La toma del castillo de Húescar por las tropas del emir Ismaíl I de Granada en julio de 1.324 es la primera referencia escrita del uso de la pólvora con fines militares en la península ibérica. Es el hito que se toma como referencia ... del nacimiento de la Fábrica de Munición de Granada, que tiene como origen un molino de pólvora árabe en el entorno de los cármenes de Aynadamar, el vergel donde fue Boabdil a despedirse la noche antes de dejar Granada.
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Es la fábrica de pólvora más antigua de España y hay historiadores que defienden que también de Europa «y hasta del mundo», según defiende Francisco González que dedicó una tesis doctoral a la antigua Santa Bárbara.
Suministradora de pólvora del ejercito español, a lo largo de los siglos y determinante en momentos de la historia de España como la Guerra Civil, la factoría ubicada en El Fargue comienza este viernes un amplio calendario de actos que conmemorarán una efeméride absolutamente excepcional en el mundo: siete siglos de fabricación ininterrumpida.
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El aniversario de los setecientos años de relación entre Granada y la pólvora coincide con el mejor momento de la historia reciente de la fábrica, en máximos de producción y convertida en una pieza clave para la defensa nacional y europea por la calidad, variedad y el volumen de su producción.
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Antonio Caro Chena
Director de la Fábrica de Municiones
Los contratos vinculados a la defensa de Ucrania han disparado la actividad en la factoría granadina, en un momento en el que toda la industria de la defensa a nivel mundial vive un momento álgido.
El mutismo más absoluto ha rodeado históricamente la producción de estas inexpugnables instalaciones, propiedad del Ministerio de Defensa, que se extienden por 928.000 metros cuadrados al pie de la Sierra de Alfaguara. Nadie ajeno a ellas puede entrar y sus trabajadores, por convenio y por sentido común, son fieles guardianes de los secretos de Santa Bárbara, rebautizada en 2020 como Fábrica de Municiones Granada por la compañía que la explota, el grupo eslovaco MSM Group.
«Somos desconocidos porque hemos querido serlo, nuestros asuntos exigen discreción absoluta, tenemos material muy sensible, patentes... pero en el mundo de la defensa somos bien conocidos», señala el director. Pero la Fábrica de Munición de Granada está de aniversario y toca hacer excepciones para reivindicar el papel fundamental que tiene como industria en la historia y la economía de Granada. Por eso la factoría abre a IDEAL sus puertas, con la condición, eso sí, de no fotografiar las partes reservadas o la exposición de misiles de su museo.
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«No hay ni un solo objeto en este museo que no esté hecho por los trabajadores de la casa. Aquí había todo tipo de artesanos, ebanistas, carpinteros, repujadores de cuero, maestros de taraeca...», explica Jesús López, artificiero jubilado, que se ofrece como guía del museo junto a su colega Miguel Ángel Cáceres. Ambos han trabajado 46 años en la fábrica –entre 1977 y 2024– y conocen al dedillo su intrahistoria. Precisamente el criterio de autoabastecimiento con el que se diseñó la factoría, su versatilidad y capacidad de adaptación a los tiempos son claves de que haya superado todo tipo de avatares históricos y haya surfeado las crisis económicas que golpearon a la empresa con la llegada de la democracia.
Los trabajadores jubilados recuerdan que Santa Bárbara tuvo su propia banda de obreros polvoristas, farmacia, fundición, carpintería, un teatro de principios del siglo XX, horno de pan o el economato, un supermercado en el que precisamente trabajó Miguel Ángel Cáceres. Una de las partes estrella de la visita es el actual museo, que antes fue laboratorio de pruebas para la pólvora e imprenta. «Porque aquí hasta que llegaron los ordenadores toda la documentación se imprimía y la movían de un lado a otro los ordenanzas», recuerdan.
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El museo guarda reliquias como las zapatillas de seguridad que le hicieron a Alfonso XIII para su visita de 1908 o el ladrillo reivindicativo que en 1941 se atrevió a ocultar el trabajador José Trapero. «Cuando se hizo este trabajo los obreros no teníamos pan», grabó en una baldosa que aparecería años después en una reforma. También desvelan curiosidades como que la fábrica –un auténtico pueblo– tiene su propia Gran Vía y su calle de la Colcha, que se construyó en 1950 y estaba reservada a los militares, «no la podían cruzar los obreros de mono».
Harían falta libros y no un reportaje para resumir la historia de la factoría, pero Miguel y Jesús quieren, sobre todo, que no se olviden dos nombres: los de sus compañeros Nicolás Rodríguez y Manuel Pérez Díaz, fallecidos en accidentes mortales. «Siempre trabajamos con respeto y extrema seguridad pero la pólvora no te conoce. Aquí hay muy pocos accidentes, pero no son leves», asumen.
También quieren destacar el fuerte componente de lucha sindical que ha marcado la historia de una fábrica a prueba crisis y donde los derechos se han ganado con protestas históricas. La tronera que utilizaban en las manifestaciones todavía anda rodando por los almacenes. «El compañerismo y la unión siempre han dado resultados. Hemos sufrido grandes crisis y nos dejamos pelos en la gatera con despidos y reestructuraciones pero logramos que todos fueran negociados. También hemos alcanzado logros como los contratos relevo que nos han hecho sentir que todo tenía sentido. Si hoy hay jóvenes en la fábrica ha sido por esta lucha», concluyen.
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