se trata del incremento de la renta por hijo para familias en riesgo de pobreza de los 291 euros a los 341 euros anuales, y a los 588 en caso de pobreza severa. Judith es una de los 41.517 menores que en la provincia de Granada son 'causantes' –término administrativo– de que sus familias reciban esta renta anual.
Judith | adolescente usuaria de alfa
En el caso de esta adolescente, sus padres percibirán una ayuda de entre 28 a 50 euros al mes por ella y por cada uno de sus dos hermanos porque en su casa tienen unos ingresos inferiores a los 9.023 euros (límite para pareja y tres menores según los datos de 2017). Lo más habitual son las parejas con dos hijos y el límite de ingresos para estos casos está en los 8.948 euros anuales. De esos 41.517 niños hay más de 2.100 en cuyos hogares no entran más de 4.500 euros al año; son familias que están en riesgo de pobreza severa. La tasa en Andalucía se ha reducido al 5,2%, según el último informe de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (Arope) de 2017. Por el momento, se desconoce una cifra más actualizada y provincial de menores que se encuentran en estas circunstancias. Desde Subdelegación del Gobierno han informado de que ese concepto, el de pobreza severa, se ha implementado en el sistema en las últimas semanas.
Judith, la adolescente que sueña con ser abogada, acude todos los días a recibir las clases de apoyo de la Asociación Almanjáyar en Familia (Alfa) junto con su hermana de 11 años. Su madre es voluntaria del comedor y además está formándose para tener más posibilidades laborales. En la sede están entre las 16.00 y las 20.00 horas. Sobre las seis de la tarde, el centenar de menores y la veintena de personas que trabajan allí paran y disfrutan de una merienda equilibrada. Es una comida al día que alivia algo de carga en los hogares con dificultades. Alfa trata de hacer accesibles todos los recursos que están a disposición por parte de las distintas administraciones. Juan Carlos Carrión, coordinador de esta asociación y de la parroquia desde hace 20 años, considera que «son muy escasos y que en algunas ocasiones es complicado conseguirlos por el papeleo y tardan en abonarse». Una familia en riesgo de pobreza o de pobreza severa puede llegar a disponer de «una ayuda para la vivienda, del bono social para el agua y para la electricidad, de descuentos para la adquisición de productos del economato a cambio de determinados compromisos, de la renta de unos 420 euros mensuales» o de la ayuda de los bancos de alimentos, «pero todo este apoyo continúa siendo insuficiente para vivir con dignidad», señala.
Juan Carlos Carrión | coordinador de alfa
Cáritas también hace este tipo de actuaciones en diferentes pueblos. En Iznalloz, Elisa Rivas y otra voluntaria dan clases a los niños que asisten al centro de la asociación. También en la sede de Cúllar Vega se da apoyo escolar a los menores que acuden allí. Su directora, Luisa María Maeso, explica que intentan suplir todas las necesidades que tienen de material escolar, mediación y en algunos casos se ofrece también el Plan Familia, con asesoramiento a los progenitores en la búsqueda activa de empleo: «Se trabaja su autoestima y se asesora para que mejore su gestión económica», explica Luisa María Maeso.
Una situación que se agrava en verano, cuando cesa el servicio de comedor en los centros escolares. Por eso, en Alfa y en Cáritas llevan a cabo el programa de garantía alimentaria a través del cual dan desayunos, almuerzos y meriendas a los menores de las familias con escasos recursos. Esta actuación está financiada por la Junta de Andalucía, el ICO y el Ayuntamiento. En la época estival además ofrecen un programa educativo de ocio y tiempo libre en positivo para que los menores puedan tener una alternativa en vacaciones a la calle. «En estos momentos estamos preparando ese programa porque son dos meses y medio de actividades y organización para que puedan disfrutar; es que hay una pobreza de la que no se habla que es la pobreza cultural», señala Juan Carlos Carrión.
Luisa maría Carrión | directora de cáritas en cúllar vega
En cuanto a las vacaciones, Cáritas también busca actividades para lograr que los niños se integren con otros en programas lúdicos, como campamentos de verano. Este tipo de iniciativas se financia con aportaciones económicas de ayuntamientos, Cáritas y entidades privadas. «De esta forma, se busca que el niño esté integrado con otros menores que no sean campamentos sólo para niños de familias en riesgo de pobreza si no que se sientan parte de la sociedad», explica Luisa María Ruiz.
Judith, la adolescente de Almanjáyar, representa a los menores a los que más les ha afectado el empobrecimiento de su familia. Según su madre, esta chica ya asume que no se puede permitir salir al centro comercial con sus amigas, que no puede participar en el programa de intercambio como sus compañeros de instituto, que no va a volver a las clases de flamenco en el futuro más inmediato y ha vivido todos esos cambios de forma consciente. Su madre, María Ángeles Hernando, asegura que si no fuera por la ayuda de la asociación Alfa y de su familia sería muy difícil sobrevivir.
Isaac de Frutos | Profesor de secundaria
Según Isaac de Frutos, profesor del Instituto de Pinos Puente, explica que es muy complicado detectar cuando una familia se encuentra en las situación que vive Judith en los centros. «Sus compañeros comentan algo, la no asistencia a alguna actividad que sabemos que es atractiva para ellos pero que conlleva un coste económico, el aspecto de su calzado o prendas o el propio rendimiento académico son algunos de los factores que ponen en alerta a los profesores», dice este docente. Una vez conocen la situación, se cita a la familia y se trata de hacer llegar «con delicadeza» la información acerca de los recursos de los que dispone el centro que «muchas veces se ignoran», señala Isaac de Frutos.
En cuanto a los niños más pequeños, desde las asociaciones como Cáritas o Alfa explican que «no son conscientes de las estrecheces económicas de la familia». El trabajo que realizan hace que no sientan esas carencias. Por ejemplo, David, un niño de 12 años que asiste al centro de Alfa describe las tardes en sus instalaciones: «De cuatro a seis de la tarde hacemos los deberes; de seis a seis y media, merendamos y a las siete, salimos al patio hasta las ocho y hacemos talleres de multideporte, informática, relajación, zumba y educación emocional; algunos días también fútbol o gimnasia rítmica». De esta forma, este pequeño recibe una educación integral que para Juan Carlos Carrión es clave «para lograr la libertad de poder tener una vida digna»; se trata de proteger los derechos de la infancia, esos por los que quiere velar Judith cuando sea mayor.
El párroco de Alfa describe el cambio que ha experimentado en los últimos años el «rostro de la pobreza: son familias cuyos progenitores tienen 40 años o más que se han quedado sin su puesto de trabajo y que tienen que subsistir con 420 euros; hacemos las cuentas con ellos y en cuanto una familia paga lo mínimo que sea de luz, de agua y hace frente a los cuatro gastos básicos de comida no llega; los menores tienen necesidades básicas que muchas veces no se pueden cubrir». Asevera que «quien crea que estas personas son privilegiadas por cobrar estas ayudas sociales se equivoca». Asimismo, matiza sobre algunas familias en las que aparte de esas ayudas tienen unos ingresos en negro pero «hay muchas mas familias muy honradas que quieren poner en juego sus capacidades y quieren vivir con su trabajo y con dignidad para dar lo básico a sus hijos y se les van cerrando puertas; eso es un drama que no se llega a ver con toda la profundidad que tiene». En este sentido Juan Carlos zanja la cuestión: «420 euros no es la solución es una condena».
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